6 DAN

967 125 8
                                    

—Un euro por tus pensamientos —oigo decir a Shannon.

Sin apartar la vista de la carretera que discurre ante mí, la miro de reojo. En esta ocasión soy yo quien conduce y ella se ha colocado a mi lado, algo girada para poder mirarme sin torcerse en una postura incómoda.

—Creía que, en realidad, la frase se refería a «un centavo» —bromeo.

Ella se encoge de hombros con aire desenvuelto.

—Ya, pero es que un centavo me parece demasiado poco por algo que venga de ti.

La observo de soslayo y aprecio que le brillan los ojos. No recuerdo haber visto jamás a una mujer tan guapa como ella. O tal vez sea porque a esas otras, quienesquiera que fuesen, las he borrado de mi mente. Cuando tengo a Shannon delante no hay lugar para nadie más. Ese enorme poder tiene sobre mí.

—Me halagas —contesto.

—Pero lo digo en serio —insiste—. ¿Qué tienes rondando por la cabeza?

Tuerzo un poco el gesto. Es verdad; desde que hemos salido del museo Dalí, la imagen de la impresionante Leda acude una y otra vez a mis retinas. Esas proporciones mágicas han logrado atraparme sin remedio. Menos mal que no hemos tenido que compartir el paseo con ningún visitante porque no he sido capaz de dejar de ocupar mi lugar frente al cuadro en un buen rato.

—A Leda —confieso al fin.

—No me extraña —dice Shannon, casi ahogando un suspiro—. Cuando vi el cuadro en fotografías me di cuenta de que era especial, que tenía algo, pero hoy, que he podido verlo en persona...

—Es maravilloso, ¿no es cierto?

—Lo es, sí. Entonces, ¿te ha gustado mi pequeña sorpresa?

No puedo evitar girar la cabeza hacia ella, con lo que desatiendo el tráfico por unos instantes.

—¿Que si me ha gustado? —pregunto elevando un poco el tono de voz—. ¡Me ha encantado! No tenía idea de que... ¡Ha sido maravilloso! Siempre que he intentado ver el cuadro he tenido problemas para conseguir entradas. Casi lo había dejado por imposible y que tú lo hayas logrado... Me has dejado sin palabras.

La sonrisa satisfecha de Shannon hace que su rostro reluzca.

—No sabes cuánto me alegra haber acertado.

Estoy tentado de parar un momento el coche y comérmela a besos, pero decido que es mejor que continuemos el camino. Lo haré en cuanto la situación me lo permita.

Aunque permanecemos callados, me siento bien. La cabeza no para de dar vueltas; mi creatividad se ha disparado y no dejo de percibir flashes de posibles trabajos. En ellos, siempre está Shannon; Shannon como protagonista, Shannon como perfecto punto de equilibrio, Shannon como centro de mi universo.

Sé que debería concentrarme en la conducción. Me conozco y, a veces, me sumerjo tanto en mis pensamientos que olvido lo que en ese momento llevo entre manos. Aún no me explico cómo no he tenido un accidente.

—He estado pensando... —Las palabras de Shannon rompen el mutismo en el que nos hemos sumergido.

—¿Qué?

Se remueve en el asiento. La noto algo tensa, como si eso que está pensando la incomodara.

—Verás, me encantaría poder imitarte de algún modo, crear algo tan bello como los cuadros que pintas, pero conozco mis limitaciones y sé que no seré capaz.

—Tú eres capaz de todo lo que te propongas, cielo —insisto convencido.

Ella me ofrece una sonrisa aduladora y algo tímida, que me encanta.

La Musa de FibonacciWhere stories live. Discover now