Capítulo 11

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Aaron

Tal y como imaginé, no pude dormirme enseguida. Estuve dándole vuelta a demasiadas cosas en mi cabeza, como el hecho de que tengo que entregar ese trabajo para la universidad que aun no he empezado y tampoco sé si empezaré en un futuro cercano, la charla que debería tener con Valentina y que desearía aplazarla lo más que pueda aunque muy en el fondo Seth tiene razón y dudo que solo hablar funcione, el pelo naranja y las pecas de Liz y lo cómodo que me sentí esta noche charlando con ella o qué se supone que voy a hacer cuando termine mi carrera el próximo año.

Eran demasiadas cosas en mi cabeza que no me dejaban dormir y lo peor de todo era que, si conseguía dormirme, probablemente a mitad de la noche me despertaría y mi cabeza no tardaría en maquinar todos esos pensamientos que no me dejan en paz desde que me despierto hasta que me duermo.

A veces es una tortura estar en mi mente.

Paso las manos por mi rostro frustrado al ver que van a ser las cinco de la mañana y no he pegado un ojo. Al menos agradezco que sea domingo y que no tengo que ir a la universidad.

Hago las sabanas a un lado y me pongo de pie, rascándome perezosamente el abdomen desnudo y bostezando.

Era una mierda porque sí tenía sueño pero no podía dormirme.

Camino a oscuras sin querer prender ninguna luz para no molestar a Liz y con la intención de ir a buscar un vaso de agua a la cocina. Paso por frente a su habitación donde mantiene la puerta abierta pero no logro ver nada dentro de ella por la oscuridad que la rodea.

Afuera parece seguir lloviendo y no me sorprende, teniendo en cuenta que estámos en Londres y el invierno es lluvia y lluvia.

Ya en la cocina, enciendo la luz porque sé que no hay forma de que eso moleste a la zanahoria y abro la nevera, sacando una botella con agua y sirviéndome un poco en un vaso. Me siento en un taburete sin quitar la mirada de las luces de la cuidad. Ver la cuidad en plena madrugada era algo que me tranquilizaba, todas las personas estaban durmiendo y no había nadie por las calles. Podía estar horas mirando hacia fuera y disfrutando de eso.

Frunzo el ceño cuando aparto la vista y la centro en el sillón, donde hay unas cuantas mantas apiladas -cosa rara porque antes de irme a dormir deje todo ordenado- y logro divisar algo naranja que cuelga rozando el piso.

¿Qué demonios?

Dejo el vaso de agua y me pongo de pie, acercándome a la sala en sumo silencio. Frunzo el ceño cuando veo a Liz, hecha un bollito y cubierta de mantas, durmiendo en el sillón.

Estaba tan centrado en mis pensamientos que ni siquiera me había dado cuenta de su presencia.

No entendía qué hacia durmiendo aquí. Estoy cien por ciento seguro de que antes de irme a dormir la vi entrar a su habitación, es más, le di las buenas noches en la puerta de su habitación ¿Cómo se supone que termino durmiendo en el sillón? ¿Será sonámbula?

No lo creo, en el mes que vamos viviendo juntos no había visto nada raro... o eso creo.

Me pongo en cuclillas frente a ella y una de las comisuras de mi labio tira hacia arriba al verla tan tranquila durmiendo plácidamente, ajena a todo.

Si tan solo siempre fuera así de tranquilita y no el terremoto que enfrento todo los días.

Detallo su rostro centrándome en todas esas pecas que más de una vez me he encontrado a mí mismo observando y recordando en mis pensamientos. Su melena espesa apunta hacia todos lados y me da gracia la forma en la que esta acurrucada.

—Liz —la llamo en un susurro.

Se remueve pero no me contesta.

Paso una mano por su rostro, quitando el cabello que cae en su cara. Su piel es suave y calentita y siento una sensación electrizante en los dedos al tocarla.

Noches de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora