Acto 28

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Javier se sentó a ver una película en la sala de su apartamento después de regresar del trabajo y preparar la ropa del próximo día. Eva le había llamado para decirle que Elías continuaba sin mostrar mejoría y que posiblemente lo trasladaran a otra sala. Treinta minutos después, Javier apagó el televisor. Ni siquiera sabía de qué trataba la película. Miró por la ventana, la lluvia fuerte lluvia solo lo alteraba más.

El timbre sonó insistente una y otra vez. "¿Quién se atrevería a salir durante una tormenta?", se preguntó Javier mientras se dirigía a la puerta. Una chica de ojos verdes y cabello rojo fuego lo miraba sorprendida desde el otro lado. Tenía la ropa empapada y los tenis de rayas salpicados de barro.

—¿Grillo? —preguntó sorprendido.

Maya miró el número de la puerta y luego a él.

—¿Vives aquí?

Javier asintió. ¿Cómo había dado con su dirección?

—Yo... —la voz le tembló—, estoy buscando a Marcus. ¿Este es su apartamento?

—Sí, pero ha salido con un amigo antes de que comenzara a llover.

—Ah —respondió ella sin ganas.

La chica pareció débil, tenía el semblante pálido y la ropa pegada al cuerpo por la humedad. ¿Por qué había venido caminando bajo la lluvia? ¿Cuál era su relación con Marcus? Javier sacó todas estas preguntas de su cabeza cuando la escuchó estornudar.

—Entra, te vas a resfriar.

Se apartó para darle paso. Maya dudó unos instantes antes de acceder. Luego puso un pie adentro, incómoda.

—Pasa al baño. Te voy a prestar unas toallas y algo de ropa para que te cambies —le dijo—. Marcus tardará en llegar.

Javier le indicó dónde estaba el cuarto de baño, le dio una de sus camisas y un pantalón deportivo de color gris. Cuando Maya se encerró en el baño, Javier se dirigió a la sala para darle privacidad. Al salir, Javier no pudo apartar la vista de ella. Tenía la nariz rojiza de tanto frotársela y la camisa le quedaba un poco grande. Se había doblado los extremos del pantalón para caminar. El corazón de Javier se aceleró cuando la vio temblar.

—Ven, siéntate —le dijo, apartándose para dejarle un espacio en el amplio sofá azul. Maya se sentó junto a él, manteniendo cierta distancia.

—Gracias.

—¿Qué te ha pasado? —le preguntó al ver el vendaje que tenía en la cabeza.

—Me caí —respondió rápidamente.

Javier frunció el ceño. Lo único en lo que podía pensar era en Marcus. ¿Y si le había pegado? Javier nunca imaginó que fuera ese tipo de hombre.

Se levantó y fue a la cocina, tratando de aliviar su enfado. Esperó a que el agua hirviera y luego regresó a la sala con dos tazas de té. Mientras estaba en la cocina, escuchó a Maya estornudar en varias ocasiones.

—Toma, te sentirás mejor —le dijo mientras le entregaba la taza.

—Gracias, Javi. Lamento el inconveniente.

Javier colocó su taza en la mesa de centro después de beber.

—Después de que te negaras a darme tu número, lo último que esperaba era que vinieras a mi casa. Pareces toda una acosadora.

Maya le dedicó una sonrisa ligera.

—No sabías que vivías con Marcus.

Javier frunció el ceño.

—Eso tampoco me lo esperaba —confesó. "De todas las chicas del universo, tenía que ser la novia de mi compañero de piso", pensó mientras la observaba detenidamente.

La chica pasó una mano por su cabello que no paraba de gotear sobre el mueble.

—Lo siento por lo del teléfono, no estaba lista todavía.

—Entiendo —respondió Javier.

Se levantó a buscarle algo para el resfriado y otra toalla. Al regresar, puso todo en la mesa. Ella lo miró sorprendida.

—Para la cabeza —explicó—. Parece que hace un mes que no te peinas, grillo.

Maya movió los labios y esa leve curvatura de su boca hizo que Javier sintiera un cosquilleo.

—Gracias.

Maya tomó las medicinas y secó con cuidado su cabello.

—Déjame ver —dijo señalando la venda. La chica ladeó la cabeza para darle acceso—. Está un poco húmeda, pero creo que aguantará. No debiste venir durante la tormenta.

—Lo sé, pero no soy buena controlando mis impulsos.

Javier se puso serio.

—Sé que esto no es asunto mío —suspiró—. ¿Él te golpeó?

Maya negó.

—Nunca me haría eso. Yo... peleé con mi mamá y terminé golpeándome la cabeza. Marcus no tiene nada que ver. Fui yo quien terminó lastimándolo. Posiblemente nunca me perdone.

Javier se sintió incómodo al ver cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. No sabía que decir ni que hacer en una situación así.

—Puedes quedarte y esperarlo —dijo Javier—. Pero dudo que pueda regresar hoy con esta tormenta.

—No te preocupes, me marcharé —Maya dejó el té encima de la mesa y caminó en dirección a la puerta. Javier la sostuvo del codo.

—¿Crees que te voy a dejar ir durante una tormenta? —le preguntó, enojado—. No sé cómo se tomará Marcus que estes aquí, pero no te dejaré ir así.

Maya bajó la vista al suelo.

—Lo siento Javier, pero no puedo. Ya has hecho mucho por mí, gracias.

Javier entreabrió un poco la puerta para que Maya viera lo que le esperaba si salía. Ya era de noche y la tormenta no parecía disminuir.

—No me molesta que te quedes, estás herida y necesitas descansar.

—Lo siento.

—No te disculpes todavía, aún puedo denunciarte por acoso.

Maya esbozó una media sonrisa.

—¿Te apetece ver una película? —preguntó Javier.

—Por favor, que no sean las de deportes de las que tanto me hablaste.

Javier levantó las manos.

—Está bien, propón algo y lo sometemos a votación.

Maya se llevó la mano al mentón, pensativa.

—¿Qué te parece si vemos la historia de una chica con el corazón roto que tiene encuentros desafortunados con un chico guapo que parece tan triste como ella, y cuando por fin salen juntos él le pide su número para una cita formal, pero ella se niega porque ha terminado recientemente con su novio, quien, para romper todos los clichés del guion, es su compañero de apartamento?

—¿Sabes lo mejor de esa película? —preguntó Javier, sosteniendo su mirada. Maya negó—. Qué aún no se ha escrito un final.

TITIRITEROWhere stories live. Discover now