EXTRA III

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"Lancelot"

El ambiente nocturno nunca fue de su agrado.

Todo el mundo reía, bailaba y bebía como si la noche fuese ilimitada, creaban un lugar en el que los excesos no existían, y la música entraba por cada centímetro de la piel, dejando a los oídos inservibles al buscar el silencio.

No había ingerido más alcohol que sus amigos esa noche, pues en general bebía por frío y aburrimiento. Pero cuando éste alcanzaba el punto de calor sofocante que le pedía deshacerse de su chaqueta, buscaba desesperadamente salir por una bocanada de aire que no estuviese envuelta de humo.

La compañía de esa noche era la misma de siempre, los mismos rostros, las mismas sonrisas cometiendo estupideces. Pero se sentía ligeramente excluido, quizá porque era muy callado, o porque era muy joven. Si bien todos en ese lugar lo apreciaban, no estaba listo para unirse a ese derroche de felicidad ebria.

Salió de aquel bar subterráneo, pasando por las mesas de billar y escabulléndose de las miradas que bien lo conocían. No tendría problemas para volver a entrar, nunca le pedían la identificación cuando mencionaba su apellido, nadie sabía que aún no cumplía la mayoría de edad.

Al menos hasta esa noche.

Observaba con curiosidad las motocicletas, esas a las que estaba prohibido subirse tras el accidente en el que su padre casi pierde la pierna. Pero él sabía que esa atracción se llevaba en la sangre, que poco podrían hacer para separarlo de ellas. La adrenalina de un paseo en la carretera, era inolvidable.

Una de ellas llamó su atención como ninguna, pudo sentir el cosquilleo en sus manos de solo mirarla.

Una de las clásicas de Harley Davidson, un modelo que solo había visto en las revistas que guardaba su padre como si fuesen reliquias. En un estado tan impecable que nadie le creería si no daba pruebas de ello. Se acercó casi corriendo a ella, indispuesto a tocar por miedo a que la emoción le ganara y terminase montado en...

Muy tarde.

Era perfecta. Y se sentía increíble bajo sus piernas, se atrevió a revisar el motor para verificar que no fuese una réplica, pero era el mismo que se había utilizado en el modelo de la segunda guerra mundial. No había ningún error, era una...

—Teniendo una sport Glide a un lado, el niño decidió subirse a la Knucklehead... —dijo una voz entre las sombras del callejón en el que se encontraba— Alguien tiene buen gusto.

—En Averville no abundan las clásicas en buen estado, o al menos, jamás están fuera —explicó, incapaz de contener su desconfiada sonrisa— ¿De qué año es?

—Mil novecientos treinta y seis, una de las primeras.

—¿Todo es original?

—Ya viste el motor, lo sabes.

El chico se mordió el labio, incapaz de separarse de ella a pesar de que probablemente tenía a su dueño enfrente, suspiró resignado después de apreciarla un rato más, y se resignó a levantarse. Aunque su dueño, con los pasos más ligeros que había poseído alguien jamás, se acercó hasta detener su retirada.

Ahora ambos eran iluminados bajo el único faro que hacía del callejón un lugar más tétrico. De fondo se escuchaba retumbar el bar en el subterráneo, pero ninguno de los dos le prestó atención a la gente que salía y entraba de esa diminuta y oscura puerta.

El dueño de la motocicleta vestía la típica chamarra de cuero que el joven imaginó, con las siglas de la marca de su motocicleta impresa en ella, y con el cabello sorprendentemente arreglado hacia atrás. Un castaño oscuro que acentuaba una mirada amenazante, preciosamente clara, aunque no más que la del chico.

—Soy Lance —dijo extendiendo la mano enfundada en un guante de cuero.

El chico dudó para tomarla, alzando una de sus oscuras cejas cuando finalmente estrechó su mano. Esa extraña corriente esperaba que fuese por el frío.

—¿Lance o Lancelot?

—Mi madre tenía expectativas muy altas.

—Entonces eres como el caballero del rey Arturo —apremió riendo por lo bajo, jamás había conocido a alguien con ese nombre—. Lancelot.

"Adorable", era todo lo que pasaba por la mente del motociclista, quien no perdió la oportunidad para indagar más sobre su descubrimiento.

—Eres demasiado joven para estar aquí, seguramente lo eres para conducir una motocicleta.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?

—Tus ojos, la forma de tus mejillas, no puedes ser mayor de edad con semejante aspecto —señaló con un guiño.

—Podría sorprenderte —sentenció el chico antes de morderse el interior de la mejilla— Diecisiete.

—Lo sabía —celebró Lance alzando una de sus manos en victoria—. ¿Te escapaste? ¿O acaso alguien consiguió corromper tu alma para entrar a este lugar?

—Mi hermano siempre necesita una niñera... —masculló antes de mirar a la puerta y después a Lance.

Lancelot solo tenía un problema en ese momento, los ojos de ese chico eran los más azules que había visto en su vida, y el conocimiento que había demostrado por una de sus pasiones, lo había arrastrado a desear conocerlo mucho más que lo que su mano cubierta le permitía.

—¿Cómo te llamas?

—Oh, se supone que no debo hablar con extraños.

—¿Y tampoco debes dar una vuelta por la ciudad con uno?

Tentador. Una risa nerviosa escapó de sus labios. El chico, a punto de ceder a tan infernal oferta que hacía tambalear sus sentidos de solo pensar en conducir esa motocicleta, se vio interrumpido justo cuando una derrota iba a salir de sus labios.

—¡Hey, enano, es hora de irnos! —gritó uno de los chicos que se había perdido entre el grupo que acababa de salir del bar— ¡Oye Marcus, ve por tu jodido hermano!

—¿Mi qué...? ¡Ah, es verdad! —el universitario finalmente se separó de sus amigos con una sonrisa tonta, y con un gesto llamó al chico— ¡William, demonios, es hora de irnos!

Un suspiro de cansancio escapó de los labios del chico.

—Supongo que no será esta noche... —murmuró el joven cuyos ojos habían capturado al motociclista— Fue un placer, Lancelot.

—Lance.

—Lancelot —repitió con una sonrisa aún más grande.

Y pronto el chico se perdió entre un grupo de desconocidos que a Lance poco le importaban, pero el hermano mayor no desprendió su vista de él por un buen rato. Lo único rescatable es que eran demasiado parecidos, pero al castaño solo le interesaba el chico que había reconocido su motocicleta desde que la miró.

—Un placer, William... —murmuró antes de que el motor que había seducido al chico, opacara los sonidos del callejón que se lo había llevado.

Igual que la madrugada al frío, Lance sabía que se volverían a encontrar.

Lo esperaría en su propio trono si era necesario.

[Proximamente]

[Proximamente]

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M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now