M. Byron [Parte 1]

18.6K 2K 1.2K
                                    

Mentiría si dijera que mi infancia fue miserable.

Es verdad que mis padres viajaban mucho —como bien lo hacía cualquiera que tratase de mantener nuestro nivel de vida—, y que la mayor parte del tiempo estuve solo. Pero nunca vi mi soledad como algo negativo, contrario a ello, aprendí a disfrutarla a una edad temprana debido a la costumbre. Después incluso se convirtió en parte de mi personalidad.

Contrario a todo lo que se creía, yo sabía que mis padres harían cualquier cosa por hacerme feliz, que era el motor de sus vidas y prácticamente su mundo giraba en torno a mí, a veces olvidándose de sí mismos. Innumerables veces cancelaron viajes y citas importantes por pasar días enteros conmigo, mi cumpleaños era considerado intocable.

Al ser tan joven solo deseaba la compañía de mis padres y mi perro. Disfrutaba de cosas tan triviales como los juguetes o jugar con Magnus sin salir al jardín, asistía a la escuela y detestaba a toda mi clase, probablemente eso fue lo que llevó a la gente a malinterpretar mi carácter.

Magnus fue el perro más fiel mientras estuvo a mi lado, pero tuve que aprender a soportar que también llevase mi nombre y fui bastante receloso por ello. El crecer juntos amortiguó cualquier intento de hostilidad por mi parte, convirtiéndolo en mi primer cómplice de crimen. Su existencia también fue lo único que impidió que me convirtiera en alguien aún más presuntuoso, sé que mis padres eran conscientes de ello y por eso me trataban bajo un estricto régimen en el que controlaban mi arrogancia, una que se dio desde pequeño. Aunque todo estuvo en los genes desde el principio.

Mi madre era el ejemplo más obvio, éramos los más parecidos y no solo por la mirada. Su carisma y algo de soberbia era lo más característico de su personalidad, pero a pesar de todo solía ser divertida, a veces algo torpe, le encantaba hacer reír a mi padre con miles de ocurrencias y era débil a las películas románticas que la hacían llorar, las repetía una y otra vez. Era una mujer enamorada y no solo de mí.

Mi padre era prácticamente inalcanzable, a él le pertenecía casi todo mi conocimiento. Su filosofía, a veces cruel, a veces justa y siempre sabia, alimentaba con creces mis capacidades. Solía recordarme que el único límite era el que me impusiera a mí mismo, y alardeaba con que solo lograría estar a su altura cuando tuviese la sabiduría de un hombre viejo. Era difícil compararnos, lo único que pensaba era lo mucho que deseaba parecerme a él, más allá de la tez blanca y la barbilla que después se volvió igual a la suya. Quería esa sonrisa de satisfacción en su rostro, una que se incrementaba cuando volteaba a mirarme. También quería su felicidad.

Es por eso que no muchos lo sabían, pero yo era irremediablemente feliz. Éramos una familia "ideal", no perfecta, jamás perfecta. Ideal.

A ese punto cualquier cambio sería algo catastrófico, todo estaba en un orden preciso y perfecto, no había motivos para cambiar nuestras vidas. Éramos tres personas con una eternidad por delante, pero el único detalle que falló en mi ecuación fue algo a lo que cualquiera llamaría "accidente".

Digamos que simplemente el futuro no debe predecirse. Así que como una mala jugada del destino, llegó mi nuevo talón de Aquiles, algo que ni en la peor de mis pesadillas había considerado.

Dos de ellos.

Hay una conversación que tuve con mis padres el día de mi cumpleaños, ese cuya foto ahora yace en un libro viejo. Sé que cada palabra debió quedar en el olvido de mis recuerdos, morir en alguna parte los siguientes meses, incluso años. Pero jamás había visto a mis padres tan inquietos, como si la incertidumbre les provocara ansiedad, así que permaneció guardado como un preludio de la catástrofe.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now