Capítulo III

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Capítulo III

James había deseado regresar en el mismo instante en que había comprendido que su abuela no estaba enferma. Ni siquiera en su lecho de muerte, como le había hecho creer. Se encontraba perfectamente, hasta el punto de convertirse en la alcahueta de una loca señorita al ayudarla a querer escapar. Quizás había perdido un poco la cabeza y era mejor quedarse un tiempo prudente y evitar que cometiera alguna otra locura. Pensó mientras miraba a través de su ventana, al mismo tiempo, en que recordaba aquel odio de familia que había escuchado siendo aún un niño. Aquel que no había entendido. Hasta entonces, cuando volvió a escuchárselo a su abuelo, cuando éste le pidió que no tardara tanto en Escocia.


¿Qué había en Escocia que le era oculto y prohibido?


Lo descubriría lo más pronto de lo que se lo imaginaba. El tiempo siempre da las respuestas esperadas. Aunque a veces tarden más de la cuenta.


—Es hermosa, ¿no te parece?— le había preguntado Albert. Su primo más cercano, aunque viviese también allí, en Escocia. Pero hacia el sur.

—¿De quién me hablas?— expresó sin inmutarse ni un poco.

—De la amiga de Judith... De la señorita Annette Cartwright... Aunque no creerás de quien es hija.— expresó al sonreírse al ver como aquella información le caía a su primo como un balde de agua fría.

— Desconozco algún parentesco... No conozco a la perfección a la alta sociedad de Edimburgo como tal vez los conoces tú.

— Su padre fue el prometido de tu madre... Antes de conocer a tu padre, obviamente. Dicen que desde que mi tía rompió el compromiso, por capricho de nuestro abuelo, él decidió no tocar jamás nada que le recordase nuestra familia. Pero, ¡mira lo pequeño que puede ser el mundo!... Su hija se encuentra aquí... Me pregunto si él es consciente de todo eso.

— ¿Mi madre estuvo comprometida con el padre de esa señorita?

— Sí... Hasta el punto de que era lo único que se hablaba en su época. Pero tu padre se cruzó en el camino de tu madre, acabando todas esas posibilidades, cuando nuestro abuelo encontró que sería una mejor unión. ¿Quién se negaría a unir su abolengo con el de un noble duque? No era para menos...

— No lo sabía...— expresó sorprendido.


El rostro de James cambió. Aquella información le había tumbado. No había sido consciente de aquella verdad. Hasta ahora. Y parecía que su primo disfrutaba de ello.


—¿Podría ser posible?

—Cuando Judith nos la presentó cuando habíamos ido a visitarla en Bath, hace siete años atrás, descubrí que podría ser posible... Y lo pequeño que podría ser el mundo tanto para ti como para ella... De lord Robert Cartwright.—expresó graciosamente.

—¿Y abuela ha tenido la osadía de invitarla aquí?— preguntó con indignación.

— Nuestra abuela ha decidido mantenernos a todos alejados de los asuntos pasados de tu familia... Hasta nos prohibió que te dijera algo y respetara la amistad de Judith con esa señorita, al igual que me recordó que aquí ella acepta a quienes ella decida...

—Bien... Lo he entendido a la perfección.

—Ella desconoce quién eres... Sólo he querido informarte... Para que entiendas...

— ¿Entienda qué?— expresó seriamente.

— Porque mi abuela suele defenderla... Su vida no ha sido tan agradable como la nuestra.

— ¿Un peso de consciencia?

— Posiblemente...

—No soy un hombre que entienda dichas razones. No sé lo que pasó en aquel ayer. Además, después de toda esta verdad... ¿Podrías seguir confiando en tu amistad? ¿O debo empezar a creer que no has sido nunca sincero conmigo y tu amistad nunca será realmente digna de considerarla fiel?

—No seas tan dramático, James... Una cosa no tiene que ver con la otra.

— No para ti. Pero sí para mí. ¿Acaso no he vivido en el misterio de un secreto negado por ustedes? Estoy pensando simplemente en mi bienestar...

—He de entender que no me perdonarás por todo este silencio.

— Eres el primo más cercano para mí... Comprenderás mis razones.


     Las risas entre Judith y Annette se habían hecho contagiosa entre los presentes, aunque ambas estaban tan concentradas en lo que estaban haciendo.


—¿Volverás a asistir a un baile?— le preguntó Judith con cierto interés.

—No creo. Sabes que a mi padre no le gusta que asista a bailes... Y aún más, cuando ha impuesto un futuro para mí.

—No entiendo porque tu padre lo hace...

— Yo tampoco...— levantó la mirada y se encontró con la mirada de aquel hombre al cuál de pronto, la vida disfrutaba cruzarla y no para su propio agrado.


    La sangre corría por las venas de aquel hombre, de la misma manera en que corre la lava en un volcán a punto de estallar. En algo no se equivocaba cuando decía lo cuánto odiaba que se metieran en su vida o se involucraran en sus decisiones. Era algo que no podía evitar en él. Su vida era su vida...Y sus decisiones sus decisiones... Sin embargo, aquel viaje a parecer estaba lleno de muchas sorpresas.


     Y una había sido conocerla a ella...

Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora