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ALEX

Al parecer la ovejita hermosa, era una gran depredadora.

Las clases seguían con normalidad, pocos cosas sabía de mi mes perdido, tenía varias caídas, días en los que pensaba en no seguir, pero lo reemplazaba porque había algo mas.

La hora de almuerzo llegaba y consigo muchas personas en todos lados. A veces me gustaría vivir dentro de una burbuja, donde solo estuviese yo.

En realidad no tenía mucha hambre así que nadie me obligaría a sentarme en ese infierno.

Caminé, y llegué a un lugar en específico. La biblioteca, aunque me gustaría llamar más por...

Intenté buscar el asiento mas alejado, para esconderte, o liarte con alguien sería el lugar mas apropiado. Si todos esos libros fueran de historias de romances, entonces todas esas lectoras nunca salieran de aquí.

Me gustaba estar aquí, el olor a el cuero de los libros, a polvo y a hojas tenía sus virtudes pero sobretodo me gustaba la soledad que este lugar me brindaba.

Pensé en todo, a veces pensar era uno de mis defectos, solía sobrepensar mucho, ese sería siempre uno de mis mayores defectos, pero aun así me gustaba hacerlo, me hacía tener una amplia perspectiva de todo. Pero nunca terminaba bien, mayormente herido de una forma u otra.

No iría a clases, no más, se que a éste paso suspendería el año, o aprobaría con bajas calificaciones pero en realidad me importaba una hectárea de nada.

Tomé un libro y lyego me sente de una forma u otra haría pasar el tiempo.

Hay tantas cosas que no conoces de mi, tal vez algún día lo hagas pero prefiero que no, solo sería un mal innecesario, pero tao vez sea sano para todos.

Alguien se acerca a mi, claramente interrumpiendo mi tranquilidad.

—¿Chico lindo, inteligente y amante de la lectura? Debes ser amado por todas las chicas ¿no?

Alguien lo dijo, una presiosa chica, algo alta,  rubia, ojos verdes tal vez y tés blanca. Tenía una forma de ser muy de modelo.

—No te lo niego, lo soy, pero no del todo la verdad.

Simplemente dije, mis ganas de socializar estaban bajas. Ella me miró estupefacta y fascinada. Tan contradicctoria.

—¿Masoquista?— pregunté lo obvio y ella me sonrió.

—Supongo que si, me gusta los de carácter.

—Creeme, no te gusto, sería mejor que descartes todas tus intenciones en mi...

Ella interrumpió toda conversación conmigo y ella agregó: —En algún momento dije que tengo intenciones en ti.

Negué, es verdad, pero sus expresiones, había algo en sí, que apestaba a intbetar algo claramente...

—¿Podrido?— dijo tan de repente que sentí como si me hubiera leído la mente. —Creeme no lo estás, no eres madera, pero si así fuera no estuvieras aquí.

—Solemos ser las personas, tan falsas que cuando estamos rotos, fingimos hasta parecer estar bien, pero no, no estamos bien, nos morimos por dentro con el tiempo...

Mi voz tembló, esas terapias de alguna forma tenían sus cosas buenas, exponer siempre ayuda a sanar.

A la rubia le brillaron los ojos con tal fascinación que podría fácilmente iluminar mi corazón, tan oscuro más que la ciudad puedo decirte.

—Ves, es esto, que me gusta de las personas como tu, que aunque sean tan cerrados, ocultan tanto y son tanto, son como un diamante en bruto esperando a ser encontrado y amado, eres hermoso y cuando sepas valorarte serás una gran persona.

HASTA QUE TE VAYAS (Resubiendo) Where stories live. Discover now