Acto -5 Maya

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Maya lanzó una maldición al cielo. Estaba tan concentrada paseando por el Museo que olvidó que había venido con el grupo de estudio. El tiempo pasó volando mientras intentaba replicar en su bloc de notas los jeroglíficos del sarcófago egipcio en exposición y no escuchó a la profesora avisarles que avanzarían a la próxima sala.

—Concéntrate, Maya —le dije.

—¿Por qué mejor no me dices dónde estás y me ahorro la vergüenza? —replicó—. ¿Titiritero?

Suspiró agotada.

Perdida, comenzó a recorrer los pasillos en busca de sus compañeros de clase. Por unos instantes pensó en ir a la recepción y que la anunciaran como perdida, pero le resultó muy vergonzoso. Ya no tenía ocho años como esa vez que se perdió en el zoológico.

El teléfono vibró en el bolsillo de sus jeans. Marcus se lo había regalado para que se mantuviera comunicada. Elena al parecer había recuperado la señal.

—¿Dónde estás? —preguntó Elena, regañándola.

—Me perdí —contesto Maya, avergonzada.

—Estamos en los almacenes, la profesora dice que sigas el recorrido y te unas con nosotros aquí.

—¿Qué era lo siguiente en el recorrido?

Escuchó a Elena maldecir del otro lado del teléfono.

—El arte durante la I Guerra Mundial. No te tardes, me he ganado un buen regaño por tu culpa —pidió antes de colgar.

Maya entró en la galería buscando la copia de "Metrópolis" de George Grosz, un lienzo inspirado en la ciudad de Nueva York. El cuadro sería ideal para completar la tarea. La sala estaba vacía, a excepción de un muchacho que miraba enternecido el cuadro de Grosz. Vestía un atuendo elegante y moderno que encajaba con los colores de la pintura, como si formaba parte de esta.

Maya se acercó a él, imaginando su contorno entre las personas que corrían por las calles de la ciudad. Se detuvo bruscamente al ver lo que sostenía en su mano.

—Está prohibido fumar en los museos —regañó. Si algo odiaba más que nada era la falta de respeto al arte.

El chico la miró, arqueando una ceja.

—No estoy fumando. —Levantó su mano para mostrarle el cigarrillo electrónico.

—Es fumar, igual —puntualizó.

El chico guardó el cigarro en su bolsillo en una maldición y continuó admirando la pintura. Maya se detuvo a su lado, examinándolo con curiosidad. Con el rabillo del ojo recorrió su semblante, desde el cabello negro recogido con una liga que le llegaba a la altura de los hombros hasta la etiqueta con el nombre de un hospital pegada a su camisa. Él notó la dirección de su mirada y sonrió. ¿Tendría algún familiar enfermo?

—Es de mi segunda entrevista de trabajo —explicó, arrancándose la etiqueta—. En ninguna de las dos me han aceptado.

—¿Por qué crees que no te han aceptado?, eh...

—Javier o Javi, como prefieras —indicó al notar que no sabía su nombre—. En el centro comercial encontraron a la persona indicada antes que yo llegara a la entrevista. El segundo..., no era para mí —concluyó, con voz apagada.

—Tal vez te elijan. La vida es como el juego de la garra, solo es cuestión de elegir el premio correcto —le guiño un ojo, dándole aliento. Lamentablemente, ella era horrible en ese juego, y en cualquier otro que dependiera de la suerte.

El chico la miró perplejo. minutos antes lo estaba regañando y después le daba consejos.

—Lo siento, me he pasado. Ni siquiera te conozco y...

—Tal vez eres mi grillo de la suerte —contestó con una sonrisa. Sus ojos azules se posaron en ella, evaluándola.

Maya soltó una carcajada.

—No creo que sea el grillo de la suerte de nadie, todo lo contrario.

El chico se encogió de hombros, revelando una cicatriz en el cuello que rápidamente cubrió. Maya apartó la mirada hacia el cuadro, con las mejillas sonrojadas.

—¿Qué sientes cuando lo miras? —le preguntó. Había tenido la pregunta en la lengua desde que lo vio frente a él.

Javier volvió a mirar, concentrándose.

—Nada... y a la vez, todo —murmuró.

Maya sintió un apretón en el pecho al escuchar sus palabras. Era la misma sensación que experimentaba al contemplar una obra de arte de tal magnitud. Se lo apuntó mentalmente para añadirlo a su tarea más tarde.

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N

/A: Primer encuentro entre los personajes principales. En esta primera parte del libro veremos la historia individual de cada personaje narrada por el Titiritero.

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