Capítulo II

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Capítulo II

Annette había tomado un libro en la repisa más alta de la biblioteca de aquella amable dama, quien ciertamente había sido un refugio para ella, lejos de ese infierno que tenía como casa. Lady Beatrice O'Dubgaill, había sido una madre para ella, aunque no hubiese un lazo de sangre entre ellas.


Simplemente era la amiga de una de sus nietas.


Y amaba estar allí, cuando su padre se marchaba. A sabiendas que el sermón que le esperaría no sería normal. Aquel pensamiento le hizo obviar lo que hacía, por lo que no se percató cuando la escalera empezó a tambalear. De pronto ella había perdido el equilibrio, viéndose caer en los brazos de quien hubiese deseado jamás caer. Prefiriendo mil veces aquel suelo, aunque la caída le hubiese dolido.


Sus mejillas se ruborizaron al ver sus ojos avellanas y su rostro. Era de nuevo aquel caballero, y si fuera poco, él sonreía con picardía como si ella fuese un objeto gracioso.


—Pensé que los ángeles estaban cayendo. Pero me he desilusionado al ver que es usted...¿Ahora está practicando cómo caer de una escalera?— expresó en un tono chocante y frío.

—No pedí su ayuda... Debió dejarme caer al suelo.—le respondió seriamente.

—¿Y ver con mis propios ojos cómo usted se torcía el cuello al caer?—expresó con un gesto aún más chocante—.Perdóneme, no sería de caballero.

—Sí, por supuesto. ¿Puede ya bajarme?

—Por supuesto.—y fue lo que exactamente hizo—¿Qué hacía?—cambió de tema—.Pensé que todas las mañanas tenía la osadía de escapar.


En ese instante, como si Dios quisiese escuchar las plegarias de Annette y evitar los acontecimientos que se avecinarían tras aquel primer encuentro, apareció Lady Beatrice O'Dubgaill salvándola.


—¡Al fin te encuentro, Annette!—expresó al entrar y encontrar a su nieto en la biblioteca con aquella joven dama—. ¿Interrumpo algo?—preguntó al mirarlos.

—No, Lady Beatrice... Ya estaba por regresar...

—Ya veo... James, pensé que esta mañana saldrías a cabalgar. ¿Tan pronto has llegado?

—He llegado hace apenas... Y me he encontrado a la señorita Cartwright en la biblioteca... La he salvado de caer al suelo.—expresó en un tono entre irónico y burlón.

—¿Te encuentra bien, mi niña?—expresó preocupada.

—Perfectamente... No se preocupe. Simplemente ha sido un tonto accidente... Y su nieto ha acudido a mi rescate. Como todo un caballero...—expresó en un tono un poco cínico.

—¿No me mientes?...

—No le miento... He tenido solamente un momento vergonzoso al ser recatada en los brazos de su nieto.


En ese preciso instante, comprendió que su idea principal de unirlos podría tener sentido. Aunque en ese momento no se llevaran tan bien como había pretendido que sucediera. Su nieto era un hombre frío y arrogante. Como todos los Cavendish. Aún se preguntaba cómo su apreciada hija había podido derretir el corazón del hijo de Bernand Cavendish, duque de Devonshire. Hasta el punto de darle un hijo, aquel nieto que aquel hombre había entrenado para ser el futuro duque de Devonshire.


Y Annette Cartwright era una joven inglesa que había tenido que vivir los sinsabores de la desgracia desde muy joven. Primero había tenido que perder a su madre siendo apenas una niña, para luego vivir el sinsabor de ser enviada en aquel colegio de señorita, en donde su padre la había encerrado. Deshaciéndose de ella, para luego liberarla cuando sintió que al fin le servía de algo haber tenido una hija.


Annette, lo siento, no quería entristecerte...—colocó su mano derecha en la izquierda—. No entiendo cómo tu padre prefiere tenerte lejos, en vez de a su lado...

Es una larga historia que aún de niña no entendía, ni entiendo.—suspiró al recordar aquel viaje de niña a Bath, a aquel colegio de señoritas donde había pasado prácticamente gran parte de su vida. Un viaje del cual jamás se olvidó. Un viaje que la hizo llorar al no querer alejarse de su hogar. Se rehusaba tanto a aquella decisión. Pero todo resultó en vano.

¿Ese es el motivo por el que ni piensas en asistir esta próxima temporada?

No creo que mi padre piense ni siquiera en ello... Desde que cumplí quince años he comprendido cuál llegaría a ser mi futuro y ese es que quizás mi padre tenga ya planes sobre mi futuro... Un matrimonio por conveniencia con quien él considere una unión adecuada... Y alejarme una vez más. Alejarme de todo, como si allí hubiese secretos que jamás yo debería encontrar o conocer.— la miró a los ojos, después de pensar—. ¿Podría pedirle su ayuda? ¿Me ayudaría a escapar, lady Beatrice? No creo que pueda soportar esa vida que me depara el futuro.


Aquel recuerdo se disipo de su cabeza. Regresando al presente. Ella debía ayudarle de alguna manera.



Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora