Acto 29

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Javier se detuvo frente al baño cuando escuchó la puerta cerrarse. Sin mirar atrás se introdujo bajo la ducha, necesitaba aliviar el calor que lo recorría desde que sus labios hicieron contacto con la piel de su cuello. Tenía un lunar rojizo justo donde dio ese último beso y de no haber pactado una tregua de "lento" Javier hubiese continuado el descenso. No estaba del todo seguro si lo que había hecho estaba correcto, estando Marcus viviendo bajo su mismo techo, pero Javier no se arrepentía de intentar algo con ella. Toda su vida se había practicado deportes de riesgo y consideraba al amor, el más peligroso de ellos.

Al salir de la ducha vio la ropa que le había prestado en el toallero. Javier recordó el momento en que se había despertado a mitad de la noche por los truenos. Maya dormía tan plácidamente sobre su pecho que no quiso despertarla, así que, sin decir nada, la abrazó. Necesitaba tanto el contacto que la sensación cálida le asustó más que la tormenta afuera. Él llevaba viviendo en una eterna tormenta después del accidente y por primera vez, deseaba vivir. Quería terminar la universidad y participar, al menos, en una expedición de Paleontología. Se negaba a renunciar a sus sueños.

Al salir encontró a Marcus afuera. El chico se había puesto unos de sus habituales conjuntos deportivos y se dirigía al patio a entrenar. Al verlo lo saludo con una amable sonrisa.

—Hola, ¿estás bien? —le preguntó.

Javier se tensó un poco. La noche anterior había dormido en el sofá con su exnovia y esa mañana habían acordado empezar a salir. Javier no sabía si aquel era el mejor momento para sentarse a hablar con el sobre Maya. No sabía cómo reaccionaría Marcus, pero Javier no veía ético que Maya lo visitara sin antes avisarle. Comenzaba a considerarlo un amigo y no quería ver su relación romperse por un malentendido.

—¿Javier?

—Estoy bien —respondió. Había pasado tanto tiempo inmerso en sus pensamientos que había olvidado su pregunta.

—No sé, es que a veces te pones un poco raro cuando hay tormenta.

Javier se despeinó un poco el cabello, nervioso.

—Lo sé.

Marcus asintió.

—¿Podemos hablar? —preguntó Javier con seriedad. Marcus alzó una ceja, confuso.

—Necesito calentar, tengo una competencia en la tarde y con la tormenta no pude llegar más temprano. Pero si es urgente puedo esperar.

Javier negó con la cabeza.

—Está bien, podemos hablar después.

Marcus le dio una palmadita en el hombro antes de marcharse. Javier continuó su camino hasta la habitación. Intentó estudiar, pero no logró concentrarse, tampoco pudo avanzar en la clasificación de los fósiles que pronto participarían en una exposición en el Museo.

Acostado en la cama, miró al techo sobre su cabeza. Había algo que debía hacer. No podía continuar si antes no cerraba una etapa importante de su vida. Sacó el teléfono del bolsillo de sus pantalones y marcó el número de la única persona que podía aconsejarlo.

—¿Javi? —escuchó al finalizar el tono.

—Hola, Hanna.

—¿Estás bien? Sé que anoche hubo una tormenta...

—No es por eso por lo que te llamo —interrumpió—. ¿Quería saber si tenías la tarde libre?

—Sí, ¿iremos a visitar a Elías?

—No, quería saber si querías tomar algo.

Escuchó un sonido de sorpresa desde el otro lado.

—Por supuesto —contesto ella al cabo de un segundo.

—Pasaré por tu casa a las tres.

—Bien, te estaré esperando —dijo antes de colgar.

Javier se colocó una almohada en la cabeza. Tenía tantos sentimientos encontrados que era difícil saber dónde empezaba uno o terminaba el otro. Elías siempre había estado apoyándolo y acompañándolo en sus locuras y, aunque extraña sus consejos, debía hacer esto solo.

—¿Qué he hecho, Titiritero?

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N/A: Capítulo final de la parte 1. ¿Qué le parecieron ambas historias? ¿Qué sucederá a continuación?

TITIRITEROWhere stories live. Discover now