Prólogo.

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Aprendí a amar la música gracias a mamá.

Solía venir a mi cama tras las discusiones con papá. Y aún con ojos llorosos, sonreía mientras me compartía uno de sus auriculares. Escuchábamos música pop de los ochenta mientras me abrazaba y consolaba.

Cuando tenía siete años, mi madre me regaló un mp4 porque sus gritos eran cada vez más sonoros y ella no quería que yo los escuchase. Ahí me di cuenta de que la música hacía que el ruido desapareciese, así que nunca estaba en silencio.

Cuando cumplí ocho años, dejó de venir a mi cuarto. Pero las peleas entre mis padres no cesaron. Un día me atreví a ir a buscarla porque la había visto llorar por culpa de papá. Entré a su habitación, pero ella ya no estaba ahí.

He crecido con mucho ruido de fondo, nunca he podido aprender a disfrutar del silencio.

Ahora tengo dieciocho años, ya no hay discusiones, pero el ruido se ha mudado a mi interior.

Hasta la última canción [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora