Acto 8 -Maya

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Maya se volteó para ver a Marcus abandonar la cama para ir al baño. Aunque aún estaba molesta con él, había estado esperado la llegada del sábado. Sus ojos se posaron en los definidos abdominales y en la forma en que su cabello rubio se rizaba por el sudor. No se molestó en cubrirse con una bata cuando se levantó y lo abrazó por la espalda.

—¿Por qué siempre te vas cuando terminamos? —le preguntó—. Las parejas normales se quedan abrazadas o hablan de cualquier cosa trivial.

Él se volteó para verla de frente. Su mirada se dirigió a su pecho y luego más abajo. Tragó saliva y apartó la mirada.

—No somos como las otras parejas, Maya —respondió con voz temblorosa—. Creo que eso quedó claro desde el principio.

Maya le dio un golpe en el pecho.

—Dios, Marcus, ¿por qué eres tan difícil?

Marcus señaló hacia el baño con el mentón.

—¿Por qué no nos damos un baño y hablamos?

—Está bien —aceptó sin estar completamente convencida.

Marcus se adelantó para llenar la bañera y colocar los aceites. Una vez que estuvo todo listo, se asomó por la puerta y le hizo señas a Maya para que lo acompañara. La chica se había cubierto con una de esas batas de baño que siempre colocaban en los hoteles y esperaba viendo la televisión.

Caminó hacia el baño sin dejar de fruncir el ceño. Ella quería más de lo que él podía ofrecerle, necesitaba más. Mientras se limpiaba una lágrima en su mejilla, se metió junto a él en la bañera. Marcus había puesto una selección de música desde su teléfono. Siempre que tenía una emoción con la que no podía lidiar, escuchaba música. Maya se había acostumbrado tanto a su forma de expresarse que no necesitaba que él pronunciara una palabra para entenderlo.

—¿Qué sucede? —le preguntó Marcus—. Has estado actuando extraño.

«Me he enamorado», pensó mientras tomaba la esponja y se la pasaba por los brazos.

—Maya, ¿qué sucede?

Las manos de Marcus sustituyeron a la esponja con una caricia dulce, ella se estremeció ante el contacto. Cuando eran amigos, hablaban de sus sentimientos sin tapujos, pero desde esa noche en la que borrachos hasta los pies terminaron durmiendo juntos, no habían vuelto a hablar como antes. Maya no sabía si se habían unido por repetir la experiencia o por la vergüenza de esa noche.

—Date la vuelta, te lavaré la espalda —le dijo. Maya obedeció.

Marcus tomó la esponja y la empezó a frotar su cuello y luego bajó a la espalda.

—Lo siento, sé que no esto no ha salido como esperabas, Maya. Pero fui sincero contigo desde el principio. Yo...

—Lo sé.

—Me importas, demasiado. Pero no siento lo mismo que has llegado a sentir por mí.

Maya apoyó la espalda en su pecho, él la rodeo con sus brazos.

—Te quiero —le dijo y ese nudo que llevaba tanto tiempo atorado en su garganta se alivió.

Él le dio un beso en la frente.

—Lo sé, siempre lo he sabido —confesó para su sorpresa—. He sido un maldito egoísta al permitirme estar a tu lado sabiendo lo que sentías. Tenía tanto miedo de perderte que termine haciéndolo.

—¿Te arrepientes de esa noche?

Maya aún recordaba la expresión que había puesto Marcus al despertarse esa mañana con ella entre los brazos. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, el vínculo que se había formado y al mismo tiempo se había destruido.

Marcus la obligó a voltearse para mirarla a los ojos.

—Nunca.

—Odio que las cosas hayan cambiado entre nosotros. No quiero seguir viviendo en una mentira —confesó Maya.

—Maya, prefiero dejarte ir a retenerte sin poder responderte como deseas. No soy ese tipo de hombre.

Maya se tensó en sus brazos.

—No esperes lo que nunca va a suceder —le dio un beso en el cuello y otro en la mejilla.

—Te quiero y siempre te querré —le dijo Maya en una sonrisa triste.

Marcus besó sus labios con ternura.

—Eres mi persona favorita, Maya. La única en quien confío, la única con la que puedo ser yo mismo.

Maya asintió. Aunque le dolía admitirlo, sabía que estaba tomando la mejor decisión

—No importa el tiempo que necesites para sanar Maya. Esperaré a que le des a este idiota una nueva oportunidad de estar en tu vida. Siempre estaré cuando me necesites.

No hablaron en los siguientes minutos mientras se lavaban y acariciaban con lágrimas en los ojos. Cuando Marcus salió de la bañera un tiempo después, ella decidió quedarse allí un rato más.

—Maya —le dio un beso en la palma de la mano—. Lo siento.

Maya escuchó la puerta cerrarse al igual que su corazón.

—¿Por qué todas las personas que quiero me abandonan, Titiritero?

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