🦅┊PRÓLOGO

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El ambiente se hacía cada vez más tétrico a medida que descendía las escaleras que la llevarían al inframundo

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El ambiente se hacía cada vez más tétrico a medida que descendía las escaleras que la llevarían al inframundo.

Las calaveras en las paredes, algunas llenas de bichos, parecían mirarla mientras bajaba los escalones, por más que carecieran de ojos, y podría jurar que vio algún ratón correteando por los rincones. Como servidora del Señor de los muertos esperaba poder ahorrarse todo el viaje de camino al Río de los Lamentos, pero su amo le había dejado en claro que, hasta que no diese una prueba de su absoluta lealtad a él, no tendría mayor importancia que los muertos por más que fuese una de las brujas más poderosas que existían.

Finalmente, llegó al río y la marioneta de Delaney ya se encontraba allí, esperándola con su barca, listo para llevarla de camino al palacio de su señor. Le entregó su paga -tres calaveras- y luego subió con cuidado de no caerse. Debajo de ellos, entre las aguas turbias, se podían escuchar los ecos de lamentos de las almas en desgracia. Para cualquier viajero insignificante que se encuentre en el inframundo esos sonidos de agonía hubiesen bastado para aterrorizarlos hasta la muerte. En cambio, ella se relajó a medida que la barca avanzaba y cerró los ojos, disfrutando de la tranquilidad que le otorgaban los lamentos y el suave ruido del remo al chocar con el agua.

Al llegar a la orilla pudo ver la gran fila de muertos que había y a su querido dragón verde cuidando la entrada. La criatura agitó la cola alegre de verla, la bruja se acercó a rascarle el hocico y este la olfateó cariñosamente, dejando escapar un resoplido que despeinó los pelos violetas de la bruja. Cuando el dragón estuvo conforme, siguió con su trabajo y la bruja tomó el camino que la llevaría al castillo, siendo escoltada por un esqueleto y un demonio que se divertía atormentando al muerto jugando con sus huesos.

Una vez adentro recorrió el largo pasillo hasta la sala del trono. Cuando llegó vio a su Señor sentado con su gran abrigo negro, la tela sobre sus hombros descendía hasta el suelo como si fuese una capa y daba la impresión de ser dos alas negras plegadas sobre la espalda. El Señor de la Muerte llevaba una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados y pantalones negros a juego. Sobre su dedo anular izquierdo llevaba un anillo de obsidiana, y aunque no alcanzaba a verlo, sabía que dentro de esa exquisita joya se encontraban las almas de grandes guerreros. A juego con el anillo, en su costado se encontraba una espada de obsidiana en su vaina. 

Se sintió repentinamente cohibida por la forma en la que estaba vestida: una camisa blanca, pantalones negros al igual que sus botas y sus cueros de bruja sobre la camisa.

A pesar de que la sala del trono tenía ventanas no había nada de luz en ese lugar, además del candelabro en el techo, y si no fuese por su vista sobrenatural no podría ver nada en un ambiente tan sombrío. El trono debajo de su amo estaba hecho con calaveras y huesos dándole un aspecto más pavoroso.

El Señor de los Muertos alzó la mirada y con una sonrisa que prometía muerte y sufrimiento le indicó su próxima misión.

El Señor de los Muertos alzó la mirada y con una sonrisa que prometía muerte y sufrimiento le indicó su próxima misión

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Una balada de maldiciones [#1 REINOS OSCUROS] EN PROCESOWhere stories live. Discover now