Capítulo 38

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Pero no podía ceder ante tal deseo, ella, era una diosa inalcanzable, y yo una simple ciudadana. Mis torpes acciones, mi ordinario aspecto, no se comparaban con ella y jamás lo harían.

- Puede ser, pero tu tampoco eres estúpida como para andar haciendo las cosas que sabes que no debes hacer - ¿qué carajos quieres decir con eso Rebecca?

- Y usted no es una adolescente como para comportarse de esta manera tampoco - escupo tentando al diablo.

- ¿De esta manera? - ríe y apoya un brazo en la puerta sobre mi hombro - pero por favor Matilde, deja pretender que eres inocente, las paredes de mi casa y yo somos testigos de que no lo eres.

A esta altura, las mariposas de mi estómago revoloteaban por otra parte de mi cuerpo, el calor se hizo presente en mis mejillas y ahora solo tengo dos opciones, correr o besa... no, joder en qué estoy pensando, correr, definitivamente correr.

Pasé por debajo de su brazo y abrí un poco la puerta con intenciones de salir, una friolenta brisa ingresó a la habitación y vi la figura de un profesor caminando hacia mi dirección, la puerta no tardó en cerrarse y Rebecca se apegó a mi cuerpo tapando mi boca con su mano derecha.

- Haz silencio - dijo en un susurro y cuando asentí, quitó sus manos de mi cuerpo.

A los pocos segundos golpearon la puerta y puede sentir mi cuerpo tensarse.

- ¿Quién está ahí? Salga inmediatamente, este área es restringida - dice el profesor y la rubia entre abre la puerta y asoma su rostro.

- Está bien Profesor Lockwood, puede retirarse, estoy organizando unas cosas.

- Oh yo, lo siento, no sabía que estabas aquí - dice ahora con un tono nervioso.

- No hay problema, nos vemos - cuando ella va a cerrar la puerta, el profesor la toma con un brazo e impide que eso pase, lo noté porque tengo sus dedos aferrados a la madera muy cerca de mi.

- Rebecca - dice suavemente y hace una pausa, nadie la llama así, ni siquiera sus colegas - me gustaría que salgamos a cenar un día de estos, ¿mañana tal vez? - su sombra se adentra más en el cuarto, está cada vez mas cerca de ella, por inercia retrocedo unos pasos y gracias a dios no choqué con nada.

- Luego te aviso, ¿si? ahora estoy ocupada - dice con un sorprendente buen tono.

- Está bien, adiós - dice para retirar su mano de la puerta y marcharse, Rebecca me mira y suspira.

Me acerco a la puerta y cuando quiero salir ella la cierra, otra vez.

- Espera - la miro seria - el sigue ahí - asiento y miro hacia otro lado.

La rubia prende la luz y analizo el lugar, pequeño, con un escritorio, estantes a la derecha y un pequeño sillón a la izquierda. Habían algunos papeles esparcidos por el escritorio, lo cual es raro, nadie parece utilizar esto realmente, ni ventanas tiene.

Me despego de la pared bruscamente y me siento en el sillón (bruscamente otra vez) de piernas y brazos cruzados, mirándome las uñas de mi mano izquierda mientras ella me observa.

- ¿Qué te pasa? - la miro - ¿estás enojada?

- ¿Acaso debería estarlo? - respondo de mala gana y creo que me delaté muy rápido ya que ella suelta una carcajada y se recuesta en la pared a mi derecha mirándome.

- Eres una niña.

- Y tu una vieja - me golpea con su taco en la pierna - ¡Ouch!

- Jódete, de vieja no tengo un pelo - y es verdad, además de que es joven, luce espectacular, cualquiera de su edad ya tendría una mínima marca de expresión pero ella, ella no, ella es perfecta.

Me quedé perdida mirándola, observando su postura y su elegante manera de vestir. Por el otro lado estaba yo, que vestía con lo primero que se me cruzaba, y si me encuentras en un mal día seguro piensas que soy vagabunda.

- ¿Tanto te gusto como para que me mires así? - dijo burlona.

- Si... - respondí bajito inconscientemente y al segundo me arrepentí, ya que abrió los ojos con sorpresa - eso quisieras - dije y largué una carcajada del nerviosismo que manejaba.

- ¿Ah si? - dice para reincorporarse y colocarse frente a mi, me observó por dos segundos y apoyó sus brazos en los costados del pequeño sillón, acorralándome, otra vez.

Nuestras respiraciones comenzaron a mezclarse y me removí en el asiento. Mierda, mierda y más mierda.

- Tu cuerpo indica lo contrario - me sonríe con superioridad y aleja su cuerpo poco a poco, pero no lo pude permitir.

La agarre del cuello de su camisa y la atraje hacia mi, haciendo que nuestros labios apenas se rocen, la miré a los ojos queriendo contemplarla de cerca, pero ella acortó la distancia entre nosotras.

Lo que comenzó con beso suave, tierno, poco a poco fue cambiando su ritmo y su lengua no tardó en pedir permiso para entrar en mi boca. Respirábamos agitadas y con necesidad de más, sus besos comenzaron un viaje desde mi mandíbula hasta mi pecho y luego volvieron a subir. Mis manos buscaban hacer contacto con su piel y no fue hasta el momento en el que quiso quitar mi remera que me di cuenta que debía de parar.

- ¿Qué pasa? - preguntó alejándose un poco y mirándome preocupada.

- Esto no debería de estar pasando - dije y confundida asintió, acomodé mi ropa y cabello y salí del lugar como si mi vida dependiese de ello.

Por más que quisiera, estaba mal, ya que esto de pasar una noche con una y luego con otra me causa rechazo, y aunque en tiempos pasados solía hacerlo sin problema, ahora quiero cambiar esa parte de mi.

Quién lo diría, yo Matilde Campbell buscando mejorar. Si mi yo de hace un año y medio me viese en estos momentos seguramente no me reconocería.
Porque si, vengo de una historia trágica pero no es ningún secreto que las personas dañadas la cagan, y cuando lo hacen, la cagan fuerte.

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora