14 SHANNON

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Veo el brillo en los ojos de Dan y sé que mi propuesta le ha gustado a tenor del enorme bulto que aprecio en sus pantalones y que me muero por liberar.

En lugar de subir a la cama, tira de mí para que baje y me coloque frente a él. Una vez que estamos a la misma altura, sus ojos me recorren por entero, de la cabeza a los pies. Durante unos instantes, creo que va a decir algo, pero se limita a sostenerme la mirada antes de llevar sus dedos a los botones que cierran su camisa. No puedo apartar la vista de ellos cuando comienza a soltarlos. Lo hace con una elegante cadencia y con estudiada lentitud, hasta que todos están fuera de su ojal. Con un pequeño empuje, la liviana tela resbala de sus hombros y cae con un etéreo baile hasta sus pies.

Continúa con el botón del pantalón, y lo hace con la misma parsimonia con la que se ha venido conduciendo. Siento entre mis piernas un reconocible pulso que se incrementa con cada una de sus acciones, incluso noto la humedad que empieza a empaparme. Me mordisqueo el labio inferior, hambrienta y deseosa de que pose sus manos sobre mí y me acaricie como sé que solo él sabe hacerlo.

Mi gesto no le ha pasado desapercibido porque veo a Dan sonreír de lado. Sus dedos se detienen.

—¿No vas a acabar de quitártelos? —pregunto, sintiendo la garganta seca y la respiración alterada.

—Las estadísticas dicen que el mayor porcentaje de usuarios de lugares como este son hombres que vienen en busca de mujeres. Ver mi polla no les interesa en absoluto.

—Pero a mí sí que me interesa —contesto con un tono de voz algo travieso, mientras elevo un poco una de mis cejas—. Además, ¿dónde has leído eso de las estadísticas?

—No lo sé. Tal vez lo haya hecho en algún momento —me dice a la vez que se encoge de hombros con total displicencia. Entonces, hace un gesto en dirección a los espejos que nos rodean—. Los que están ahí detrás no saben la suerte que tienen. Es como entrar en el río a coger un guijarro y encontrarse una pepita de oro.

Sus palabras me conmueven.

—¿Eso crees?

Dan da un par de pasos hacia mí.

—Totalmente.

Entrelaza sus dedos con los míos con una naturalidad que me hace estremecer. Anhelo que me encierre entre sus brazos y me bese, pero en su lugar, sin soltarme, me rodea hasta quedar a mi espalda. Se pega tanto a mí que incluso puedo notar su aliento en mi cuello.

—Eres maravillosa, Shannon —susurra a la vez que sus labios rozan la suave piel bajo mi oreja.

Antes de que pueda contestarle, separa mis brazos de mi cuerpo.

—Deja que te vean.

Sus manos acarician mis falanges, pasan por la muñeca y llegan a las axilas. Lo hace con la yema de sus dedos, dibujando finas y suaves líneas que consiguen que me sacuda ligeramente. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para apoyarla sobre su hombro.

Él continúa viajando por mi cuerpo. Se toma su tiempo para perfilar cada una de mis costillas. Sus cálidas palmas me arrancan gemidos de placer, pero nada comparado a cuando ambas se cierran en torno a mis pechos y los amasa con avaricia.

Un largo suspiro abandona mi garganta antes de que sus dedos aprisionen a la vez ambos pezones, ya endurecidos por las caricias que estoy recibiendo. Los pellizca con deleite para volverlos aún más duros, si eso es posible. Me estremezco sin control. Aprieto los labios y me recuesto aún más en él.

—Dan... —murmuro.

—¿Te gusta?

—Mucho.

Escucho lo que creo que es una pequeña risa, que sirve para que me excite aún más.

La Musa de FibonacciWhere stories live. Discover now