12 SHANNON

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El día ha transcurrido con una extraña calma. Cuando apenas acababa de salir de la ducha, Dan me envió un críptico mensaje en el que me decía que iba a estar fuera. Y añadió que, más tarde, me diría en dónde podría reunirme con él.

Aún lo estoy esperando.

Sé que está preparando algo porque lo conozco. Dan es como esos niños pequeños que sabes que están realizando alguna travesura si no se los escucha. Pero, si soy por completo sincera conmigo misma, la ausencia de Dan me da un respiro. Aún tengo muy frescos en mi mente los recuerdos de anoche.

Y sí, digo recuerdos y no sueño porque, para mí, ha sido como si lo hubiera vivido. He sentido cada caricia que tanto él como Leo me han prodigado; he sentido cómo ambos poseían mi cuerpo; incluso aún tengo el sabor de los labios de Leo prendido en los míos. Si me los toco, los noto sensibles y algo hinchados. Es una puta locura.

Sé que es imposible sentir los efectos de algo que en realidad no ha ocurrido, pero he decidido creer que sí sucedió. Y lo he hecho porque sé que esa situación no se dará jamás en la realidad. Me atrae Leo Tugler, mucho, pero quiero a Dan y no puedo obligarlo a que me comparta con otra persona. Tengo una meta para Dan, una muy concreta: que saque de su interior todo lo que esconde y se convierta en el mejor artista posible; que entregue lo mejor de sí, lo más profundo, lo más doloroso... A sí mismo y a los demás.

Abandono el sofá, donde he estado acomodada durante todas estas horas, y me dirijo al dormitorio. Hace varios días que no releo el cuadernillo que extraje del diario de la musa alfa. Levanto el colchón, ahí sigue. No puedo evitar sonreír al verlo, es algo mío; mío y de esa otra musa que plasmó sus palabras en esas páginas que, finalmente, han llegado hasta mí.

Casi me las sé de memoria. He aprovechado los momentos en que Dan no ha estado conmigo para empaparme de su contenido e interiorizar todo este saber que rezuma cada palabra. No es muy extenso, pero estoy segura de que cada frase fue elegida con esmero y cuidado.

Mis ojos se detienen en un párrafo concreto.

Busca el punto álgido de su inteligencia. Valóraselo. Investiga en qué es bueno y poténcialo. Un hombre inteligente siempre se cuestionará todos y cada uno de sus conceptos.

Quiero exactamente eso; buscar el culmen de la inteligencia de Dan; hacer que se esmere al máximo para que dé lo mejor de sí mismo. Yo no escatimaré ningún esfuerzo para conseguir mi propósito.

Doy un respingo cuando oigo el sonido de la notificación de un mensaje en el móvil. Me llevo la mano al pecho; bajo mi palma mi corazón late desbocado. Saco el teléfono del bolsillo para ver cómo parpadea un aviso en la pantalla.

«Hablando del rey de Roma...», pienso al mismo tiempo que una sonrisa aparece en mis labios.

En cuanto deslizo el dedo por el cristal, el mensaje se despliega ante mí. Es bastante corto; no hay saludos ni palabras que no tengan interés.

Encuéntrate conmigo a las 8 en la siguiente dirección. Pregunta por mí en la recepción.

Releo varias veces el mensaje que me llega a continuación con la dirección. No conozco el lugar; está en el otro extremo de la ciudad y no suelo ir por allí a menudo. Abro un buscador en el móvil y veo que se trata de un hotel, uno que, a juzgar por las fotografías que hay en la página, bien podría haber salido de una película de Ridley Scott o de una novela de Richard Morgan.

Me intriga saber para qué me ha emplazado Dan allí, en un lugar como ese. Miro el reloj de la pantalla. Aún faltan algunas horas para enterarme. Le respondo con un nuevo mensaje para que me dé alguna pista, pero no recibo respuesta. No tendré más remedio que tomarme el día con calma y esperar a que llegue la hora indicada.

La Musa de FibonacciWhere stories live. Discover now