20 | La terraza

1.6K 175 51
                                    

Quizás podría aprovechar esta situación para explicarle lo sucedido esta tarde, aunque no sé hasta qué punto debería hacerlo o si es que le interesa mínimamente quién roce mis labios.

- Voy a empezarte a cobrar, mirona. - Parece ebrio, por cómo pronuncia cada palabra.

- Estaba buscando a Rachel. – Si está borracho no es el mejor momento para tener esa conversación. - ¿La has visto?

- He estado ocupado. - Con Ashley, pienso y siento una punzada en el estómago. Recuerdo las palabras de Maddie.

- Vale. - Respondo, y me giro para salir de la terraza. No quiero estar más aquí, con él.

- Deberías acompañarme. – Pronuncia pesadamente mientras coge una botella del suelo, está medio vacía.

Dudo unos instantes, pero por alguna razón, mi impulso decide aceptar. Le doy un trago amargo y hago una mueca. Se ríe, y resulta agradable en mis oídos.

- Me gusta que estés cerca. – Confiesa. – Eres divertida cuando quieres.

- ¿Cuándo quiero? – Pregunto confusa. – Creía que habíamos superado la etapa de las pullas.

- Dudo que eso suceda en algún momento, Lizzy. – Nunca me llamada por mi apodo, está diferente. Asumo que es el alcohol quien habla. - En realidad. - Hace una pausa, echándose los rizos hacia atrás. - Quiero mucho más que ser tu amigo. - Se queda callado, le miro perpleja y comienza a reírse sonoramente. Me relajo un instante, pero una sensación de decepción me aborda.

- Estaríamos todo el tiempo discutiendo, no funcionaría.

- Es probable. - Da otro trago a la botella. Me la ofrece y lo acepto, si voy a quedarme aquí con él lo voy a necesitar. – La etapa más dura siempre es la convivencia del principio, ya la vivimos cuando nos conocimos.

- Fuiste muy gruñón conmigo. Parecía que te molestase mi mera presencia. – Confieso con cierto rencor.

- Y así era. – Afirma sin miramientos. - No te soportaba porque te deseaba demasiado. - Le miro confusa, esperando que vuelva a bromear como antes, pero sus ojos están clavados en los míos. – Todavía lo hago, todavía te deseo. – Pronuncia con voz ronca, ebria y directa.

- Estás borracho. - Espeto. - No sabes lo que dices.

- Sí que lo sé. - Sus ojos se posan en el cielo y comienza a hablar en voz alta. - Mi madre era astrónoma, solía enseñarme sobre su trabajo cuando yo era pequeño. Venir aquí me hace pensar en ella, es curioso que tú me hayas encontrado.

- ¿A qué te refieres? - Pregunto confundida.

- Porque pienso en ti, a menudo. Más de lo que me gustaría admitir, más de lo que soy capaz de tolerar. - Trago saliva ante sus palabras, pero continúa. - Te habría caído bien, mi madre era la mejor. - Da otro trago a la botella.

- Deberías dejar de beber. No te está sentando muy bien.

- Acompáñame. Así ninguno recordaremos nada de esta noche. - Sonríe divertido y me tenso un poco. No sé qué insinúa. - Este trago va por nuestra gran amistad. - Levanta la botella y me señala antes de darle un trago. No puedo creer que este Nathan sea la misma persona que conocí hace dos meses en la librería de mi madre.

Pienso en mis opciones y por alguna razón me da lástima, no quiero dejarle aquí solo. - Venga, vas directo a la cama.

- Qué rápido vas, Elizabeth. - Bromea, y me ruborizo por solo pensar en esa insinuación.

- Eres un idiota, Sparks.

- No decías eso esta tarde en la piscina. – Me ruborizo al recordar su rostro fijo en mi camiseta mojada.

- No sigas por ahí. – Ordeno.

- Bueno, vamos dos a uno.

- ¿Dos a uno? – Pregunto confusa.

- Tú me has visto dos veces sin camiseta, la primera en casa de los Wilkinson.

Empiezo a ponerme nerviosa por cómo está yendo la conversación. - Deberíamos dejar de beber.

- Ahora es cuando la cosa se pone realmente interesante.

- He hablado demasiado, y tú también.

- ¿Por qué? ¿Te da miedo conocerme un poco más y ver que no soy tan desagradable?

- No pienso que seas desagradable, Nathan. – Me quedo en silencio un instante. – Quizás al principio sí, pero te he conocido en este tiempo. No creo que seas mala persona, aunque sí un poco capullo.

- Un capullo muy guapo. – Me corrige. – Quizás más que Isak.

- ¿Por qué hablas de él? - Pronuncio tragando saliva, no quería tener esta conversación ahora.

- Porque os vi. – Su voz se ha tornado ronca y me pongo nerviosa.

- ¿Qué creíste ver exactamente? – Pregunto con lentitud.

- El beso, con Isak. Creía que no te gustaba, supongo que me equivoqué. - Sus ojos están clavados en los míos. Expectantes.

- Creo que no me gusta.

- Ah, ¿no? – El brillo en su mirada me hace tragar saliva.

- Él me besó, pero yo no pude responder.

- ¿No querías? – Pregunta en un hilo de voz.

- No lo sé, yo... solo sé que no lo disfruté. – No sé por qué me estoy sincerando con él, pero no puedo parar de hablar. – Quizás no estoy hecha para tener relaciones.

- Quizás no has encontrado a la persona adecuada. – Su mirada se oscurece. – Recuerdo que aseguraste que cuando llegase alguien especial, arrasaría con todo sin darte elección alguna. – Su voz es provocativa, y cada vez está más cerca.

- ¿Has cambiado de parecer? – Pregunto casi sin pensar.

- ¿Estás segura de querer saber mi respuesta? - Pronuncia mirando mis labios. Asiento, con lentitud. Siento algo en mi interior cada vez que me mira, un cosquilleo. Un impulso de perder el control. Nathan es una amenaza para mí, para mi sentido común. Pero por unos instantes, quería que me devorase desde dentro. Dar ese paso incierto y sentir el peligro de dejarse llevar. En ese milisegundo decidí no apartarme, aceptar las consecuencias. Quizás por el alcohol en mi cuerpo, siento mi piel ardiendo. - Moriría por un beso tuyo. - Susurra acariciando mi mejilla. Cierro los ojos, con calma. Saboreando este momento. Pero sus labios nunca llegan. - Lo sabía. - Pronuncia. - Sabía que lo deseabas tanto como yo. - Entonces su boca choca con la mía con rapidez. 

Hasta la última canción [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora