Capítulo 3

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Liz 

Ya habían pasado cinco días desde que vivía con Aaron, cinco días en los que podía contar con los dedos de las manos las veces que habíamos hablado y todas eran porque yo había intentado sacarle conversación —cosa que fue en vano— no porque él buscara hacerlo.

Es bastante exasperante la actitud que tiene conmigo. Era como si nos irritaramos mutuamente: yo hablándole mucho y él ignorándome. O quizá me irritaba porque no estaba acostumbrada a convivir con personas que hablen poco y sean tan silenciosas.

O vos hablas mucho y hacer ruido con cualquier cosa.

Aunque solo lleve pocos días viviendo con él, pude darme cuanta de varias cosas sin necesidad de que hablemos, y no era por falta de voluntad de mí parte.

Le gustaba cocinar y mucho. Siempre está cocinando algo que huele maravillosamente bien y que lastimosamente no tenía la oportunidad de probar. Bueno, podría haber comido un poco de lo que hacia a escondidas pero no sé por qué opte por no hacerlo. ¡Y él tampoco me ofrecia nada! Comenzaba a creer que Aaron era de esas personas que comían a escondidas para no tener que convidar a nadie.

También me dí cuenta que estudia algo relacionado al dibujo y diseño porque siempre anda con su tableta grafica, hojas con dibujos, teorías y eso, aunque no me deja ver mucho. Y estoy segura de que esos increíbles dibujos que estan pegados en la pared los ha hecho él.

Todos los días se va a no sé dónde entre las dos y las cuatro de la tarde. Había veces que a penas pisaba el piso y cuando estaba aquí, se encerraba en su habitación. Aunque me siento un poco ofendida al descubrir que hace eso cuando yo estoy en la sala, porque cuando me meto en mi habitación, al instante lo veo caminar hacia la sala o la cocina. Ni que tenga piojos o algo.

Muchas veces me encontré preguntándome porque le irritaba tanto mi presencia si nunca se había molestado en conocerme y creo que se había dejado llevar por las primeras impresiones. Pero no era algo que me importara mucho o me quitara el sueño.

Se bañaba por las noches, luego de que yo lo hiciera. Nunca habíamos establecido un horario para eso pero comenzaba a creer que esperaba que yo me metiese a bañar primero para luego hacerlo él.

Era sumamente silencioso, no entendía cómo lo hacia pero era increíble. Por lo general, siempre se levantaba más temprano que yo y no emitia sonido alguno. Cerraba la puerta del baño para que la luz no se cuele por el pasillo e irrumpa en mi habitación y caminaba a pasos silenciosos hasta la cocina donde abria la heladera y los cajones con suma delicadeza, es más, ni siquiera hacia ruido con la cuchara al revolver su café como lo hacia por las tardes. Y también prendia la televisión una vez escuchaba que yo me había levantado. 

Un día, cuando estaba preparando su desayuno y yo seguía en mi cama haciendo fiaca y replanteandome que iba a ser de mí vida, se la cayó algo al piso provocando un estruendo por todo el lugar. Lo escuché maldecir y me sorprendió al verlo asomarse con sumo cuidado por la puerta de mí habitación para verificar que siguiera durmiendo y no me haya despertado.

Pero lo que Aaron no sabía era que me despertaba antes que él pero me quedaba dando vueltas en la cama hasta encontrar las ganas de levantarme y de bueno, empezar con la misma rutina de siempre que estaba comenzando a odiar.

Mís días se basaban en levantarme, darle los buenos días a Aaron y recibir un gruñido por su parte, ir a comprarme un café porque no entendia la extraña cafetera de Aaron y tampoco quería meterle mucha mano y romperla. Y luego sentarme a estudiar algo que no tenia ni la menor idea de que trataba porque nada me entraba en la cabeza y cuando intentaba convencerme de que eso era lo mejor para mí la cosa se ponía peor y terminaba sientiendome más mal de lo que ya lo hacia para luego sentarme frente a mí laptop y sentirme peor al mirar la hoja en blanco que esperaba a que escriba algo. Y finalizaba yéndome a trabajar hasta la noche. 

Noches de inviernoWhere stories live. Discover now