Capítulo 17

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—Muchas gracias, no sabes de qué me has librado —agradeció la señora Suárez, besando la frente de su hija.

—Una parte de mí me dijo que era mejor intervenir.

—¿Se puede saber de qué va todo esto?—preguntó confusa la señora Suárez.

—Creo que la señora Anniston me ha puesto una detective privada —respondió Laura.

—Anda, anda, no digas bobadas, por favor, Laura. ¿Para qué iba a hacer eso?

—Eso es lo que estoy averiguando —Argumentó Laura.

—Mira, no sé en qué andas metida con Michael, pero como me enteré de que es algo malo, te la vas a cargar —comentó la señora Suárez, bastante enfadada.

—Ves, mamá, por eso no te digo nada, nunca crees nada de lo que te digo, paso de esto vale.

Lo único que te pido es que te alejes de mi vida, puedo apañármelas yo sola hasta luego —se despidió Laura dando un portazo a la puerta de su casa.

Michael no se hizo esperar demasiado, y cuando hubo llegado a casa de Laura, pudo notar que no había pasado nada bueno. Como siempre, Michael abrió la puerta del copiloto y Laura se sentó a su lado.

—Cuenta, soy todos oídos —saludó Michael amablemente a Laura.

—La señora Anniston preguntó a mi madre si yo, alguna vez, le había comentado algo de lo que está escrito en el diario —comentó Laura llorando.

—¡No me jodas! Vale, vamos a ponernos en marcha. Que tengo en casa la cena, te prometo que, cuándo lleguemos, lo hablamos todo con más tranquilidad.

Michael puso en marcha su coche y llegaron a un bloque de apartamentos. Él vivía en el tercer piso, no era un piso muy grande, pero para una persona valía. El pisito se componía de:

Un salón con una televisión de plasma enfrente de un sofá-cama, una cocinita modesta, dos habitaciones y un cuarto de baño no era mucho, pero Michael se sentía muy orgulloso de lo que había conseguido con su modesto sueldo de cajero.

—¿Qué ordenado tienes todo?—comentó Laura, algo nerviosa.

—No todos los días, tiene uno el placer de recibir a tan hermosa visita —respondió Michael sonriendo.

—¿Por qué en tu casa? —preguntó Laura.

—Bueno, ya sabes que hace tiempo que quiero enseñarte el piso, pero si estás incómoda, podemos cenar en el parque de enfrente.

Una de las cosas bonitas que tenía el bloque de edificios donde Michael vivía era el paisaje. Desde la ventana del salón, se podía ver un hermoso parque lleno de jardines y muchas mesas, donde poder sentarse.

—Me gusta tu piso, estoy muy orgullosa de ti —besó Laura, la mejilla de Michael.

—Entonces, en ese caso, ven conmigo al salón.

Una vez que hubieran llegado al salón, Laura pudo ver una mesa grande en una de las esquinas, encima de la mesa, dos platos, dos copas muy elegantes y una vela con forma de corazón que desprendía olor a vainilla.

—No me esperaba todo esto, Michael —dijo Laura sonrojándose.

—Bueno, solo quiero que estés cómoda, y nada, espero que te guste la cena —retira la silla amablemente para que Laura se pudiera sentar.

Michael trajo de la cocina unos tallarines a la carbonara. Se había pasado toda la tarde cocinando, no se le daba bien la cocina, pero para Laura haría lo que fuese solo por verla sonreír.

—Espero que te gusten —dijo Michael, nervioso.

—Seguro que me encantan, ya lo verás.

Y así fue, le gustó tanto que repitió dos veces. Michael estaba loco de contento porque aún quedaba por comer el postre, siempre y cuándo Laura aún tuviese hambre.

Te Recordare Evelin Segundo libroWhere stories live. Discover now