14. Una idea

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Le mintió, no pudo creer que le hubiera metido. En ese panfleto de rumores había salido su nombre y el de la mujer que había conocido en Chipre. Estaba enojado por ello porque sabía de quien se trataba.

La denominada "fea del baile"

Penélope Anne Featherinton.

No la había visto por sus viajes, era un bárbaro que evadía la sociedad pero los chismes siempre llegaban a donde sea que estuvieran y sabía de un chisme que había sucedido hacia mucho tiempo atrás. Colin Bridgerton la había rechazado y expuesto en público dejando su reputación por el suelo.
Delante de todos los caballeros de Londres declaró que nunca la cortejaría y mucho menos se casaría con ella. Ahora su mayor rival estaba enamorado, ¿Por qué no debía ser él quien se la pusiera difícil? Penélope era una mujer hermosa, y por lo que sabía de ese chisme, una solterona, no sería difícil coquetearle un poco y que ella fuera cayendo, si nunca había conocido el amor —y estaba seguro de que no—, él podría ser el ganador en aquella partida contra Colin Bridgerton.
Momento perfecto para ser el caballero perfecto que se unía a la sociedad. —Podrías ser mía,  Penélope.  Podrías.

***


Estaba molesto, más que enojado, furioso, pero no con Penélope,  ella era inocente.
Lo que leyó no era algo que podía creer, y sabía que Penélope no había sido porque ya había anunciado su retiro y le creíaa ciegas, confiaba en ella asíque sabia que se trataba de alguien que quería hacerle daño a la mujer que amaba.
Estando en casa de su madre se movía de un lado a otro sin siquiera mirar la bandeja de comida que le habían servido y se movía como un león enjaulado por el salón intentando pensar, pero no pasaba tanto tiempo en Londres como para saber quién podía querer así a Penélope. Solo había un nombre y aquella pérfida mujer no tenía el ingenio como para copiar el de Penélope.

Quien sea que lo hubiera escrito había sido cruel, mucho más cruel que él. —No puedo creer que hayan escrito esto de Penélope, y no pudo haber sido Pen. –se giró viendo a sus hermanas, Eloise y Hyacinth y por fin tuvo una solución clara. —Colin, ¿Te enteraste?

—¿Hablas de la falsa hoja Whistledown? Sí, Hyacinth. Y ahora que las veo sé que pueden ayudarme. Necesito encontrar al autor de esta infamia, Penélope ha sido herida y quiero descubrir quien fue el idiota que se atrevió a difamar el nombre de Pen. –Su voz sonaba temblorosa, tenía miedo porque sabía que sus actos habían puesto algo de miedo en su amada Pen pues, haberle hecho el amor fue celestial... Pero pudo haber dejado consecuencias que la obligarían a hacer justo lo que declaraba aquel pedazo de papel, tenia miedo de exponerla mucho másal ridículoy a ,a burla. Miró a Eloise y le hizo señas para que la siguiera fuera. —nuestra hermana pequeña intentará escuchar pero necesito que hables con Pen y preguntes algo por mi.

—No ha sangrado. –Dijo mirándolo y viendo que palidecía. —Dios, lo sabía. Eres imprudente pero no creí que eras tanto. –Ambos se sentaron en los columpios del jardín y se miraron. —Ella no me lo contó, no explícitamente, pero si dio a sugerir que estuvieron juntos. ¿Eso es así?

—Sí. –Asintió y se pasó las manos por la cara. —Ahora aparece este pedazo infame de papel y necesito averiguar quién... Tienes que ayudarme. Así podré casarme pronto con Penélope y hacer lo correcto.

—Colin no los juzgo. Una vez mamá me contó que cuando se trata del amor, la pasión pasa con mucha frecuencia, y la buena sociedad hace escándalo por eso. Pero casarte con Pen es la solución además de tu deseo.

—Claro que lo deseo, por eso necesito saber como funcionaba para Pen esto de Whistledown y quien está imitando su modo de trabajo.

Eloise asintió y miró a su hermano.  —En las fiestas, Penélope trabajaba porque era invisible, salía de los bailes casi al terminar e iba a las imprentas para publicar. Escribía en el carruaje, me lo confesó. Pero viendo el nuevo panfleto no tiene ni siquiera el mismo tipo de papel o de escritura inteligente y mordaz, va directo a dejar mal a las personas. Solo suposiciones. Sé que no es muy lista para crear algo así pero creo que es Cresida Trombley. Es la única que no ha sido halagada en la revista de Penélope, de forma sutil ha hablado de sus desplantes, su mal genio, su desdén y lo malvada que es con otras señoritas que no poseen su posición. Pero no creo que sea tan inteligente como para haber descubierto a Penélope.

—O tal vez quiere descubrirla. –Ambos hermanos mayores se voltearon para ver a la pequeña Hyacinth de diecisiete años detrás de ellos. La más pequeña de los Bridgerton tenía una capacidad de observación muy buena, lo que le preocupaba a Colin es que hubiera oído mucho más de lo que debía.

—¿Qué tanto sabes?

—Colin, lo suficiente como para querer entrar, descubrir a la falsa Whistledown daría gloria a quien lo logre, y estoy decidida a ser yo. Por cierto, ¿Supieron que llegó una nueva señorita a la ciudad? A casa de las Featherinton, justamente.

—Sí, ahí estuve. Es muy agradable, deberían invitarla junto con Penélope a tomar el té. Mientras, yo me daré un paseo por Bloomsbury. –Dijo Colin levantándose para irse tan rápido como llegó.

—No sé que me impresiona más. El hecho de que esté enamorado o que no haya tocado ni un sándwich de la bandeja de comida que dejaron para él en el salón.

—Definitivamente lo segundo, Eloise. –Dijo Hyacinth en medio de una carcajada. —Pero tiene razón, podemos averiguar más si invitamos a Penélope y a su prima al té.

Ambas asintieron y prepararon su salón para recibir a sus invitadas. Eloise envió una nota a la casa Featherinton y en media hora ya las tenían a ambas en su salón mientras Violet les hacía compañía. La conversación fue desde los viajes de Penélope —aunque ella insistió en que solo fue uno así que debía llamarse "VIAJE"—, hasta los bailes de la temporada. Gracias a Violet se enteraron de que Cressida Cowper, actualmente Twombley, pasaba por una pésima situación económica ya que el conde con quién se casó dilapidó la fortuna de la familia en el juego y las mujeres. —No tiene concepto del dinero. Gasta a manos llenas como si poseyera la fortuna de un duque.

—Penélope. ¿Cuánto ganabas tú cómo Lady Whistledown? –Preguntó indiscreta Hyacinth. Felicity abrió los ojos grandemente mirando a su prima y comenzó a sonreír.

—No puede ser.

—Ay perdona Penélope, pensé que toda tu familia lo sabía.

—Solo mi madre. –Dijo un poco apenada. —Felicity, no le cuentes nada de esto a Prudence o Phillippa. ¿Sí? ¿Y por qué esa pregunta? –Tomó un poco de su té y Eloise sonrió mientras se acomodaba en su sofá relajándose. —No ha cobrado nada la falsa Whistledown.

—Cobrará si le damos tiempo. –Soltó Eloise. —Si es Cressida Cowper, como sospecho, comenzará a gastar mucho dinero. Saquemos cuentas. Tres veces a la semana salía tu publicación Whistledown, cobraban cinco chelines la hoja, tres veces a la semana, son quince. Suponiendo que los habitantes de Londres y sobre todo de la alta sociedad lleguen al menos a quinientas personas, comprando cada uno sin falta la hoja Whistledown todas las semanas, serían siete mil quinientas libras a la semana, treinta mil al mes.
Le sorprendía que Eloise hubiera sacado la cuenta tan rápido. Y ella lo había hecho sin falta por diez años, debía tener una considerable cantidad, pero no tanto. Había dado parte a su madre para mantenerse, pagó mucho de lo que había robado el Lord Featherinton al cual su madre le había quitado la propiedad, también donaba a la caridad, escuelas y ejércitos de paz. No derrochaba a manos llenas. Pero una falsa Whistledown podría hacerlo. —Ya no me queda mucho aunque suena como una cantidad exhorbitante, solo ocho mil. Doné mucho dinero y retribuí los fondos que robó el primo Jack. Además que ayudé a mi madre, y en el viaje que hice también gasté.

Quien quiera que estaba pendiente de sus movimientos se había dado cuenta de eso. Viajar había sido un error, por cuestiones de dinero todos sabían que las Featherinton siempre iban justas pues su condición económica pasaba de estar bien a la precariedad. Todos podrían sospechar de una chica soltera que de pronto hubiera tenido el dinero suficiente como para hacer un viaje sola al continente. —¿Penélope?

—Debo ir... a... ya regreso. –Se levantó rápido sintiendo náuseas además del miedo concentrarse en su cuerpo. Se dirigió a los sanitarios y asearse un poco y sintió como su cuerpo comenzaba a entibiarse. Un bajón y sirviéndose de servilletas, alzó su falda notando como la sangre corría por sus piernas. Su periodo había llegado. Al menos tenía un golpe de suerte y podría quedarse en la ciudad para desenmascarar a la falsa Whistledown.

AZULWhere stories live. Discover now