Capítulo 9: Viaje

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Había estado dandole vueltas durante mucho tiempo cual sería el mejor plan de acción. Yanira había compartido donde creía que estarían Oliver y Eme así que Arel se había decantado por investigar a travez de internet. Buscaba en un mapa de la zona norte la localización, sabía que la distancia podría convertirse en un problema si no disponían de transporte. Él no tendría problema ya que si no volaba no le importaba caminar durante horas, pero junto a esos humanos el camino se haría difícil. Ninguno de los tres muchachos superaba la mayoría de edad para poder conducir y él no es que fuera un experto, no quería arriesgar sus vidas simplemente por montar un artefacto en el cual hasta ellos mismos perdían la vida. Ya hacía rato que los críos habían subido a repartir los cuartos, no le gustaba que Luna aun no hubiera bajado pero supuso que tendrían mucho de qué hablar. Le desagradaba la circunstancia de verse envuelto con adolescentes, demasiadas hormonas descontroladas y sentimientos a flor de piel para su gusto.

En su interior esperaba no tener que acabar con la muchacha pero sí de ello dependían las vidas del resto del mundo, la eliminaría como si fuera una mosca. Pensaba repetidamente en que el muchacho se lo pondría difícil, de quien no lograba vislumbrar las intenciones era de la otra chica, Yanira. Era una humana muy volátil, no había pasado mucho tiempo con ella pero la situación con Oliver le había dado mucha información sobre ella. La situación le hacía desconfiar, ya lo hacía hasta de su sombra. Todas esas emociones le estaban provocando un malestar muy desagradable y para poder estar centrado decidió meditar, conectar con sus hermanos y buscar tranquilidad.

Apartó el ordenador y lentamente se sentó en el suelo del comedor. Estaba rodeado de muebles y tanta humanidad que no lo deja desconectar del todo por lo que plegó sus alas sobre su cuerpo, lo rodeaban como una crisálida envuelve al gusano antes de ser mariposa. Las plumas blancas de puntas café le daban la tranquilidad que necesitaba para volver a centrarse. A pesar de todo, decidió dejar un canal de conexión con la casa por sí le necesitaban, luego sus ojos se iluminaron y los párpados se cerraron sobre ellos.

Yanira miraba las paredes de la habitación de Luna, recordaba los buenos momentos que habían vivido las dos juntas. Se sintió vulnerable, ahora conocía perfectamente el secreto de su amiga y la verdad es que le daba igual, lo que ahora realmente le importaba era Démian. Cuando estuvieron en su casa y él se hizo pasar por su novio, fueron los mejores momentos; el agarrándole la mano y abrazándola de cuando en cuando para aparentar. Se había sentido completamente cómoda en sus brazos, sus ojos de diferentes colores, sus labios, sus mejillas su nariz ligeramente grande. El pelo estratégicamente colocado alrededor de su cara, la ropa enmarcando un cuerpo definido y atractivo, sabía que ella le atraía aunque solo fuera un poco y se agarraba a ello como un enfermo a su cura. Notaba que entre Luna y él había algo pero esta vez la chica no le arrebataría lo que ella tanto ansiaba. Mientras el monstruito de su amiga no estuviera, entre ellos podría pasar algo y esa idea se gravó a fuego en su cuerpo y mente. Démian sería suyo sí, o sí.

Mientras maquinaba mil y una formas de estar a solas con el muchacho cayó en brazos de un profundo sueño. La brisa golpeaba con impaciencia su ventana pero eso dio igual, nada la despertaría del sueño en que ella y Démian se besaban apasionadamente.

Démian hacía ya rato que dormía, Luna en cambio, estaba con los ojos clavados en el techo. Le había pedido con tanta insistencia que lo acompañara que no supo como decir que no. Había dejado la ventana abierta para que el aroma de él no se concentrara mucho ya que no lo aguantaría, cuando se transformaba había una quietud superficial que la tranquilizaba pero cuando estaba en su cuerpo dominado por las hormonas, su olor la volvía loca.  El suelo estaba duro, pero se sentía reconfortada por las tres mantas que la aislaban de él. Mirarle la tentaba, quería estar con él en la cama, dormir abrazados pero sabía que no era lo más apropiado. Ahora las cosas entre ellos estaban en calma pero por cuanto tiempo, sus padres habían muerto por su culpa y su vida corría peligro. Le pesaba en el alma, su alma, desde que Oliver le había herido se sentía cada vez más separada de ella. Lo que si la hacía sentir bien era la ligera respiración del muchacho llenando la habitación, y acunada por el compás de esta, se dejó dormir.

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