Capítulo 10

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– ¿Qué tanto confías en mí? –preguntó una vez que llegamos a Hogsmade.

–Depende, ¿planeas asesinarme? –sacó un pañuelo– Planeas secuestrarme.

–Es para que te tapes los ojos.

–Ah –tomé el pedazo de tela y me lo coloqué–. Más te vale evitar que no termine en el suelo, Hufflepuff.

–Lo prometo. Promesa de tejón.

Me tomó la mano y caminé como si tuviera cien años, a pesar de que Cedric fue muy buen guía y me avisaba incluso si había una pequeña roca enfrente.

Después de un rato, nos detuvimos y supuse habíamos llegado a nuestro destino. Me soltó y me puse nerviosa pero me tranquilicé cuando se puso atrás de mí y me quitó el pañuelo.

Una vez que nada me lo impedía, abrí los ojos y me llevé las manos a la boca para evitar gritar.

–Abrieron hace unos días y estaba lleno pero conseguí un lugar para hoy –me miró–, ¿qué te parece?

¿Había hecho eso por mí? Este chico era la definición de perfección.

–Es hermoso, me encanta. Tienes buenos gustos.

Nos sentamos en una mesa del fondo y admiré el lugar, mientras una señora nos dejaba un papel con el menú y nos ponía unos bocadillo; a lo mucho cabían diez mesas y la música de fondo era como si estuviéramos en algún bosque: se escuchaban los pájaros, agua corriendo, el soplar del viento.

–Si este lugar no hubiera estado, ¿a dónde hubiéramos ido?

–No lo sé –reímos–. No lo había pensado, sólo sabía que quería tener una... salir contigo. No pensé mucho en los detalles.

– ¿Cómo fue que encontraste este lugar entonces?

–Zack me ayudó con eso.

–En ese caso debo darle las gracias a tu amigo.

Leí el dichoso menú y casi preferí que no hubiera descubierto este lugar. Había cosas que jamás en mi vida había escuchado: tritones de jengibre, bollos de Bath, melcochas, empanadas de Cornualles...

¿Qué esperaba? ¿Pizza? La gente normal come comida mágica, no comida muggle.

La señora se acercó a nosotros con su libretita para anotar nuestra orden y miré a Cedric, diciéndole que pidiera primero.

–Para mí serían unos tritones de jengibre y una cerveza de mantequilla –pidió sin titubear. Seguramente conocía lo que pedía a la perfección.

–Yo... –miré la carta otra vez y señalé algo al azar– Me vendrían bien unas empanadas de corna... ¿Cornualles? Y una cerveza de mantequilla también, por favor.

–Por supuesto –la señora nos miró y nos dio otro tipo de bocadillo–. En un momento les traigo su orden.

–Déjame adivinar –Cedric me miró burlón–, es la primera vez que comerás eso.

–Hace cinco segundos ni siquiera sabía que existían estas cosas –señalé el menú.

– ¿Qué comes entonces?

–Con mi padre acostumbramos comer fuera, en el mundo muggle y los Malfoy... bueno, seguramente Draco tampoco sabe de la existencia de estas cosas.

Decir eso en voz alta sonaba ridículo y sentí mis mejillas arder, seguramente ahora Cedric pensaría que era rara.

–En ese caso, podrías salir más seguido conmigo –tomó mi mano pero se puso nervioso y la soltó casi al instante–. Para que conozcas otro tipo de comida, claro.

Cuando el destino nos alcanceWhere stories live. Discover now