3. Un deseo

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Nunca había tomado sus manos sin guantes, su piel era mejor de lo que hubiera imaginado y vaya que lo había imaginado. Sabía que sería peligroso para su corazón, pero aun así asintió. Claro que no había necesidad de exponerse más, así que soltó a Colin. —¿Todo bien? —Penélope miró su mano y asintió. Sin duda era mejor así.

—Sí. Entonces muéstrame. ¿Qué es lo que más te ha gustado de la isla? ¿No quisieras volver a Londres?

Colin pensó que ella era la razón por la cuál no volvía a Londres porque moría de vergüenza después de todo lo que le hizo pasar. Y con ella alcanzándolo justo en el lugar del mundo donde había ido a escapar, ¿Qué sentido tenía decir que no? —Sí, creo que mi familia agradecería que volviera, mi madre no para de escribirme cartas diciéndome que mis hermanas se casan, o que Daphne va a tener otro bebé. Cosas como esa mientras yo sigo estancado. —Penélope lo miró de reojo mientras caminaban resultándole un poco difícil de creer que Colin se sintiera así respecto a su vida.

—¿Estancado? ¿Qué quieres decir?

La ignoró, no podía no haberla escuchado, sin embargo, decidió no responder. —¿Qué más me ha gustado de la isla? Creo que todo el mar, navegar por la costa o verlo de noche hacen que te enamores de cierta manera. No había visto un azul similar ... en... —Estuvo a nada de decir "En Inglaterra", pero cometió el error de ver a Penélope a los ojos y quedó bajo su hipnótico color. Era el mismo azul que bordeaba las costas de Chipre. ¿Cuántas veces había visto sus ojos? Demasiadas, pero sin duda que antes no había tenido con qué compararlos.

—¿En dónde? Bueno, imagino que ibas a decir "en ningún otro lugar", porque si dijiste que no habías visto un azul similar, pues... —Colin tenía que reconocer que Penélope tenía un ingenio muy rápido y acertado, él se había quedado sin palabras y ella tuvo las necesarias para que aquel momento no se volviera incómodo. Carraspeó un poco y asintió. ¿Por qué era tan difícil admitir que se había perdido dentro del color azul de los ojos de Penélope? Había viajado en su mirada de una forma indescriptible y eso le evocó recuerdos. Ese azul de aquellos ojos que parecían adorarle en cada baile, con cada sonrisa que los iluminaba y que lo miraban con ternura. Era el mismo azul del mar que se fundía al horizonte y hacía que la mente de un hombre se perdiera.

Estaba acostumbrado al azul. Había crecido en una casa azul y el azul era el color que solían usar sus hermanas. Pero ningún azul podía compararse a los ojos de Penélope. —Imagino que el lugar que más me ha gustado de la isla es la "Laguna Azul". Es... una cueva, se refleja el color del mar en las rocas, es maravilloso. Solo se llega en barco desde aquí, tal vez podríamos visitarlo en este tour que estás haciendo ¿Y cómo terminaste aquí?

Penélope reconoció para sí misma que había sido porque no podía más con las miradas de lástima de los hombres, solo bailaba en los eventos con el vizconde Anthony y también con Benedict, ocasionalmente con Gregory cuando iba a los bailes, pero dos de ellos estaban casados, y Gregory era diez años menor que ella. Era una solterona sin futuro, y ni siquiera su vida secreta como Lady Whistledown ya le daba satisfacción. Solo había repetido chismes y chismes por una década y era mejor dejarlo cuando estaba en su gloria antes de que fuera aburrido. Recordó cómo su madre pegaba el grito al cielo cuando se lo confesó y también como la aplacó con mucha facilidad al darle parte del dinero. —Quería una nueva aventura. Ser una debutante en Londres no fue la mejor de mis épocas. Ya con veintiocho años soy una solterona, no había más para mí, así que supuse que podía buscar algo que contar con viajes. Tal vez escribiré una novela de eso, no lo sé, me gusta escribir.

Otra cosa que parecía tener en común con Penélope, él también gustaba de escribir, solo que él no tendría la osadía de publicar lo que había escrito. —Si algún día publicas una novela, Pen, ten por seguro que seré el primero en leerla.

AZULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora