Capítulo 15

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Aaron 

Escucho golpes en la puerta y me pongo de pie, confundido. Se supone que Liz esta en la sala escribiendo en el sillón y comiendo sus donuts, pero escucho los golpes hace ya como un minuto. Y no es como si el sillón este muy alejado de la puerta como para tardar tanto en ir a abrirla.

Dejo la tableta grafica a un lado, donde se encuentra mi proyecto de la universidad del cual me siento bastante orgulloso por haber avanzado, pero no orgulloso por permitirme dibujar lo que estoy dibujando solo con la excusa de dejarlo fluir, y salgo de mi habitación, pasando por en frente de la de Liz y viendo toda la ropa rosa que en su momento fue blanca, arriba de la cama.

Sonrío divertido al recordar como se estuvo quejando por eso. La muy tonta había puesto a lavar ropa blanca junto a ropa rosa y ahora todo era de ese color. Hasta sus bragas que, accidentalmente, había visto colgadas. Se que suena raro pero juro que fue accidentalmente.

Salgo del pasillo y confirmo lo que ya sabía: Liz está sentada en el sillón, concentrada en su laptop y hay un plato con dos donuts y una taza con café sobre la mesita. Casi siento desilusión por saber que hizo su café sola y no me lo pidió a mí.

Ella levanta la mirada y me da una sonrisita inocente. Sonrisa que me altera un poco pero no se lo demuestro.

—¿Por qué no abres la puerta?

No sé por qué pregunto, si Liz tiene una especie de fobia por atender personas. Hasta a veces me obliga a mí a atender al del delivery cuando en realidad fue ella la que pidió comida a domicilio.

—Porque estoy enferma.

—Estas  enferma, no inválida. Además, este es tu último día de reposo.

—Sí, bueno. Estoy enferma y sin ganas de abrir la puerta.

Ruedo mis ojos y paso por su lado. No sé de dónde sale de mí darle un pequeño y suave tiron a uno de sus mechones naranjas provocando que exclame indignada.

Abro la puerta y me quedo congelado al ver a la persona que está del otro lado.

—Aaron Abraham Cox —cruza sus brazos completamente indignada.

Cierro mis ojos por un momento.

—Hola, ma.

Mierda, había olvidado por completo que hace ya dos semanas me había dicho que iba a venir a visitarme. La casa de mis papás esta a unos cuarenta minutos de dónde yo vivo y por lo general ella y papá se las ingenian para venir al menos, dos findes de semana, pero  ahora último los dos han estado muy ocupados con sus trabajos y bueno, yo con la universidad.

Bajo la mirada al enorme bolso donde, adivino, trae comida porque por más que yo sepa cocinar ella sigue insistiendo en traerme comida y a decir verdad, creo que nadie podría resistirse a la comida casera que hacen nuestras mamás.

Hola, ma —imita mi voz de una muy mala manera— ¿Eso es lo único que vas a decirme? Estoy muy ofendida con usted, señorito ¿Es que acaso ya te olvidaste de tu madre? —lleva una mano a su corazón treatralmente y yo no puedo evitar rodar los ojos ante su drama, lo que conlleva un tiron de orejas por su parte—. No me pongas los ojos en blanco, Aaron Abraham Cox.

Una carcajada se oye detrás de nosotros llamando nuestra atención, o mejor dicho, llamando la atención de mí mamá. Me maldigo por dentro, primero porque Liz escucho mí segundo nombre y estoy seguro de que lo va a usar a su favor y segundo, porque no me hace falta darle una ojeada a mí mamá para saber lo que se viene.

Ella mira detrás de mí, encontrándose con el fosforo sentado en el sillón y siendo chismosa como siempre, y luego me mira a mí. Me da una sonrisita complice y guiña su ojo de una forma muy exagerada que me hace bufar.

Noches de inviernoWhere stories live. Discover now