Capitulo 1

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Escuché sonar la alarma y la apagué, apenas dormí en toda la noche debido a que no paraba de pensar. Me levanté, me duché y preparé el desayuno, café y scones, como todas las mañanas.
Terminé el desayuno y sentía que el tiempo no pasaba, miré el reloj y marcaba 6:00 am.
Escuché un ruido proveniente de las escaleras y allí estaban mis hermosos progenitores con mis maletas, era hora de partir. Corrí a mi cuarto, recogí mi teléfono, cargador, auriculares e inspeccioné el lugar, un desastre, como yo. Pero iba a extrañar este desastre.

- ¡Matilde te apuras o de lo contrario no llevas tu teléfono! - gritó mi padre.

- ¡Ya voy!

Bajé rápidamente las escaleras y me subí a la BMW de mi padre. Emprendimos viaje y se me hizo muy largo, ni una sola palabra de mi parte, solo la música en mis oídos y mi enorme enojo hacia mis padres.

- Llegamos - dijo mamá.

Miré atentamente el lugar, y para ser sincera, era muy bonito. A primera vista se observaba un pequeño edifico, que como su cartel indicaba, era la administración. A continuación el estacionamiento y al fondo otros edificios de ladrillos con plantas a sus alrededores. Deslumbrante.

Nos introducimos en la administración y mis padres firmaron documentos y todas esas cosas que deben de hacer con tal de dejarme aquí.

- Buenos días, yo soy la directora. - dijo una mujer no muy alta, de pelo castaño, ojos marrones y unos aparente 30 años. Joven para ser directora, pensé - Mi nombre es Victoria Mitchell.

- Buenos días - respondimos.

Mi padre nos introdujo y cuando reaccioné, mis progenitores ya estaban en el vehículo, partiendo a casa. Miré a mi derecha y me inspeccionaba la directora.

- Vamos, te enseñaré el lugar - me dijo.

La seguí y nos introducimos a lo que sería mi nuevo... hogar, supongo. Cuando dije deslumbrante, es por que lo era. Pasando la administración, estaban los edificios escolares, los cuales estaban separados por año. Primero el de cuarto, luego el de quinto y por último el que me correspondía a mi, el de sexto. Le seguían los lugares de comida, un par de cafeterías y otros "restaurantes". A continuación estaban los edificios en los que viviríamos los estudiantes, eran 6; los tres a la izquierda eran para mujeres, y los otros tres para hombres. Luego se encontraban los edificios de profesores, que eran dos.

- Bueno, hasta aquí te mostraré yo, es muy grande el lugar y toma mucho tiempo el recorrerlo, así que ya lo descubrirás por tu cuenta - wow, que amable la directora, mandando a una nueva a que se pierda por el lugar que, por mas que sea muy bonito, de cierta manera era algo tenebroso.

- Bueno.

- De pocas palabras por lo que veo - la miré desconcertada, no sabría que más responder - bueno da igual, ven que te enseñaré tu habitación.

La seguí a el edifico número tres, entramos al lugar y subimos las escaleras hasta en tercer piso, caminamos por el pasillo hasta llegar a la habitación número 287. Me entregó la llave del lugar y me invitó a pasar. A la izquierda había una cama, no muy pequeña pero tampoco como la que tenía en mi casa, en frente a la cama unos estantes, a mi derecha un closet y en el fondo lo que parecía ser un baño. En el medio, contra la pared del fondo se encontraba la ventana junto con el escritorio. Simple, pero bonito.

- Allí están tus maletas - dijo señalando el closet - espero que te acomodes bien, si me disculpas, me tengo que retirar, hasta luego.

- Adiós.

Miré el reloj y marcaba 12:30 pm, acomodé mi ropa en el closet, hice la cama y me dirigí a la cafetería, era hora de almorzar.

Al entrar, un par de miradas se posaron en mi, lo cual me generó bastante incomodidad pero lo dejé pasar. Me dirigí a la fila para ordenar y luego de unos minutos llegó mi turno.

- Hola, buenas tardes. - dijo una sonriente joven, 25 años como máximo, pelirroja y bellos ojos marrones - ¿qué desea ordenar?

- Buenas tardes, un exprimido de naranja y una ensalada de pollo por favor.

- Genial, ¿efectivo o tarjeta?

- Tarjeta.

Pagué y me entregaron la comida, al girar me dirigí a una mesa que estaba junto a la ventana, al costado de mi mesa se encontraban tres adolescentes, aparentemente de mi edad. Me senté, y cuando quise tomar mi celular de mi bolsillo, me di cuenta que no estaba. Mierda, lo olvidé en la habitación.
Comencé mi aburrido y solitario almuerzo, hasta que una de las personas sentadas en la mesa de al lado, me interrumpió.

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora