19. Un rufián enamorado

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No podía dormir.
¿Pero que demonios le había hecho Felicity Featherington?
Él había ido a cortejar a Penélope, no a la prima Felicity.
Aquella mañana había comenzado con una clara rivalidad entre Colin y él, y sentía la preferencia de Penélope hacía su amienemigo.
—Tocas el piano, ¿Tocarías Penélope? Quiero oírte.
—Yo también quiero oírte. —Dijo para obtener la atención de Penélope pero ella estaba concentrada en Colin. Había otra chica que por lo que veía de reojo, no le molestaba ser invisible. Estaba vestida de verde esmeralda y su cabello naranja rojizo era muy bonito y parecía brillar con la luz del sol.
Fue ella la que alzó la voz viendo a su prima y propuso ir a pasear.

A lo que accedió arregañadientes.
Caminaron por el parque hasta que la segunda chica volteó a verlos e hizo una petición de lo más extraña. —Señor Trathen, mi prima me ha estado hablando de los paseos en bote ¿Quiere acompañarme?

Inaudito. Una dama no debía hacer esa clase de ofrecimiento jamás, así que lo sorprendió. —No se deja esperando a una dama. —Y con Colin Bridgerton presionando terminó por ofrecer su brazo a Felicity Featherington para llevarla al agua. Ella con su pequeña sombrilla cerrada mientras caminaba al lado de él con absoluta propiedad hasta la orilla del río. Tomó su mano para ayudarla a subir y la vio sentarse con mucha gracia sobre el bote y abriendo su sombrilla se cubrió y lo miró.
Sus ojos eran muy bonitos. Algo achinados, de pestañas largas y de un azul muy brillante. Sus labios rosados le sonrieron y terminó subiendo también para comenzar a remar.

—Le ruego me perdone, señor Trathen, por haberlo arrastrado hasta aquí. Entenderá que fue necesario.

—¿Confabuló con el señor Bridgerton para alejarme de Penélope? Si usted es directa, señorita, entonces yo también puedo serlo.

—Una maniobra peligrosa considerando donde está. —Dijo con una sonrisa autosuficiente. Aidan la vio quitarse los guantes y meter una mano en el agua y como negó. —Lo cierto es que no, esto ha sido idea mía. Y no por interés de parecer que usted me corteja, sino por la felicidad de mi querida prima. La estaban agobiando con su concurso de "mi casa es más grande que la tuya".

—No me di cuenta de que así se veía.

—Es raro que un hombre se de cuenta de algo, tardan mucho. —Y eso lo decía por Colin Bridgerton ya que, por lo que le había contado Penélope, había TARDADO demasiado en darse cuenta de que la amaba. —Le daré un consejo, usted verá si lo acepta. En esto, la lleva de perder. Mi querida prima Penélope ha estado toda su vida enamorada del señor Bridgerton. Un amor que dura años es imposible ser borrado, y ahora que él le corresponde, ella no tendrá ojos para nadie más, hágase un favor, ¿Sí? Antes de que sea demasiado tarde.

Aidan miró como ella abría su sombrilla y se cubría del sol mientras veía en dirección a las parejas que caminaban por el parque. Estaba encantada por el paisaje, tal vez de donde ella venía no habían lugares así. —¿De dónde viene señorita Featherington? ¿Todas las Featherington son pelirrojas?

—Solo las afortunadas. No, no todas, esta particularidad es por parte de mi madre. Mi madre es Fallon Featherington, lleva ese apellido porque desposó al segundo hermano Featherington, mi padre falleció, al igual que el padre de Penélope, Phillippa y Prudence. Pero como mi madre y mi tía, mis rasgos son más de los Murphy, la familia de mi tía Portia y mi madre.

—Irlandesa, eso lo explica. ¿Y ha estado viviendo en Irlanda todo este tiempo? Una vez fui, es un lugar hermoso, frío, pero es como un bosque encantado.

—No he estado nunca en Irlanda. Con el matrimonio, mi madre tuvo que asentarse aquí, en Inglaterra. Nací en Cornualles. No había tenido necesidad de salir y venir aquí, pero mi tía se ofreció a presentarme en sociedad y yo consideré que era una buena oportunidad para explorar. Las mujeres no tenemos la fortuna de los hombres de salir y recorrer el mundo. ¿No cree que es algo injusto?

—El mundo exterior es peligroso para una dama, señorita Featherington.

—Y aún así los hombres salen tras cada aventura que se les ocurra. Es algo injusto, lo seguiré diciendo. Intente convencerme de que el mundo exterior no es para una mujer.

¿Y qué le podía decir? Muchas mujeres se embarcaban por sus profesiones a lugares remotos, compartían sus descubrimientos y llenaban de nuevos saberes el mundo de la ciencia. No tenía argumentos para debatir contra Felicity, así que era más prudente cambiar de rumbo antes de perder contra una dama una discusión. —¿Y a qué lugar del mundo piensa visitar usted?

—España. Es tierra de bárbaros, pero cada historia que se ha contado de ese lugar me parece fascinante. Lo poco que sé solo lo he leído, así que solo me lo imagino. Quiero ver las plazas, quiero saber de sus tradiciones, ver los templos católicos incluso aunque me expulsen de la iglesia de Inglaterra por entrar a un templo católico. Y quiero dibujar esos sitios. Aprender esgrima también, los mejores espadachines son españoles, y sé que suena escandaloso, pero quisiera usar pantalones como los hombres y tomar un sable y batirme a duelo.

Esa si que era una declaración peligrosa. Las piernas curvilíneas de una mujer seguro se notarían más en un pantalón. Comenzó a pensar que la razón por la cual a las mujeres no se les permitía hacer esa clase de actividades era para mantenerlas más seguras de hombres como él. Era mejor concentrarse en remar que intentar imaginar a Felicity o a cualquier señorita vestida para una ronda de esgrima. —Tal vez algún día pueda ir. Su prima logró salir a Chipre después de todo, ¿No lo cree?

—Sí, tal vez. Hablemos de sus viajes. ¿Por qué viaja tanto, señor Trathen?

No sabía responder a eso, ¿Cómo podía decirle que la razón era que se queria alejar tanto como pudiera de su casa? Su padre era un hombre tan vanidoso y vago, y agradeció el día que murió pero su hermano mayor era igual, y le había ganado el amor solo por ser el heredero; ambos eran asnos pomposos que creían que por solo llevar el apellido Trathen eran dignos de todo. Le avergonzaba ver que eran unos inútiles que solo gastaban el dinero de la familia en mujeres, vinos y apuestas. Así que solo se iba. —Me gusta viajar. Es todo.

—Y ahora ha vuelto, ¿Se irá de nuevo señor Trathen?, me pregunto a qué lugar del mundo lo llevará ahora la marea.

—No lo sé. Nunca lo decido. En uno de esos viajes conocí al señor Bridgerton, y sentí envidia. Él siempre organizaba todo, muy meticulosamente. Además que llegaban cartas de su familia y, yo estaba solo. Creo que los viajes hacen eso, te muestran quienes verdaderamente están para ti. Cuando estás solo, ves quienes se preocupan por ti.

—No tiene porqué hablar de su familia si no desea hacerlo, señor Trathen.

—Aidan, prefiero mi nombre. Es algo tonto que siga diciéndome "Señor Trathen" cuando ya me trajo hasta aquí con manipulación para que su prima y el señor Bridgerton tuvieran un momento a solas.

—No se me ocurrió otra cosa. —Y ella comenzó a reír. Le pareció extraño que la risa de una mujer le pareciera tan sensual y erótica. Pero ese pensamiento sobre una mujer casadera, virgen y de buena cuna era PELIGROSO. —Se habría negado con cualquier otra propuesta. Adoro a Penélope ¿Sabe?, es mi prima favorita. Así que sí, no me voy a arrepentir nunca de esto, ella merece ser feliz. Creo que todos lo merecemos.

—No todos, yo no. Muchos dirían que soy solo un rufián. Está sentada en un bote con un soltero peligroso, libertino, aventurero y no tardarán en hablar de usted.

—Y aún así no me arrepiento. Y sin duda no pensaría que no merece ser feliz, todo lo contrario. Es más, podría decir que el que está en peligro es usted. Después de todo está aquí, sentado en un bote con una dama en edad de casarse, las personas no tardarán en hablar de usted, dirán que lo he atrapado y que pronto lo llevaré arrastrado al altar. —Perspectivas distintas, pero ambas acertadas. Ambos comenzaron a reír y ya que había sido suficiente aquel paseo, se dirigió a la orilla amarrando el bote al muelle. Tras bajar ofreció su mano a Felicity y ella, sin guantes, terminó por tomar la que le ofrecía para salir del bote.

Felicity Featherington tenía manos muy suaves y delicadas, pequeñas y muy cálidas. Le dedicó una suave caricia y si ella la sintió no lo dio a conocer. Puede que ella estuviera en edad casadera y estuviera en Londres para buscar marido, pero no era lo que quería. La soltó y comenzó a caminar con ella para ir con Penélope y Colin, quienes hablaban muy animadamente en uno de los bancos del parque. —Gracias por el paseo, Aidan. —Dijo antes de que la escucharan y le dedicó una sonrisa.
Él hizo lo mismo y no dijo más nada, a veces un hombre debía callar. La dejó sola y se fue, era mejor hacerlo antes de levantar verdaderos rumores.

Un hombre como él no se ataba a nada, jamás había tenido verdaderos lazos de amistad o de familia. Nunca lo había deseado, pero ojalá alguien hablara de él como Felicity hablaba de Penélope. No podía contar con ello...

Y recordó porque no había vuelto a Inglaterra cuando en un club de caballeros se encontró con su hermano. ¡Diantres! —Aidan, que bueno que has vuelto. Al fin, después de gastar fortunas en tus viajes. Es hora de que busques una esposa, una buena, hay muchas con buenas dotes.

El hermano de Aidan, Alistair, parecía un payaso. ¿Pero quién demonios le dijo que un chaleco púrpura quedaba bien con un abrigo en rojo? —¿Ya acabaste también el dinero de Valery? Que mal por ti. No voy a casarme por conveniencia, Alistair. Me iré pronto, tengo un tour hasta China.

—Agh, nunca has hecho nada por la familia.

—Tú menos, y has tomado todo lo que tenemos y lo has dejado vacío. Y no es mi responsabilidad salvarte el pellejo. Me debo ir. —Y antes de que le dolieran más los recuerdos, salió de aquel lugar. Mejor se alejaba de mujeres como Felicity Featherington, o su hermano creería que acabaría casándose y no pararía hasta acabar con lo poco que él tenía.

Mejor marcharse otra vez y mejor conseguir rápido ese pasaje hasta China.

***

"Peligroso".
Eso dijo, pero a Felicity Featherington, Aidan Trathen le pareció de todo menos peligroso. Era como un niño perdido y muy triste. Un solitario que había escogido serlo porque no deseaba que nadie llegara a lastimarlo otra vez.

Eso o había leído demasiadas novelas y estaba proyectando arquetipos en las personas.
Estando ahí, en camisón y peinándose frente al espejo para atarse el cabello en una trenza, estaba pensando en Aidan Trathen. Era una pérdida de tiempo hacerlo pues sabía que hombres como él no se fascinaban con señoritas como ella. Y como mujer racional que era, mejor parar. Vio entrar a Penélope a su cuarto, también con su camisón y su bata y el cabello suelto y sonrió. —Dime, te ves feliz. ¿Pudiste hablar con tu señor Bridgerton?

—Sí. Y debo agradecerte, mucho, esa idea que tuviste fue maravillosa, espero que haya sido grato tu paseo al menos.

—Fue muy bueno, y estoy feliz que hayas podido hablar con tu pretendiente. Sé ve que él te ama, no dudaría que pronto te proponga matrimonio.

—Niñas, ¡Ay gracias a Dios que están juntas! —Portia Featherington entraba emocionada a la habitación de Felicity y Penélope sabía que venía a contar sus planes. Conocía bien a su mamá. —Hemos sido invitadas al próximo baile Bridgerton, el de Flores y Corazones de la vizcondesa así que mañana iremos con la modista, hay que conseguir vestidos nuevos, para ambas. Tengo un buen presentimiento para las dos. ¿Que colores les gustaría usar?

—Yo quiero azul, madre.

—Verde, me encanta el verde esmeralda. Guantes blancos. Y ¿Podría usar una tiara con mariposas? Es el símbolo familiar.

—Sin duda, sin duda. Felicity, recuerda escribirle a tu madre, quiere saber cómo estás y si has conocido a algún caballero. Te asignará una dote. Puede que tenga dos bodas que organizar esta temporada, me siento tan feliz por eso.

Y la vieron salir tan rápido como llegó y ambas primas comenzaron a reír. —Oh por Dios. Una boda nada más, yo prefiero esperar, conocer mejor a un hombre y luego, ver a dónde nos lleva.

—No tardes mucho, que la sociedad nos llame "solteronas" no es muy agradable.

—Penélope. —Con cariño abrazó a su prima. Entendió que aquellos años de rumores y burlas habían sido suficientes para dañarla. Agradecía tanto que ahora tuviera su final feliz, que hubiera un caballero que la amaba y respetaba sobre todo. Eso quería ella. —Mejor cuéntame qué has pensado para tu boda. Flores, decoraciones, el pastel, incluso el vestido. Sé que has soñado con esto toda tu vida. Ya no serás más una solterona, nunca más, serás la señora Bridgerton, vivirás con el señor Colin Bridgerton y en un par de años, o meses, podrías estarme escribiendo para decirme que tendrás un hermoso bebé.

Y parte de la noche la pasaron hablando de planes de boda. Penélope estaba muy emocionada y enamorada. Felicity solo podía pensar que esperaba que cuando ella se enamorase lo hiciera con la misma intensidad que lo hizo Penélope. Era amor de verdad, amor cómo el que leía en novelas, no esperaba nada a medias... Quería algo completo.

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