Capítulo V

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Capítulo V

A la mañana siguiente, James se había encontrado en frente de su primo Albert, una vez más. Y la verdad había empezado a odiar aquella sonrisa chocante de su rostro.

—¿Sigues aún en Edimburgo, querido primo?—le preguntó haciéndose el asombrado cuando se colocó en frente de él.

—¿Por qué te sorprendes tanto?

—Pensé que ya habías finiquitado tus asuntos en Edimburgo, para así regresar a Devonshire... Tu abuelo debe estar esperándote con ansias.

—He venido de visita... ¿Tan pronto deseas que me marche?

—Simplemente pensé que no querrías seguir aquí. Anoche no te agradó saber aquel pasado de tus padres. Y saber quién es la señorita que suele visitar a nuestra abuela, cuando mis padres y mi hermana decidimos viajar a Londres y quedarnos toda una larga temporada.

—Quizás he decidido hacer una excepción... Mi abuela deseaba con ansias que le visitara. Y por eso he decidido quedarme unos días más, antes de seguir con mis deberes en Devonshire.

Esa mañana, Annette se había despertado, recordándose que seguía en su prisión de cristal. Aquella que la vida cruelmente le había concedido. Se puso de pie, aunque una parte de ella deseaba llorar. Respiró hondo y se ordenó salir de allí, aunque fuese para dar una media vuelta y regresar.

Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando al fin empezó a caminar fuera de allí. Ocultarlas por mucho más tiempo, ya no podía. Sentía tan comprimido el corazón, que sentía dolor...mucho dolor.

James la miró a lo lejos. Sus ojos la habían reconocido, a través de la distancia, sintiendo irónico todo aquello. Él había salido a cabalgar aquella mañana, después de dejar a su primo, deseando despejar su cabeza un poco. Y la vida volvía a ponerla ante sus ojos.

Ella estaba triste. Había en su interior una tristeza que nublaba todo aquello que pudiese hacerle sentir feliz en ese instante.

Siendo ignorante de que él le observaba, Annette volvía a recordar aquellos días tristes y vacíos cuando le escribía a su padre, suplicándole una vez más poder ir a pasar esas vacaciones con él en su propiedad en Edimburgo. Encontrándose, como siempre, con una nueva negativa de su parte. Cerró los ojos y se recordó aquella ocasión en que había abierto una carta, mientras se encontraba en Bath.

<< Ya no eres una niña, Annette, y has de comprender que me la vivo viajando y atendiendo los asuntos económicos de nuestra familia para estar sentándome a leer una petición ni siquiera infundada en una base sólida. Te diré esto por última vez. Es mejor que aproveches el periodo que te queda en el colegio de la señorita Collins, que al fin de cuenta, es para tu propio beneficio. No tengo tiempo para estar cuidando de ti en mi propiedad o buscarte una institutriz. Estás próxima a cumplir la mayoría de edad y se te está educando con ese propósito, debido a que pronto has de encontrar un marido. Como muchas de tus compañeras de clases. Si te mandé al colegio de señoritas más retirado de Edimburgo ha sido por tu propio bien. Mientras más retirada estés de tu mitad escocesa, más aprovecharas tu educación de inglesa.

Ignorare todo lo que has escrito en esta carta y haré como si nunca la hubiese recibido.

Espero que me entiendas que si decido que Bath es tu lugar sin importar que temporada del año sea. Es que es lo considero adecuado. Necesito que aprendas lo suficiente para que seas digna de llamarte la esposa de quien te elija. Es un sacrificio por el bien de nuestra familia...

Tu padre, Robert Cartwright.... >>

—No ha sido ya demasiado... No ha sido demasiado, ya padre...—susurró mientras abría los ojos y sus lágrimas bañaban su rostro—. He aprendido todo lo que has querido... Me he dedicado a ser la mejor en todo desde que era una niña, con la finalidad de que te sintieras orgulloso de mí. Y sintieras el impulso de llevarme a casa... Era una niña que solo quería estar con su padre al ser lo único que tenía. Una niña que se iba convirtiendo en una mujer que ansiaba regresar a casa... Y ni siquiera ahora que estoy aquí, te importo. Siento cada día que lo más importante para ti, es deshacerte de mí... ¿Qué he hecho mal para que me castigues de esta manera tan cruel? ¿Por qué me has estado lanzando a la soledad y al silencio?

Respiró hondo, sintiendo una punzada en el corazón. Ese siempre sería su destino... La soledad y el silencio, sin nadie que la abrazara cuando sentía tanto anhelo de que alguien lo hiciera. Secó sus lágrimas y se propuso a regresar de nuevo a su casa, sin imaginar que alguien la había observado desde lejos.

Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora