O17;; Las comodidades de las criaturas

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(Muchas gracias por los 100 seguidores¡! Prometí que cuando llegara a esa cifra iba a actualizar todas mis traducciones, ¡y esta es la segunda, disfrutad! <33)

Capítulo 17: Las comodidades de las criaturas

Los ojos de Harry se agrandaron cuando él y Snape entraron en el brillante y bullicioso Callejón Diagon, muy lejos de las polvorientas y tenuemente iluminadas calles del Callejón Knockturn. Nunca había imaginado que un lugar pudiera verse tan... mágico.

La escena realmente parecía sacada de un cuento de hadas.

Había multitudes de brujas y magos vestidos con túnicas de varios tonos, algunas sencillas y oscuras como las que usaba Snape, y otras con adornos como solapas anchas, encajes y costuras de colores brillantes. Algunos vestían lo que Harry habría considerado ropa normal si no fuera por el hecho de que tenían varias décadas (o siglos) de antigüedad, aunque Harry vio a alguna persona que usaba jeans ocasionalmente.

—Vamos—dijo Snape, empujando el brazo de Harry para que se moviera de donde se había detenido con asombro por la entrada arqueada.

Harry aceleró el paso, sus ojos se movían de un lado a otro en un intento desesperado de asimilar todo. Podía ver tiendas con nombres como Colección Mágica, Boticario de Slug y Jigger, Tienda de calderos de Potage, Túnicas de Madam Malkin para todas las ocasiones... Se dio cuenta de que, a pesar de la multitud, los ojos de todas las personas que pasaban parecían deslizarse directamente sobre él y Snape, como si fueran invisibles o, tal vez, una parte poco interesante del paisaje. ¿Había lanzado Snape algún tipo de hechizo? Harry estaba a punto de preguntar cuando llegaron al exterior de un edificio blanco muy alto y de aspecto majestuoso.

—Esto es Gringotts—dijo Snape mientras conducía a Harry por las escaleras de mármol hacia las amplias e imponentes puertas, que se abrieron con el toque de la punta de la varita de Snape. Aparte de los cajeros claramente no humanos, no había nada particularmente extraño en el lugar, aunque era considerablemente más grandioso de lo que Harry hubiera imaginado que sería un banco.

Duendes. Eso es lo que son, pensó Harry, recordando la conversación que él y Snape habían tenido sobre el banco.

Mientras se acercaban a los mostradores, Snape sacó un pequeño objeto de metal de su bolsillo y se lo entregó a Harry.—Tu llave—dijo en voz baja.—Se ha mantenido a salvo para ti hasta ahora, aunque me imagino que preferirías conservarlo de ahora en adelante.

Dumbledore probablemente lo tenía, pensó Harry con el ceño fruncido. Pero él simplemente asintió en señal de agradecimiento mientras aceptaba la llave. Entonces se le ocurrió un pensamiento repentino.

—¿Alguien ha podido acceder a mi cuenta?—preguntó sospechosamente.

—No. A nadie más que al propietario legal se le permite el acceso.

Harry respiró aliviado.

Se acercaron a los mostradores, que llegaban por encima del nivel de los ojos de Harry, y se sintió muy pequeño cuando un duende de aspecto severo lo miró. Enderezó los hombros, negándose a mostrar timidez.

—Señor. A Harry Potter le gustaría hacer un retiro—dijo Snape suavemente. El duende se inclinó más cerca, sus ojos negros y brillantes clavados en Harry con un enfoque desconcertante.

—Llave, por favor—dijo finalmente el goblin con voz grave. Harry lo puso en el mostrador, parándose sobre las puntas de sus pies para alcanzarlo.

El duende lo declaró verídico y, menos de cinco minutos después, Harry, Snape y otro duende habían montado el vertiginoso viaje hasta la bóveda de Harry y emergieron frente a una gruesa puerta de metal, que el duende abrió con la llave de Harry.

Confiar [Severitus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora