Porque esa ha sido nuestra suerte

35 - Nuestro destino.

Charly

Habían pasado cuatro meses desde que todo había pasado. Cuando le di la noticia sobre Manín a Vane se puso muy triste, pero poco a poco fue aceptando y asimilando todo. Entendió que Manín, al igual que su mamá, la estarían cuidando desde donde estén y siempre iban a estar en nuestros corazones.

Ahora todo era diferente. Yeimy y yo nos estábamos acostumbrando a nuestra nueva realidad... Ser papás de tres bebés recién nacidos no era nada fácil. En la nueva rutina yo dormía en el sofá mientras ella dormía en mi cama porque obviamente y sobre todo era un caballero, pero después se nos hizo complicado el estar yendo y viniendo de un lado al otro con los bebés, así que comenzamos a dormir en la misma cama, bueno, nos turnábamos porque la verdad mucho no podíamos dormir porque si con un bebé es difícil, con tres ni les digo... Que uno llora porque tiene hambre y empiezan a llorar todos y bla, bla. La noche anterior había sido muy complicada en particular ya que los bebés estaban con cólicos.

Al abrir mis ojos a la mañana la vi descansando; respiraba profundo y había un poco de ojeras por debajo de sus ojos, pero aún así se me hacía la mujer más hermosa del mundo. Elevé mi mano para moverle un mechón de cabello hacia detrás de su oreja y la contemplé por unos minutos, deseando que el tiempo se parara justo en ese momento. Tenerla estos meses en el apartamento me hizo comprender que yo por ella era capaz de lo que sea y reafirmé que la amaba con todo mi corazón, que quería hacer esto bien, no solo por los niños sino por nosotros. Habían sido ya varias veces las que intenté decírselo pero siempre pasaba algo que me impedía hacerlo.

Acaricié su mejilla lentamente y entre un gemido somnoliento abrió los ojos.

- ¿Qué pasa? - susurró con los ojos apenas abiertos.

- Nada, seguí durmiendo - le susurré con una sonrisa.

- ¿Qué hora es? - preguntó frotando sus ojos para luego girar su cabeza hacia la ventana.

- Las siente y media.

- ¿Vos te quedás despierto?

- Si - sonreí. - Dormí que lo necesitás, dale, vení.

Rodeé con mi brazo su cintura inconscientemente para atraerla hacia a mí.

- No hagas eso - susurró con un tono rendido y volvió a su lugar dandome la espalda. 

- Yeimy, princesa, creo que debemos hablar... - aseguré mientras elevaba mi torso para apoyarme en mi antebrazo.

- ¿Princesa? - preguntó dandose la vuelta nuevamente para mirarme con el ceño fruncido.

- ¿Qué?

- Hacía mucho tiempo ya que no me decías así...

Alzó las cejas con sorpresa pero sus labios estaban serios, como si le diera igual.

- De eso quería hablarte precisamente - dije un poco nervioso.

- ¿Mh? - alzó las cejas seria.

Iba a decirle pero en un instante, la paz fue rápidamente interrumpida por un llanto.

Yeimy se levantó enseguida y tomó rápidamente en brazos a Evan para que los otros no se despertaran.

- Eh Ave María con vos - susurró mientras lo mecía.

- ¿Tendrá hambre? - pregunté con voz baja.

- Tal vez - dijo sentandose en la cama.

- Vení te ayudo.

- ¿Cómo? ¿Le vas a poner el pecho en la boca? - rió suavemente.