12. Más fuerte

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Ya había sobrevivido a mi primera semana en esta cárcel de lujo y no creo poder soportar más, ni quiero hacerlo. 

Todos los días tenía mis terapias con Peter quien está decidido a darme mi espacio por lo que ahora simplemente hablamos de cosas muy banales y mi irremediable odio por este lugar.  

También están las terapias grupales en las que me la paso escuchando a Ed platicarme sobre las películas que le gustan y las que no, al parecer es un cinéfilo. Nuestras pláticas no tienen relevancia y no nos ayudan a ser mejores personas como Magie espera pero al menos estamos hablando y ella se conforma con ello. Todos ganan.

En fin, hoy es un bello sábado de libertad, o algo por el estilo; tengo el día libre para hacer lo que quiera mientras no implique salir de este lugar a menos que tenga un permiso y un guardia que me acompañe. Pero me conformo con no tener que ir a ninguna terapia el día de hoy

Me desperté como a las 12:00 del día porque soy una completa vaga; y sin  prisas me puse algo cómodo para hacer ejercicio, pues hace unos días Peter me recomendó que fuera al gimnasio a "liberar un poco de tensión" y creo que hoy le haré caso.

Ya comienzo a sentir cada musculo de mi cuerpo entumecerse día con día, pues prácticamente me la paso sentada en mis terapias.

Abandoné mi habitación pues mi estomago ruge de hambre y tengo la esperanza de alcanzar un poco de desayuno, aunque creo que ya es un poco tarde para eso. Corrí hacia el comedor deseando alcanzar aunque sea un vaso con jugo que sobró del desayuno, pero no tuve suerte.

Todas las mesas estaban ocupadas por familias enteras, algunas de ellas hasta con niños pequeños aburridos intentando cualquier cosa para entretenerse y sus madres regañándolos para que se comporten.

No me gustan los niños, les tengo poca paciencia.

Claro, los fines de semana las personas nos permiten tener visitas. No le había dado importancia pues estaba segura de que nadie vendría a verme.

Me quedé en la puerta mirando todo. En una de las mesas cercanas reconozco a una chica de cabellera rojiza y cara de pocos amigos, está rodeada de una mujer un poco más joven que mi mamá, un señor y un par de niñas muy bien peinadas enfundadas en vestidos de colores pastel.

Unas mesas más allá veo a Micaela sentada con una pareja vestida muy recatadamente en colores oscuros; a diferencia de Kat, la castaña sonríe y creo que hasta está platicando y riendo de vez en cuando.

Entonces le pongo atención a todas las mesas que están ocupadas, algunos sonríen y otros están serios viéndose las caras. De hecho en la mayoría de los casos tienen cara de pocos amigos, como si prefirieran estar con un dentista arrancándoles todos los dientes que aquí.

Al menos no soy la única.

—¿Qué no tienes visitas?— alguien me preguntó haciendo que dé un pequeño brinco de susto.

—Idiota— le dije a Fred viéndolo mal. —¿De dónde saliste?—

—Perdón— se disculpó riéndose de mí. —Pero ya contéstame—

—No— me limité a decir.

—Supongo que a tu familia se le olvidó que los fines de semana pueden venir a verte—

—Yo creo que más bien no quieren hacerlo— contesté restándole importancia, igual no me muero por ver a mi papá.

—Descuida, a mí nunca me vienen a ver— agregó sonriendo relajado. —Y la familia de Kat me odia, así que no puedo estar con ella los días que vienen, que son todos los sábados sin falta—

antisocial...Where stories live. Discover now