Efecto espejo

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Carmesí. De ese color se pintó el costado de Magnus en fracción de segundos, creciendo como una nube oscura en su camisa blanca, el saco era lo único que impedía seguir la mirada más allá.

Ethan no sabía por qué se había dado cuenta de eso cuando corrió en su dirección, interponiéndose entre esa mujer y el amor de su vida. Ella no se detuvo. Alzó nuevamente el filo del arma, en sus ojos se veía el deseo de presionarla una y otra vez contra el cuerpo de quien estuviese a su alcance.

Escuchó la voz aterrada de Magnus cuando cambió de objetivo y trató de lastimar a Ethan, quien no se salvó de una larga línea roja en el brazo al forcejear con la mujer. Parecía poseída, con movimientos errantes que pudieron herirla a ella misma, con un nivel de desesperación en sus ataques y unos gritos que llevaron a todos a creer que convulsionaría en cualquier instante.

Había perdido la cabeza.

Los hombres por fin lograron contenerla a pesar de que todos trataban de no herirla y esquivar golpes que a diestra y siniestra repartía sin miramientos. Eran hombres mayores, viejos que apenas podían mantenerse en forma a sí mismos, se necesitaron cuatro de ellos para separarla del profesor y su estudiante. Al menos hasta que llegó el hombre joven que lo había entrevistado antes, entre gritos comprendió que su nombre era Lucian. Alguien marcó el número de emergencias del edificio de medicina, alguien trató de ayudarlos, alguien más pidió a gritos que se hicieran a un lado.

Ethan volteó al sentir que el cuerpo del profesor se había desplomado a sus espaldas, sostenía fuertemente su costado con una mueca de dolor y trataba de regular su respiración, pero se veía preso del pánico al ver el brazo de Ethan.

Él se había dado cuenta del corte, de cuánto dolía, de que un líquido caliente le hacía cosquillas y todo lo que tocaba se manchaba de rojo. Pero sabía que no era grave, que a diferencia de Magnus, él no corría peligro.

—¡Tranquilízate! ¡Estoy bien, Byron mírame! —imploró el de ojos verdes con las manos temblorosas, sosteniendo el costado del profesor para hacer presión ante la pérdida de sangre, todo sin dejar de mirarle—. ¡Deja de verme así, estaremos bien! ¡Prometiste que todo estaría bien!

—Te hizo daño...

—¡No, estoy bien, basta!

Fueron minutos que le parecieron eternos.

Podía sentir el miedo, el frío sudor cubriendo su frente ante la incertidumbre, gritó por un doctor segundos antes de que éste apareciera. Aún se escuchaba a la histérica mujer de fondo y dos hombres de blanco pronto arremetieron contra ella para tranquilizarla con algo que no alcanzó a mirar. Tuvo que separarse de Magnus cuando los médicos lo hicieron a un lado, prácticamente arrancándolo de ese lugar. Le preguntaron por la herida de su brazo y si tenía otras, si podía caminar, si podía acompañarlos.

Pero no les respondió, porque no dejaba de mirarlo.

Tenía la mirada perdida en esos ojos azules, pendiente del brillo en ellos, con el miedo latente de parpadear y perderlos un solo segundo. Y justamente, cuando lo hizo porque sus lágrimas le impedían seguir mirando, esos ojos azules se cerraron.

—¡Profesor Byron! ¿¡Profesor, nos escucha!? ¡Manténgase con nosotros! —alzaron la voz los hombres y pidieron que todo el mundo saliera de esa sala.

Ethan se asustó al grado de avanzar hacia ese lugar, pero unas férreas manos lo tomaron por los costados y lo obligaron a retroceder con una fuerza sorprendente. O tal vez él no tenía fuerzas para nada.

—Déjeme ir... ¡Déjeme ir, déjeme estar con él! —vociferó antes de que una mano le cubriera la boca de golpe, se había sentido como una bofetada.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora