Capítulo 24

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- ¡Matilde! - exclama Josh un poco más fuerte por tercera vez, haciendo que algunos compañeros volteen.

- ¿Qué? - dije saliendo de mis pensamientos y dándome cuenta que me había quedado perdida durante un par de horas - lo siento.

- Tranquila - rió - vamos a la cafetería, es el último receso.

Asentí y me levanté de mi asiento, desde que comenzó el día de hoy (lunes) que solo puedo pensar en una persona, lo que siento me trae confundida y no se que hacer al respecto.

- ¿Qué te sucede? - pregunta el ojiazul mientras tomamos asiento con nuestros cafés.

- Solo estoy cansada - digo evadiendo lo que realmente pasa.

- Ajá - no se la cree nada - cualquier cosa sabes que estoy para ti, espero que se te vaya el cansancio porque esta tarde nos toca el castigo:

Castigo. Joder. Había olvidado esa parte, hoy volvía a verla y mis nervios iban a ser imposibles de disimular, mucho menos frente a Josh.

Las chicas llegaron a la mesa, ya las había visto en correr del día pero no recuerdo ni de que hablamos, de verdad que estoy perdida.

- ¿Matilde tú qué opinas? - pregunta Clara.

- ¿Sobre qué? - los tres me miraron y rieron, mi confusión de expresaba en cada línea de mi rostro.

- Anna dice que es mejor mantener su orientación en privado - me informa el pelinegro.

¿Su orientación? me costó bastante entender a lo que se referían, hasta que haciendo memoria logré recordar que a Clara se le escapó que Anna es bisexual.

- Pues si así lo desea está bien.

- ¿Pero no es mejor que le grites al mundo lo que eres? así tienes más libertad - responde la morena con sus inmensas ganas de vivir.

- Depende de cada uno, no todos sentimos la necesidad de compartirlo.

- ¿"Sentimos"? - dice Josh.

- Si, a mi también me gustan las mujeres.

- ¿Y los hombres? - se atreve a hablar Anna.

- No lo sé.

- ¿Así que no te etiquetas? - dice Clara.

- No, no sé, no le he dado mucha atención a eso.

La charla continúa en un debate de si es mejor guardarlo o pegarte un cartel en la frente que diga "soy gay". En mi opinión, solo no hay que ocultarlo.

Noto que en la mesa de al lado se encuentran la directora y la profesora Scott, haciendo que me ponga nerviosa por si escucharon la conversación.

Las clases del día terminan y con Josh nos dirigimos a la biblioteca, donde nuestro castigo sería explicado e impartido. Tomamos asiento cerca del escritorio de la bibliotecaria como fue ordenado, y esperamos allí en silencio.

- Buenas tardes - dijo la profesora Scott aproximándose a nosotros ¿y Rebecca?

- Buenas tardes - dijimos al unísono.

- La profesora White se encuentra ocupada, por lo cual les indicaré su castigo. - asentimos - Deben llenar los formularios de libros prestados junto con la bibliotecaria, y a las 6:00 p.m. dejarlos en la oficina de la directora.

Agradecimos por las instrucciones y nos dirigimos al escritorio, en el cual nos amigamos con la bibliotecaria rápidamente gracias a lo extrovertido que Josh es.

El castigo no fue para nada difícil, apenas se pidieron libros el día de hoy por lo cual los formularios solo eran pocos. Ya solo faltaban 10 minutos para salir.

- Oye tu llevas los formularios a dirección - dijo Josh.

- Pero que dices, los llevamos los dos.

- No, yo completé uno más.

- Joder.

Luego de discutir y reírnos durante unos minutos, el ojiazul terminó ganando, era lo más justo. Me despedí de mis "amigos" (Josh y la bibliotecaria) y comencé el camino a la dirección.

Al llegar golpeé la puerta y esperé un minuto a que se abriese. Al hacerlo la directora me saludó y me invitó a pasar.

- ¿A qué se debe su visita?

- Vengo a entregar unos formularios de la biblioteca, son parte de un castigo de parte de la profesora White - asintió y le entregué los papeles.

- Dígame su nombre.

- Matilde Campbell - levantó la mirada de su escritorio y rápidamente volvió la vista a este.

- ¿Alguien más formó parte del castigo?

- Si, Josh Williams.

- Bien, puede retirarse.

Me despedí y salí de su oficina. Al cerrar la puerta y comenzar el camino por el pasillo choqué con alguien.

- Lo siento - dije rápidamente para fijarme de quién se trataba.

La vida no me podría querer menos si lo tratase, y esto parece una historia sacada de una película, en la cual la protagonista se choca con su interés amoroso, cliché.

- Que despistada - dijo burlona.

- Gracias - respondí sarcástica, no se como aún mantenía la postura frente a esta belleza de mujer.

- Necesito hablar con usted - dijo ahora más formalmente viendo como un profesor se avecinaba.

Asentí y nos dirigimos hacia su oficina, genial, que recuerdos.

- Bien, Matilde. - dijo mi nombre para llamar mi atención, y dios, no había manera de que sonara tan hermoso viniendo de esos labios- Nadie puede saber sobre lo sucedido, ¿lo sabes no?

- Lo sé.

- Espero que no le hayas contado a nadie.

- ¿De verdad me piensas capaz?

- No lo sé, apenas te conozco.

- Buen punto, deberías entonces - suspiró y yo quise que la tierra me tragase, no se de donde estoy sacando la valentía.

- Estoy tomando un gran riesgo y espero que lo sepas - dijo seriamente, y me hizo cuestionarme si ya lo había hecho antes, pero no quería arruinar el momento.

- Soy consciente de ello - dije con una media sonrisa y me acerqué a ella.

Quería volver a probar sus besos, aquellos que me hicieron sentir en el cielo el día anterior. Tardó un poco en entender el motivo de mi acercamiento, pero cuando estuve a punto de conseguir mi deseo, colocó su mano en mi pecho y me empujó levemente.

- Despacio Matilde. - dijo dejándome con las ganas, sabía lo que hacía - Ahora vete a estudiar, adiós.

- Adiós.

Hice caso a su orden y me retiré de su oficina para volver a mi habitación, si dijo "despacio", significaba que había un futuro ¿no?

Cuando nadie ve Where stories live. Discover now