Capítulo 23

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Escuché ruidos provenientes de una habitación más abajo y desperté molesta y agitada por ello. Miré la hora, 8:02 a.m., que necesidad de despertarse tan temprano Matilde. Observé la puerta y la luz que provenía del espacio entre la puerta y el suelo, estaba obstruida justo en la mitad, lo cual me pareció extraño.

Como pude me levanté y al abrir la puerta pude observar una caja con una nota en el centro. La levanté y la coloqué en mi escritorio, quité la nota y la abrí. Se trataba de una gran pila de papeles, la nota decía "Buenos días, este es su castigo. Debe organizar los papeles de acorde al criterio en la lista otorgada. La espero en mi oficina a las 4:00 p.m. -Profesora Rebecca White" con una caligrafía excelente.

Hermoso. La rubia se había dignado de venir a quien sabe que hora a dejarme un castigo, que por lo que veo va a tomar un par de horas en realizarse.

Me volví a recostar en mi cama y puse una alarma para las 9:40 a.m. ya que me encontraba cansada aún.

No tardé mucho en dormirme y luego de una hora y media desperté por el sonido irritante de mi teléfono. Me levanté y me duché rápidamente para luego dirigirme a la cafetería.

Ordené mi desayuno y para mi suerte Jessica no estaba. No sabría que hacer si la veo, no tengo problema con mantener un vínculo con ella, su compañía es agradable, pero eso no quita que me sienta un poco tensa acorde a lo sucedido anoche.

Bebí mi café y comí mi medialuna en tan solo un par de minutos, así que volví a mi habitación para comenzar el castigo de una vez. Sin embargo, decido llamar a Josh antes, ya que no sabía nada sobre la charla con su madre.

- Buenos días Matilde, ¿por qué llamas tan temprano?

- ¿Tan temprano? falta poco para las 11 Josh - reí.

- Pero es domingo - dijo suplicante.

- Tienes razón, lo siento. Llamo porque quería saber qué tal sobre lo de anoche.

- ¿Qué de anoche? - su voz de dormido me hacía saber que no terminaba de despertarse aún.

- Tuviste que marcharte porque tu madre quería hablar contigo tonto.

- Ah si eso... - hizo una pausa - llamó para ver qué tal me sentía con respecto a lo que te conté, - tardé unos segundos en acordarme sobre su enamoramiento - pero todo bien, gracias por preocuparte.

- No agradezcas. Ahora te dejo que sigas durmiendo, adiós.

- Hasta luego pecas.

Terminé la llamada y lo primero que vino a mi mente es que, me sorprende que tenga una relación cercana con su madre, que pueda contarle como se siente. No es que no sea normal, lo es y en la mayoría de las relaciones de padres-hijos existe confianza, solo que al no vivirlo, se me hace lejana esa idea de que ello sea posible.

De pequeña solía asombrarme cuando las madres de mis amigas me preguntaban quien me gustaba, si tenía "noviesito" y hasta en algunos casos "noviesita". Eso jamás ocurría en mi caso, mis padres son personas ausentes, que nunca intentaron construir una relación con su hija y que lo recompensaban con regalos, los cuales nunca llenaron el vacío que causaba en mi ver a distintas niñeras en el día y pocas veces ver a mis padres.

Sé que sus trabajos son importantes, que se han esforzado mucho por estar donde están, pero a veces, hace falta dejar eso a un lado, para cuidar otros aspectos como la salud, y no hablo de la física.

Sacudí mi cabeza para dejar mis pensamientos a un lado y comencé a organizar los papeles con la mayor paciencia y cuidado posible, lo que faltaba era equivocarme y que me vuelvan a castigar.

Pasaron dos horas en las cuales tomaba leves descansos (más de 15 minutos cada uno jeje) y aún no terminaba. Mi estómago me pedía comida pero no me apetecía un almuerzo como la gente, así que salí en busca de barras de proteína y agua.

