Capítulo 11

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La pareja continúa caminando hasta llegar a la casa de Laura ya en la puerta y, con los nervios aún, a flor de piel a Laura le viene otra cosa más a la cabeza.

—¡Voy a llegar tarde!—gritó Laura a Michael.

—Tarde, ¿dónde? —preguntó Michael, asustado.

—Claro, que no te había comentado nada. Verás, estuve en el cementerio con la madre de Evelin y me invitó a una de sus charlas —explicó Laura amablemente la situación a Michael.

—Y ¿a qué hora es la charla?

—A las 5 y son las cuatro y media, sintiéndolo mucho, tengo que irme —se despidió Laura, dando un beso en la mejilla a Michael.

Se puso en marcha, caminaba lo más de prisa que podía, pero parecía que sus pies no querían avanzar demasiado. Laura nunca había estado en ninguna de las charlas de la señora Anniston y eso que las llevaba impartiendo cerca de un año, en cierto modo, se sentía culpable.

Pero lo que realmente le interesaba era llegar a tiempo a sí, que no se lo pensó dos veces.

Se guardó la pluma en el bolsillo y echó a correr. Para su suerte, un coche paró a su lado para preguntarle.

—Laura, cariño. ¿Te llevo a algún lado?

—Señora Anniston, no sabes la alegría que me da verla. Ahora mismo, me dirigía corriendo a su charla —dijo Laura, intentando recuperar el aliento.

—Sube, cariño que te llevo— abrió amablemente la señora Anniston la puerta de su coche.

—Gracias, de verdad que lo agradezco mucho.

En el trayecto, Laura se puso nerviosa, no sabía hasta qué punto la señora Anniston hablaba de Evelin en sus charlas y, absorta en sus pensamientos, comenzó a barajar los posibles temas de los que podía hablar la madre de Evelin.

Y si habla sobre relaciones, es decir, sobre lo peligrosas que pueden ser(...)claro que ella no sabe la de cosas que Evelin se guardó para ella, la única que lo sabe, soy yo, que soy la que leo su diario (...)ahora que lo pienso ¿debería de haber dejado que la señora Anniston hubiera leído el diario de su hija? Debería calmarme un poco, pero es que estoy muy nerviosa. ¿Y si me manda intervenir? ¿Qué digo? Hay, no sé qué hacer, creo que no debería haber aceptado la invitación.

—Bueno, ya hemos llegado —comentó con una sonrisa la señora Anniston

—Es un lugar bastante grande, ¿viene mucha gente? —preguntó Laura saliendo del coche.

—La verdad es que sí.

—¿Qué tipo de gente? —preguntó Laura muy curiosa.

—En su mayoría son adolescentes, la franja de edad diría que está entre los 16 y 20 años de edad, como puedes comprobar, gente bastante joven que ya ha sufrido las consecuencias del amor —comentó apesadumbrada la madre de Evelin

Laura se dio cuenta de que la señora Anniston tenía mucho rencor en su interior y eso la intimido un poco. Porque ella sabía demasiado, ella sabía todo sobre Evelin y Evan y, en cierto modo, eso la hacía sentir cómplice de Evelin.

De lo que sí estaba segura era que por nada del mundo contaría nada de lo que había leído en el diario.

Ambas entraron al salón de actos. Laura miraba a su alrededor y pudo comprobar que solo había sillas y un escenario grande.

La señora Anniston se puso a colocar las sillas de forma circular y una silla más grande en medio del círculo.

—Laura, cariño, ¿podrías acercarte, por favor? —Pidió amablemente la señora Anniston a Laura.

—Claro, dime qué necesitas.

—Mira, había pensado en dar hoy a mis chicos una sorpresa.

—¿Qué clase de sorpresa?—preguntó Laura preocupada.

—Como es la primera vez que vienes, había pensado que quién mejor que tú para hablarnos sobre el amor y sus efectos secundarios.

—No se lo tome a mal, señora Anniston, pero creo que no soy la persona más indicada para hablar sobre eso como sabe. A mí, gracias a Evelin me va bastante bien con Michael —argumento Laura.

—No me refería a eso, quiero que expliques los cambios que Evelin sufrió por culpa del amor.

—Lo que me está pidiendo es muy difícil para mí, no sé si seré capaz de hacerlo —dijo Laura cabizbaja.

Las cosas para Laura empezaban a ponerse muy complicadas. Por un lado, tenía que seguir guardando el secreto que Evelin le otorgó antes de su partida.

Por otro lado, delante de ella tenía a una madre destrozada que aparentaba felicidad, pero que aún tenía muy fresca la herida del suicidio de su hija.

—Sé que lo que te estoy pidiendo es muy difícil, tan solo te pido que cuentes lo que puedas. ¿Me ayudarás?—preguntó la señora Anniston mientras tocaba suavemente la cabeza de Laura.

—Está bien, contaré lo que pueda— accedió Laura amargamente.

Te Recordare Evelin Segundo libroWhere stories live. Discover now