Epílogo

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Dos años después...

Liz

Dejo la maleta y el bolso de mala manera en el piso y no tardo en quitarme todo, darme una larga ducha y ponerme una camiseta de Aaron para desplomarme en la cama.

Había sido un viaje largo y, aunque amé hacer giras para firmar libros, ya no veía la hora de llegar al piso y descansar por unas semanas.

Estos dos años habían traído un montón de cambios en mi vida, comenzando con que, luego de corregir el manuscrito de Noches de invierno y enviarlo a varías editoriales, había sido aceptada en una de ellas y bueno, lo habían publicado. Lo que nunca imaginé es que ese libro me iba a cambiar la vida por completo. Se convirtió en furor en el momento en que lo publiqué tanto que, en el primer mes, ya iba por la tercera edición. Gracias a eso, había firmado contrato con la editorial y publicado dos libros más. Que es precisamente la razón por la que hice una gira por gran parte de Europa para firmar mis libros.

Se podría decir que cumplí mi sueño.

En el momento en que publiqué Noches de invierno, había dejado de trabajar en el bar y ahora solo me dedicaba a hacer firmas de libros, escribir libros e ir a la universidad -la cual me quedaba un año y medio para terminar la carrera- y luego de eso, planeo dedicarme al cien por ciento a escribir.

Para Aaron las cosas también habían cambiado, bueno, él seguía siendo el mismo gruñón pero no voy a negar que me encanta esa faceta suya. Se había graduado de diseño grafico y, como él deseaba, había ahorrado y abrió su propio estudio en el piso -exactamente en la cual antes era la habitación que yo rentaba-, y le iba increíblemente bien. Con el tiempo había logrado crecer, tener más clientes y colaborar con varías marcas.

Había logrado lo que tanto quería; trabajar desde casa sin tener que verle la cara a las personas.

Y bueno, no solo eso, sino que también trabajaba para la editorial en la que yo publico mis libros haciendo ilustraciones y portadas de libros. Ni siquiera hace falta mencionar que lo elegí a él para que haga las portadas de los tres libros que he publicado hasta ahora.

Lo demás seguía bastante normal, seguíamos viviendo en el piso, nuestros amigos se habían graduado de sus carreras y ahora comenzaban a vivir la verdadera vida adulta y aun seguía trabajando en la relación con mis papás, que la verdad tenía que reconocer que se estaban esforzando por mejorar las cosas.

Ni siquera alcanzo a cerrar los ojos para dormirme cuando escucho la puerta principal siendo abierta y a Aaron tatareando una canción. Sonrío de lado al escucharlo y me quedo esperando a que entre en la habitación.

No tardo en ver toda su altura pasar por el umbral de la puerta y la sonrisa que se dibuja en su bonito rostro cuando me ve acurrucada en nuestra cama.

—Vaya, y yo que pensé que me ibas a esperar con el almuerzo hecho y quizá, en lencería.

Dios, como había extrañado a este idiota.

—Y yo pensé que iba a tener una bienvenida más eufusiva luego de tres semanas sin vernos.

No tarda en llegar hasta mi e unir nuestros labios en un beso. Al principio el contacto es suave, un simple roce de labios, como si estuviésemos recordando lo que se sentía besarnos luego de tres semanas sin hacerlo, pero ese suave contacto no tarda en tornarse en uno más desesperado que transmite exactamente lo que sé que Aaron no quiere decirme con palabras: que me extrañó.

Se inclina hacia mí para besarme con más intensidad. Termino tumbada en la cama con él encima mio. Necesito tocarlo, así que acaricio su barba de unos pocos días con las manos y continúo subiendo para hundirlas en su pelo. Había hechado mucho de menos tenerlo tan pegado a mí.

Noches de inviernoWhere stories live. Discover now