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ALEX

Leo me despertó, aún quería seguir durmiendo pero era tan urgente que tuve que levantarme.

Miré el reloj tenía las 11:45am. El insomnio me pegaba de lo más raro, a medianoche sin sueño pero en la mañana no quería levantarme.

No se que era, pero mi amigo lo clasificó como de máxima importancia.

Luego me dió un papel. Las letras eran impresas. Acompañada de las siguientes palabras suyas.—No entendí, lo leí para  saber de que trataba y la curiosidad me mató.

Lo leí:

Alexito, está bien si te llamo así. Por si no sabes, aún falta algo y debes entregarmelo. Soy temperamental con quienes se quedan con lo mío. Por favor devuelvemelo, suelo enojarme demasiado.

—¿Alguien te está molestando que té está mandando notas anónimas? Esto no parece ser una broma. Alex, esto asusta

—No, es la primera vez que me mandan una. ¿Se la enseñaste a tus padres?— negó.

—Va a ser nuestro secreto.

—¿Que piensas hacer con eso?

—Averiguar que es. Siento que ya pasé por eso, pero no me acuerdo— respondí, mis recuerdos eran aun demasiado borrosos, lagunas en mi memoria habían.

—Ten cuidado.

El se acercó a mi cama y yo lo abracé, pocas veces compartimos este tipo de contacto físico pero me hace sentir bien.

Sin palabras, porqué en los peores momentos estás no hacen falta y ambos lo sabemos.

No se que coño era esto ahora, pero lo más probable es que sea una broma de mal gusto.

—Te tengo una propuesta.

Habló él, separándose de mí.

—¿Cual?— recé a todos los dioses que fuera una gran propuesta de lo contrario ni el infierno nos salvaría.

—¿Confías en mí?— asentí, aunque no tenía otra alternativa —Entonces vamos.

Luego de un rato, nos subimos a su auto y salimos, sin saber yo nuestro destino. Minutos más tardes se montaron dos personas más: Sabrina y Karla.

Las saludamos normal, Leo pusó música, fue un largo camino, de casi media hora, donde estuvieron hablando de las anormalidades de existir y eso.

No fuí partícipe de esa conversación. Mi lado antisocial, estába activo.

Nos detuvimos. Al bajar miré en donde estábamos. Analicé todo el lugar y luego miré a Leo, incrédulo.

—¿En serio?

—Definitivamente.

—¿Por que?

—Extrañaba este lugar, supongo que tu también ¿no?

Recordé todos los buenos momentos que habíamos pasado en esta casa de campo, cuando mi familia era perfecta.

Caminamos a la casa, toqué todas las paredes, no había cambiado en nada.

Fuí al lugar donde antes pasaba la mayor parte de mi tiempo. Siempre tuve cierto amor por esas cositas que existen en el cielo, es como una obsesión con el atardecer, la luna, las estrellas, las nubes... En fin del cielo.

Subí al tejado. Me senté.

Mis ojos se cristalizaron, que más da, no, llorar a veces estaba bien. Más sí no había nadie que me viera caer.

HASTA QUE TE VAYAS (Resubiendo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora