🦅┊CAPÍTULO III

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Algo andaba mal en el castillo

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Algo andaba mal en el castillo. Había estado recorriendo los pasillos casi por media hora y todavía no se había cruzado con ninguna persona. Fuese a donde fuese, siempre se encontraba con alguien, ya sea alguien del personal del palacio o algún cortesano. El castillo siempre se encontraba en constante movimiento.

Llegó a la sala del trono y, gracias al gran techo de cristal, notó que fuera del palacio el cielo se encontraba nublado de una forma extraña, parecía estar enfermizamente bañado en oscuridad y sangre. En lugar de estar su padre en el gran trono blanco, un hombre que nunca había visto estaba sentado muy cómodamente allí, como si todo este lugar le perteneciera. No alcanzaba a ver su rostro, que estaba cubierto por sombras, pero en su mano izquierda, justo en dónde deberían estar sus uñas, tenía unas garras negras y enormes que la hicieron estremecerse. Eran mucho más largas que las de cualquier animal en el que Beth podría pensar. El trono que debía estar hecho de mármol blanco, al igual que casi toda la habitación, se había convertido en obsidiana. La oscuridad invadió la habitación, mucho más profunda y sofocante que cualquier humo. De alguna forma, la oscuridad logró entrar a su cabeza también. Empañándola y acariciando su mente con esas horribles garras.

Apenas podía formular un pensamiento. El miedo se sentía como una caricia, igual de helada que la mano de esa bestia, sobre su piel y no pudo hacer más que quedarse paralizada en el lugar, sin poder razonar, sin saber qué hacer o decir.

Pero luego, como si ese monstruo tuviese la capacidad de despojar sentimientos de su mente, comenzó a sentirse intrigada por la criatura. No recordaba porqué había estado aterrorizada de él segundos atrás, tampoco le parecía tan extraño los cambios en la sala del trono. Se sentía correcto, de esa forma debió haber sido siempre. De esa forma debería permanecer para siempre. Ella se encargaría que las cosas permanezcan en ese oscuro pero placentero equilibrio. Aunque el hombre —supuso— estaba conformado por sombras, le pareció haberlo visto sonreír con deleite.

Estoy esperando por ti, Betsabé Apolight.

Una voz grave y ronca habló dentro de su cabeza, una voz que no parecía de este mundo.

La princesa cerró los ojos y al instante deseó no haberlo hecho debido a la imagen que inundó su mente. De repente Nashira se encontraba entre sus brazos, podría haber pensado que estaba durmiendo si no fuese por la sangre que salía de la abertura que tenía en su cuello. Sangre con la que Beth estaba cubierta mientras sostenía a su mejor amiga. Las sensaciones agradables que había sentido segundos atrás se esfumaron, dejando lugar a la pura desesperación que la invadió. Esta vez, un sentimiento completamente suyo, completamente real. Y se sentía mil veces peor que el temor que sintió al ver la oscura sala del trono.

Un fuerte grito la liberó de esa pesadilla.

Cuando abrió los ojos otra vez ya no se encontraba en esa horripilante sala del trono. En cambio, estaba acostada en una cama cálida, con el sonido de una voz conocida llamándola con dulzura, y a la vez con un deje de desesperación. Tan distinta a la voz gélida que escuchó en su mente y que todavía hacía eco en su cabeza.

Una balada de maldiciones [#1 REINOS OSCUROS] EN PROCESOWhere stories live. Discover now