Al regresar, me tomé unos minutos para comer y recostarme por media hora, mi espalda dolía de estar sentada con la mirada en el escritorio.

Las horas pasaron y por fin había terminado mi trabajo. Faltaban 20 minutos para reunirme con Rebecca, así que decidí cambiar mi vestimenta de domingo por un short de jean ajustado con una camisa blanca suelta y tennis blancos.

Levanté la caja con los papeles ya organizados y cerré la puerta con llave. Comencé el camino a la oficina que se me estaba haciendo complicado, la caja pesaba más de lo que esperaba ya que contenía algunas carpetas.

Al llegar a su oficina coloqué la caja en el suelo y miré la hora, 3:59 p.m. justo a tiempo. Golpeé la puerta y rápidamente agarré la caja intentando disimular su peso. La puerta se abrió al instante dejándome ver esos ojos azules que tanto captaban mi atención.

- Llegas puntual, - dijo mirando a los lados - adelante.

Tomó la caja de mis brazos como si fuesen plumas y la colocó en el escritorio. Mientras yo entraba a su oficina y cerraba la puerta. Noté que el asiento que se encontraba justo en frente de su escritorio ya no estaba, así que solo me posicioné frente a ella con los brazos cruzados, observando como ella chequea el trabajo que he hecho.

- Está todo en orden, - dirigió su mirada a mi - ¿te gustó el castigo? - dijo sarcásticamente.

- Si, me encantó, sobretodo por el poco tiempo que ocupaba.

- Para el de mañana te daré algo que ocupe más tiempo, así te entretienes - sonrío falsamente.

- No gracias, así estoy bien - me apresuré a decir causándole una leve carcajada.

Se levantó de su asiento y se dirigió a un estante que se encontraba al lado de la puerta para rebuscar algo. Yo tomé el atrevimiento de sentarme en su escritorio mientras esperaba y comencé a observarla, llevaba unos tacones negros que hacían juego con su blusa negra, junto con un pantalón wide leg beige.

Perdida en mis "creativos" pensamientos no noté cuando dio la vuelta, y me observaba con una sonrisa extraña, como si tratase de adivinar dónde está mi mente.

- Esto es tuyo - dijo acercándose con un lapicero que probablemente se me cayó y olvidé tomarlo.

Se encontraba a pocos centímetros de mi cuerpo y yo solo podía apreciar lo hermosa que es, lentamente estiré mi mano y tomé el lapicero (que por cierto es lujoso ya que está cubierto en oro y tiene mi nombre grabado). No retiré mi mano del lugar, quedando ambas con las manos en el lapicero, miró hacia el agarre y luego volvió la vista a mis ojos.

- Es bonito - sonreí levemente, pero esa sonrisa fue borrada por mis nervios al observar que se había acercado aun más.

Las respiraciones se habían vuelto más lentas, nuestras miradas estaban en los labios de la otra y sin pensarlo, estiré mi mano un poco más para acercarla del todo y por fin cortar la distancia entre las dos.

Escuché el lapicero caer y sentí sus manos en mi cintura, yo me ocupé de agarrar su cuello y atraerla lo más posible para degustar sus besos lo mejor que se pueda. Mi lengua pidió permiso para entrar a su boca y ella aceptó al instante, nuestros agarres se intensificaron y mis piernas abrazaron su cintura.

- Matilde... no- dijo pegada a mis labios pero no la dejé continuar, sabía lo que significaba.

Sus manos acariciaban mi cintura hasta que la empujó hacia fuera y separó sus labios de los míos. La observé con cuidado, su pelo estaba levemente desordenado y sus labios un poco hinchados, deseaba con todo mi ser que no hubiese tomado distancia, pero sabía que era lo adecuado.

- Rebecca - dije para llamar su atención, parecía estar dudando que decir y ya empezaba a desesperarme.

- Sabes que esto no... - entendí lo que quería decir así que solo me limité a asentir y salir de su oficina.

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora