Capítulo 7

188 13 9
                                    

– ¿Cómo están mis fotocopias preferidas?

–Enana –George me abrazó.

–Extrañando a nuestra serpiente favorita –Fred me cargó–, y dinos, ¿qué necesitas y cuántos?

–Ustedes sí que me conocen.

–El mejor trato para nuestra mejor clienta.

–Verán, el sábado saldré con Cedric y...

– ¿Una cita? –gritaron emocionados– Nuestra pequeña está creciendo.

–Déjame adivinar –mencionó Fred–, Draco va a seguirte.

–Y no quiero. Va a arruinar todo.

–Te vemos el jueves a las seis afuera de las mazmorras.

–Sabía que ustedes tenían la solución –les pagué–. Nos vemos pronto, fotocopias.

–Adiós enana.

Fui a la cocina y, cuando retomé mi camino para ir a la sala común, me di cuenta que ya eran más de las once. Me había tardado mucho comiendo.

Hacia tanto frío que sentí que me iba a dar hipotermia si me tardaba, así que caminé más rápido mientras me frotaba los brazos.

Estúpido uniforme, aparte de feo, la falda no ayudaba mucho.

– ¿Qué haces sola por aquí?

Pegué un grito y brinqué del susto. Voltee a un lado y vi a Viktor recargado en la pared, parecía divertido con mi expresión.

–Por Merlín, Viktor, casi me matas del susto –me acerqué–. ¿Qué haces tú aquí?

–Rescatando a una damisela en apuros.

– ¿Damisela en apuros? Yo no...

Fui interrumpida por el maullido de la señora Norris. Iba a decir algo pero Viktor tomó mi mano y corrimos hacia las mazmorras. Cuando ya estuvimos ahí, dejamos de correr pero seguía sujetando mi mano.

–Estás helada –se quitó su capa–. Póntela.

Me la coloqué y me quedé un rato analizando su aroma, siempre olía a café y a perfume. Lo miré y no pude evitar pensar que era lindo, no tanto como Cedric pero, de que era lindo, era lindo.

– ¿Disfrutando la vista? –me miró.

– ¿Eh? No, yo... es solo que... creí que tenías algo en la cara –mentí–. Pero al parecer no.

–Ajá.

–Si no me quieres creer no lo hagas.

Llegamos a la entrada de la sala común y cuando me giré hacia él, acomodó un mechón que caía sobre mi cara detrás de la oreja. Sentí un pequeño escalofrío por su acción pero no me quité.

–Buenas noches, damisela en apuros –tomó mi mano y la besó.

–Descansa Viktor.

Dio la vuelta para ir al fondo de las mazmorras, donde estaban los dormitorios para los chicos de intercambio, y suspiré mientras lo veía irse.

Entré y casi grito al ver a Draco al pie de las escaleras, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.

–Ay no.

– ¿Dónde estabas?

–Con los gemelos.

–No sabía que el nombre de una de las comadrejas era Viktor.

–En primera, no les digas así –me acerqué–. Sus nombres son Fred y George. Y Viktor me acompañó, me lo encontré cuando venía hacia acá. Adiós.

Cuando el destino nos alcanceWhere stories live. Discover now