Capítulo 15: Otro punto de vista.

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Caminaba escoltado por su inmensa creación, sabía que en la superficie le esperaba su ejército, uno que dormía y que seguiría así hasta que su líder quisiera despertar. Necesitaba que Luna, su pequeña, le ayudara a despertar de su pétreo sueño a todas esas hermosas criaturas y que juntos destruyeran todo a su paso, y así, comenzar una gran guerra donde unir fuerzas. Los entes oscuros con los que había llegado a un trato, le exigían destruir el mundo para poder resurgir. Emerger de entre las sombras y convertirlo, a él y solo a él, en el poder supremo. Él las guiaría en ese nuevo mundo que conquistarían, conocía de sobra ese tipo de victoria. La última vez que había luchado contra ellas, simplemente se había puesto de su lado. Había sentido la pérdida de todo su mundo pero los demonios le habían ofrecido un remanso de paz, donde el dolor que corroía su ser, se perdía entre los gritos de las gárgolas a las que había matado. Cuando descubrió que su hija seguía con vida comenzó a tramar un plan para atraerla y así iniciar su gran ascenso.

En la fría soledad del túnel, se sentía reconfortado. Llevaba la cuenta de los días por el número de sus creaciones. Al mirar a las bestias su pecho se inflaba de orgullo. Durante sus solitarios días, lo que turbaba su frialdad y sosiego era la vocecita constante de la persona que había sido el universo para el. Ella aparecía en sus sueños cuando lograba dormir, la veía tan hermosa y tan triste. Sus ojos estaban cargados con el dolor de un adiós, le repetía miles de veces la misma frase: Déjala ir.

Pero no estaba dispuesto ha hacerlo.

Caminaba en las sombras aun con el pensamiento puesto en esa voz que le aguijoneaba los oídos cuando otras voces, reales, le llegaban de la cámara que se encontraba a unos pocos pasos. Las reconocía y sonrió para sí mismo con renovada confianza. Le dio órdenes al dragón, y tan solo unos minutos después apareció. No lo hizo solo, traía consigo al tan preciado premio, el gran detonante de todo.

En su calculadora mente se había creado la imagen de un plan perfecto, sabía que si los intrusos lo escuchaban correrían a esconderse, así que con una sonrisa contenida en los labios salió a la cámara para dar comienzo a la actuación.

- No sé por qué os escondéis cuando hace rato que os he visto. Salid.

Ninguno se movió de su sitio y la voz volvió a sonar mucho más enfadada.

- He dicho que salgáis.

De nuevo ninguno salió de su escondrijo.

- Bueno veo que no me dejas otra opción.

Desde su escondite Luna pudo ver a la figura que le hablaba, surgía por otro de los túneles que estaba cerca de donde se escondían. Oliver apareció seguido de otro de sus dragones pero este era el doble de grande que el anterior, ambos caminaban con lentitud y muchísima segurida, daban la batalla más que ganada. En la mirada de su padre pudo ver arrogancia y orgullo, lo que le provocó una descarga de adrenalina. Su corazón latía a mil por hora, pulsaciones que se multiplicaron al fijarse en lo que cargaba a lomos el dragón.

Oliver hizo una señal con su mano y la bestia se lo sacudió dejándolo caer al suelo haciendo un sonido escalofriante.

Luna tenía los ojos completamente abiertos, respiraba superficialmente y el polvo a su alrededor se arremolinaba cada vez más. Sus manos terminaron de convertirse en garras y su piel crujió al endurecerse un poco más. En ese instante no escuchaba a nadie, no oía la llamada de Démian, ni se percató de las palabras de Arel. Al ver caerlo del dragón corrió a su lado dejándolos a todos boquiabiertos. En mitad de la carrera comenzó a llorar, con cada paso que se acercaba a la sombra del suelo, repetía su nombre una y otra vez. Al llegar a su altura cayó de rodillas y lo acunó en sus brazos.

El dragón se abalanzó contra su enemiga enseñando sus afilados dientes pero Oliver lo detuvo. Dejó que tuviera unos segundo antes de hablar y luego se dirigió hacia el resto del grupo.

- Deberías salir de ahí ya que vuestra amiga os ha delatado.

Uno tras otro los tres salieron con la cabeza alta, desafiantes ante un tirano como aquel. Arel había desenfundado la espada y todos sus músculos de color azabache refulgían con la divinidad del ángel que era. Al lado de Oliver Arel era mucho más grande, fuerte y ágil pero la gárgola tenía de su parte una magia oscura y a un ejército de piedra. Sin contar a la hija que poco a poco caía bajo su poder.

Démian protegía con su cuerpo a Yanira, en sus ojos bicolores se agitaba una luz ardiente, no había atisbó de miedo en ellos. Su cuerpo se preparaba para la batalla, su mandíbula estaba tensa y sus labios fuertemente apretados.

Mientras ellos con al mirada mantenían una fuerte lucha, Yanira observaba a Luna. Era como ver a una niña de tres años, lloraba y se convulsionaba. Sus hombros y sus alas se agitaban con cada impulso de dolor. Esa pequeña e indefensa niña que abrazaba con sus pálidos brazos a un padre, a un amigo. Para ella, su ser más querido. El momento apremiaba y ninguno de ellos le dirigía más que una breve mirada de soslayo, la situación no lo permitía pero la chica que había sido su amiga si lo hacía. Aprovechando que estaba tan cerca de Démian, apretó contra si el brazo del chico y le susurró al oído la situación de la chica. Al escucharla su pupilas se contrajeron con rapidez y giró sobre sí mismo para correr hacia ella, pero Oliver no se lo permitiría. Con tan solo el chasquido de sus dedos provocó un ataque contra el muchacho.

Arel se abalanzó contra Oliver, enzarzándose en una fuerte pelea donde el rechinar de las espadas de ambos rugía contra las paredes de la cámara, y a pesar de todo, Luna no reaccionaba.

LunaWhere stories live. Discover now