10 SHANNON(+21)

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Abro muy despacio los ojos, como si el esfuerzo fuera demasiado para mí. Miro a mi alrededor y puedo apreciar una extraña luz en el dormitorio; apenas abarca una porción del colchón y hace que las sábanas brillen semejantes a satén dorado. Me incorporo con calma, me siento al borde de la cama, desnuda por completo, y aguardo no sé qué, no sé a quién; pero aguardo.

Mi piel está erizada y siento un nudo de anticipación en el pecho. Puedo notar bajo las plantas de mis pies la calidez de la tarima. En realidad, podría sentir incluso la más mínima brizna de aire que se mueva en la habitación porque tengo la impresión de que todo se magnifica cuando me roza, como si mi piel estuviera hipersensibilizada.

Oigo unos pasos que se acercan; lentos, seguros. De manera instintiva giro la cabeza hacia la puerta. Quienquiera que sea va descalzo. Entonces, una silueta se recorta en el umbral. No puedo evitar sonreír porque podría reconocer a Dan con los ojos cerrados.

—Estás despierta —lo oigo decir. Su voz, inusualmente profunda y sosegada, reverbera en mí como si yo fuera un diapasón. Me estremezco.

—Te estoy esperando —respondo con la misma calma que él me transmite.

Le tiendo una mano y Dan se acerca para tomarla. Está tan desnudo como yo y puedo apreciar su excitación. Levanto la vista y encuentro su mirada y esa sonrisa a medias dibujada en su expresión que hace que mi corazón se salte un latido.

—Pues aquí estoy.

Se inclina hacia mí muy despacio, tanto que la impaciencia hace mella en mí. Antes de que su boca atrape la mía, se detiene y sonríe.

—¿Quieres que te bese?

Osada, me retiro y le ofrezco una mueca traviesa.

—No.

—¡Ah! ¿No?

Niego con la cabeza sin que en ningún momento perdamos el contacto visual. Veo la chispa que se enciende tras sus pupilas y me retiro un poco más.

—No —insisto.

Dan fija sus ojos en mi boca mientras se relame con un movimiento lento y deliberado, hecho para que yo no pueda apartar la mirada de él. Uno que cumple su objetivo a la perfección.

—Entonces, ¿qué quieres?

Echo los hombros un poco más hacia atrás y levanto el mentón en un gesto altanero.

—Quiero que me adores.

Mis palabras parecen sorprenderlo unos instantes, esos en los que la sonrisa se le borra de la cara. Regresa unos segundos después, más letal y embaucadora, escondiendo una promesa.

—¿Acaso no sabes que ya lo hago? —sentencia con un tono de voz algo rasposo que logra erizarme cada centímetro de piel—. Te adoro, Shannon. Con cada fibra de mi ser. No creo que llegues nunca a comprender lo que significas. Tanto que te daría todo lo que soy si tú me lo pidieras. Incluso te entregaría mi vida.

He estado conteniendo el aliento hasta que él posa sus labios sobre los míos y ya no hay contención posible. Dan devora mi boca como si fuera un moribundo ante su último banquete. Me atrae hacia él y las yemas de sus dedos se me clavan en los hombros. Ese ligero malestar hace que redoble mis esfuerzos por devolverle el beso con la misma intensidad con la que él me lo está ofreciendo.

La cabeza me da vueltas. La lengua de Dan es implacable; bordea el contorno de mis labios y exige que los separe para adentrarse en la humedad mi boca. Ahogo un gemido y eso hace que un gruñido se escape de la suya.

No es tierno cuando hace que me tumbe sobre mi espalda. En cambio, él se pone en pie y me mira desde arriba. Las sombras ocultan en parte su rostro. Sus ojos están oscurecidos por el deseo que percibo en todo su ser y que me llega como si se tratara de olas gigantescas en un mar ya de por sí embravecido. Su pecho sube y baja con cada profunda respiración.

La Musa de FibonacciDonde viven las historias. Descúbrelo ahora