Acto 10- Maya

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Maya se levantó esa mañana con un horrible dolor de espalda. El sofá cama que le había preparado Elena en la sala era más cómodo que su cama, pero aun así lo extrañaba. Estiró los brazos y Cleopatra, la gata siamesa de su amiga, saltó al suelo. Al parecer, había dormido toda la noche sobre su abdomen.

—Te ves fatal —le dijo Elena, trayéndole una taza de café. Maya sonrió al comprobar que era un frappuccino.

—Estoy fatal, terminé con Marcus y estoy cansada de lidiar con los ataques de mi madre.

Elena dobló la manta para sentarse a su lado. Max, un viejo perro pastor que había perdido parte de la visión, se acostó los pies de su dueña. Noé le empujó la mano a Maya, pidiéndole para que le acariciara la cabeza. Era un mestizo pequeño de color blanco con manchas negras. Siempre que veía a Maya, corría a jugar con ella.

—Todavía me tienes a mí —la consoló Elena.

Maya sonrió.

—¿Y si nos hacemos otro tatuaje? —bromeó.

Elena le dio un codazo.

—Todavía no sé cómo me convenciste de hacernos el Anj.

—Porque nos queremos —dijo Maya, poniendo ojitos tiernos.

Elena puso los ojos en blanco.

—Estar deprimida te pone los niveles de azúcar por los cielos, maldita cursi.

—Lo dice la que estuvo toda la noche llorando por...

Elena se levantó tan rápido que casi le voltea el café. Maya, aunque estaba feliz por el encuentro de su amiga con el chico que formaba parte de su pasado, entendía las razones de su preocupación.

—Apresúrate, tenemos un examen hoy —informó Elena mientras caminaba hacia la cocina.

Maya, al ver que no bromeaba, corrió tras de ella, no sin antes estirarse unas cuantas veces por el camino.

—¿Estás bromeando? —le preguntó.

Elena negó con la cabeza.

—Margot hará un examen hoy. Procura no suspender.

Maya se cambió de ropa lo más rápido que pudo. Treinta minutos después, tomaron el autobús hacia la universidad. Maya no pudo evitar observar a cada persona buscando al chico del museo. Rindiéndose, se volteó para ver a Elena, quién leía en su teléfono. Decidió no interrumpirla.

Al llegar, lo primero que hicieron fue revisar las calificaciones en el mural

—Hendrix me ha suspendido —dijo Maya, señalando la hoja en el mural con los resultados. Los profesores solían colocarlos a la entrada de la Facultad junto a las tareas pendientes.

—¿Copiaste de nuevo? —preguntó Elena, arqueando una ceja.

Maya asintió avergonzada.

—¿Tuviste tiempo de estudiar para este examen?

—No, y a menos que tenga un narrador amable que quiera dictarme las respuestas —alzó la voz—. Estoy acabada.

—¿De qué hablas Maya?

Maya frunció el ceño al no escuchar la respuesta que esperaba.

—Vamos, espero que al menos la suerte se siente a mi lado o tú.

—No dejaré que copies de mi examen, estudia.

La mandíbula de Maya tocó el sueño.

—Eres una mala amiga —gruñó.

—No, soy una buena, por eso te he hecho apuntes de todo lo que saldrá en el examen. Aún tienes tiempo para aprenderte algo antes que Margot llegue en el segundo turno.

Elena buscó los papeles en su casillero y se marchó a clases. Maya se sentó en el área de descanso a estudiar, se saltaría el primer turno para intentar salvar la materia con Margot. Estaba concentrada en los apuntes cuando vio unas botas moradas frente a ella. No necesitaba alzar la vista para saber que era Mónica.

—¿Qué quieres? —dijo con brusquedad.

—Solo quería hablar contigo.

Maya alzó la cabeza para enfrentarla. Mónica vestía un overol de mezclilla y llevaba el cabello rubio en pronunciados bucles sobre sus hombros. Maya vestía un conjunto similar, pero sin tantos adornos. Las botas que llevaba Mónica costaban más que lo que recibía de su padre en un mes.

—No tengo nada que hablar contigo, de todas formas, estarás criticándome en tus redes de moda en menos de una hora. Déjame en paz.

—Escuché que Marcus te dejó.

Maya suspiró. ¿Cómo se había enterado tan rápido?

—No es tú problema.

—Lo es cuando el deportista más codiciado queda soltero. ¡Será una gran noticia! —exclamó—. Marcus no se había fijado en ninguna chica hasta que tu llegaste y ahora por fin está libre. Tienes dos opciones, o me cuentas como sucedió o lo invento.

—Madura Mónica, ya no estás en la preparatoria. Ocupa tu tiempo en algo más importante y déjame estudiar.

Mónica frunció el ceño.

—Lo haría, solo si me ayudas con Hendrix.

—Lo siento, no me interesa —dijo Maya, volviendo la vista a los apuntes.

Mónica estiró el cuello. Maya, sentada, le sacaba más altura.

—¿Por qué yo? —preguntó intrigada.

—Porque eres su nuevo interés. No hay nadie más que pueda hacerlo.

—Ya a esta altura la directora debería haber notado la cantidad de chicas que suspende en su asignatura. Habla con ella.

—Te lo estoy pidiendo a ti —suplicó—. No quiero que ese abusador siga saliéndose con las suyas. Nadie me cree.

—Búscate otro conejillo de india —repuso Maya con sequedad—. Ya tengo suficientes problemas con Hendrix como para provocarlo más. Lo siento.

—Fuimos amigas una vez —le recordó.

—Deberías habértelo pensado cuando hiciste pública mi vida —gritó—. Arruinaste la carrera de mi padre y, por tu culpa, ya no me habla. ¿Quieres seguir los pasos de tu madre y seguirle dando secreticos? Adelante, pero déjame fuera.

—Te he pedido mil disculpas, Maya. Mamá iba a ser despedida, necesitaba algo sólido.

—¿Y exponer la separación de mis padres lo era? Ah, pero no quedo ahí, ¿verdad? Hicieron una campaña en su contra, lo acusaron de ser infiel, de golpear a mi madre —la acusó—. Nada de lo que dijeron fue verdad.

—Lo siento. Sé que nada de lo que te diga va a cambiar lo que les hice, pero necesito tu ayuda. Nadie pruebas —tragó—, él me...

—No me importa lo que haya pasado —interrumpió Maya—. Vete.

Mónica crispó los puños.

—Te pasas la vida odiando a los demás por alejarse de ti, pero eres tú quien los obliga a irse, Maya. —Le sacó el dedo del medio—. Púdrete.

***🎬***
N/A: Hola a tod@s. ¡Gracias por seguir por aquí dedicándole tu tiempo a esta historia! Creo que todas tenemos una amiga como Maya que a pesar de ser inteligente le gusta copiar y saltarse los exámenes.

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