22.De vuelta al barco

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Ya estábamos de vuelta en aquel barco, ahora lleno de provisiones y dispuesto a llevarnos al fin del mundo si fuese necesario.

Ahora el ambiente entre la tripulación y los pocos pasajeros era diferente, ahora había amistad, había cortesía. Puesto que faltaban bastantes miembros de la tripulación, algunos de los pasajeros nos pusimos manos a la obra para aprender lo antes posible la jerga y las funciones de los marineros.

A Leila y a mi nos estaba costando una vida acostumbrarnos a esa manera de trabajar tan dura, a pleno sol, entre palabras que apenas entendíamos y regaños de los marineros y el capitán por no hacer las cosas bien.

La primera semana que estuvimos en esa situación, acabábamos derrotadas, no terminábamos de llegar al camarote cuando ya nos estábamos quedando dormidas por el camino, nos dolía todo el cuerpo, y teníamos varias quemaduras del sol.

Hubo días en los que nos sentábamos a llorar la una junto a la otra, nuestros cuerpos morían de cansancio y dolor, nuestras mentes estaban exhaustas y nos daban ganas de abandonar en ese momento.

Esos días nos mirábamos la una a la otra, nos dábamos ánimos y nos decíamos que con nosotras está situación no podría, por lo que a la mañana siguiente, volvíamos a estar en pié para rendir un día más.

Tanto el capitán como la tripulación admiraban nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, por lo que, poco a poco no solo nos tenían más respeto, si no que también nos trataban con más delicadeza.

En una semana y poco, ya éramos todas unas expertas, corríamos por la cubierta atando cabos y trinquetes, sabíamos cómo limpiar y mantener la cubierta, también sabíamos otras cosas como eran las partes del barco proa y popa, babor y estribor, barlovento y sotavento.

Poco a poco la tripulación nos iba enseñando todo lo necesario para sentirnos agusto en el que ahora era nuestro nuevo puesto de trabajo.

Cada día que pasaba nosotras nos sentíamos más capaces, más marineras, yo pensaba que ya podía gritar, Aaargg y ponerme un loro en el hombro como un buen pirata.

Cuando le conté eso a Leila solo pudo reírse a carcajadas, tanto que poco más y cae al suelo.

-Jajajajja no me lo puedo creer, de verdad te crees un pirata?

-Y por qué no? Ya sabemos muchas cosas de cómo navegar, y como hacer las cosas en el barco, solo nos queda cruzar los 7 mares.-Eso lo dije con mi cabeza en alto señalando el horizonte.

-Jaaaaajjajajajaja pero si todavía hay días en los que te mareas y te tengo que hacer acupuntura para que no mueras vomitando. -Leila parecía que se iba a partir riendo.

El capitán al escuchar las risas de Leila se acercó a nosotras.

-Señorita Leila que es eso que le hace tanta gracia.

Leila empezó a contarle toda la conversación al capitán, por lo que él también rompió en carcajadas. Los dos juntos se agarraban uno a otro para no caerse de la risa que les dió.

Yo estaba muy indignada ante aquella imagen, por lo que, con mi cara de pocos amigos, empuñé una fregona que te tenía justo a mi lado y la puse en alto.

-Os arrepentiréis de vuestras risas!! .-Dije entre cerrando los ojos.

Acto seguido me puse a darles fregonazos como si no hubiese un mañana. Ello corrían de un lado a otro de la cubierta evitando que les diera con la fregona, pero yo era más rápida y algún que otro golpe se llevaban con ella.

Estuvimos jugando y riendo un rato, ante esa situación, los marineros nos miraban con cara de incrédulos al ver al capitán corriendo con las manos en la cabeza para que no le diera con la fregona. Era toda una imagen.

la leyenda en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora