17. La leyenda del traidor

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Byron cerró con más fuerza de la necesaria su laptop y se sostuvo el puente de la nariz mientras inhalaba profundamente. No se sentía bien, y sabía que no debía tomarse sus dolores de cabeza a la ligera, pero despejar su mente en estos momentos no era posible. Inclusive había dejado de trabajar en su manuscrito por la poca concentración que conseguía, ni una buena lectura le resultaba tranquilizante.

Aplazó las últimas "lecciones nocturnas" indefinidamente, y ahora no sabía con exactitud lo que debía de hacer. Solo hacía falta una noche para que esos chicos dejasen de tomarlas, una y no tendría que volver a tocarlos, era sencillo imaginar que después de eso no tendría nada que ocultarle a Ethan. ¿Por qué no las cancelaba definitivamente? Fácil, la idea estaba muy lejos de lo que él pretendía, además a estas alturas podría resultar contraproducente cancelar de la nada esas lecciones, los chicos que ahora estaban en la palma de su mano podrían salirse de su zona de confort y comenzar a causarle problemas. Suficiente tenía ahora con Darrell Bloom. No le gustaba la forma en la que ahora lo veía acercarse a Ethan, y tampoco tenía muy en claro lo que pretendía al investigar abiertamente sobre el pasado de Byron, en general le daba igual lo que ese chico tuviese en mente, pero ¿qué ganaría con eso?

Tamborileó los dedos en el escritorio, mirando hacia la puerta de salida del salón privado mientras ignoraba la vibración de su celular con una llamada entrante. Ignoraría muchas llamadas estos días, tenía las órdenes de hacerlo.

Miró por última vez la pantalla de su celular, con el simple "Evans" brillando con todas sus letras en la parte superior. Apagó el aparato a la primera oportunidad.

—Deben estar muy desesperados para llamarme precisamente a mí... —masculló con indiferencia, tirando el móvil al fondo de su portafolio.

Se levantó de su asiento y se acercó a una de las estanterías plagadas de libros que no permitían ver el color de las paredes, tomando uno de los más viejos que había. Maltratado y con las hojas amarillentas, dobladas y algunas rotas, víctimas de sus arrebatos más estúpidos.

Tomó una hoja en blanco y comenzó a escribir.

~*~

—Señora Seller, necesito que me haga un favor —dijo Byron con una tenue sonrisa al entrar a la recepción de la oficina del viejo.

—Como siempre profesor, ¿qué es lo que necesita esta vez? —inquirió la secretaria con su oportuna amabilidad—. Si quiere evadir al director Rogers, no se preocupe, en este momento está con el profesor Wild.

—¿Con Jeremy? ¿Qué hace Jeremy...? —comenzó a cuestionar, pero inmediatamente cerró la boca. Ya lo sabía—. Bien... no, no es eso. Necesito enviar esto por paquetería, vendrán a dejar material la próxima semana, ¿cierto? Quiero que desaparezca para entonces —dicho eso, dejó suavemente un paquete sin sello sobre el escritorio.

La secretaria lo miró entrecerrando ligeramente los ojos, afinando notoriamente sus arrugas.

—Disculpe la pregunta profesor, pero, ¿por qué le urge desaparecer este paquete tan pronto? No falta mucho para permitir los envíos personales.

—Es lo que quiero evitar, mi querida Alejandra. Necesito que lo envíes con tu nombre para pasar desapercibido.

—No estará enviando documentos ilegales, ¿cierto? —inquirió señalando el paquete con cierta diversión—. Por esta vez le ayudaré, pero tendré que cambiar el paquete para ponerle un sello. ¿Le importa si miro el contenido al hacerlo?

—Está muy familiarizada con lo que hay dentro, no se preocupe —dijo en voz baja, mirándole agradecido—. Haga lo que tenga que hacer con él, pero solo usted puede mirarlo, tampoco quiero a Rogers sermoneándome por ello.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now