Capítulo XXIV

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Capítulo XXIV

Saber sobre lo que había hecho aquel hombre que había considerado su padre, hirió y golpeó su corazón por completo, entendiendo el motivo que había impulsado a James a ocultárselo. James deseaba protegerla, pero ella tenía el derecho de saber toda la verdad sobre lo que ocurría a su alrededor y era algo que él debía entender.


Sin embargo, para su propia sorpresa, no tan solo James se preocupó por ella. Sino el mismísimo Bernand Cavendish, duque de Devonshire.


Ante sus ojos, empezó a observar cómo realmente se preocupaban por ella. Jamás nadie lo había hecho, o al menos, alguien que tuviese un lazo familiar. Y ellos ahora eran su familia.


— He escuchado que su hija asistirá al evento de lord Becker con su nueva familia...— le expresó irónicamente Joseph Ashworth, conde de Essex, a Robert Cartwright.

— ¿Vendrá a Londres?— bufó sintiendo aquel comentario como una indirecta chocante y acusadora.

— ¿No me dirá que no lo sabía, mi buen amigo?

— No, no lo sabía... No he sabido de ella desde que tuvo la osadía de desobedecerme y hacerme ver como un ridículo...

— Tuvo la osadía de hacerlo con ambos....


Aquel hombre se quedó observando un buen momento a Robert Cartwright, mientras bebía su vaso con coñac.


— ¿Irás a encontrarte con ella?— le preguntó, fingiendo que mostraba interés— Imagino que por ello has decidido venir a Londres.

— No estaba en mis planes.—mintió—. Simplemente he viajado por un asunto de negocio. Nunca me han interesado los bailes de sociedad. Más bien soy partidario de huir de ellos lo más pronto posible, aún más, cuando los considero innecesario y absurdos.

— Pensé que habías conocido a la madre de Annette en un baile de sociedad. A tu difunta esposa...


Robert Cartwright observó su trago y los recuerdos le hicieron recordar aquel ayer.


Escocia e Inglaterra. En el pasado...

Había sido una amarga primavera, aquel año de 1790, cuando a sus oídos había llegado aquella terrible noticia de que su amada Scarlett, ahora lady Scarlett Cavendish, le había dado un hijo a aquel caballero que él tanto detestaba. Aquella primavera le enterraba aquel puñal que era peor que un veneno bebido.


Por siete años aquello le había torturado hasta que en 1797 había decidido cambiar de parecer y había terminado en aquel baile de sociedad, en Londres, por mero capricho del destino. Del destino que él mismo se había impuesto deseando olvidar a Scarlett y finalmente encontrarle sentido a su vida. Aunque durante toda la noche, en aquel baile, la había visto en la cara de aquellas señoritas con edad casamentera.


Hasta que se encontró con la madre de Annette. Con Agatha Sullivan. Nieta del conde Burlington.


Era la joven más hermosa de aquella noche, y no era de negar, que por ello, muchos jóvenes presentes se veían como buitres, intentando conseguir un poco de su atención. Y más cuando sabían que era la nieta del conde Burlington, aunque no su heredera absoluta, pero si sus ojos. Ella estaba bajo su cuidado, al ser huérfana y él su único pariente cercano con vida, aunque para ese entonces, se encontraba más cerca de la muerte cada día. Los años no pasaban en vano y él ya había vivido lo suficiente para saber que pronto moriría.


Aquellos buitres que se encontraban allí, sabiendo que encontrando una joven con una fortuna, podría salvarlos de la ruina. Y ella era una de esas pocas jóvenes que podría significar eso. Si conseguían su completa atención. Sabiendo que aquel anciano seguro le dejaría una suma importante de dinero que cuidaría de sí.


¡Qué insolente podía ser la vida justamente cuando colocaba ante sus ojos algo que posiblemente no deseaba... Un corazón puro e ingenuo!


Sus ojos se posaron con los suyos y fue el inicio de aquella resolución que había deseado su alma. Consiguiendo arrebatarles a aquellos hombres la oportunidad que deseaban.


El 28 de Junio de 1797 había sido él quien la había convertido en su esposa. En lady Agatha Cartwright. En un matrimonio que, poco a poco, se fue desmoronado. Porque cuando Agatha intentó amarlo con toda su alma y ser una esposa fiel. Sus comparaciones de que "ella no era su amada Scarlett" y sus humillaciones al no poderle aún dar un hijo, le hirieron haciéndole tomar un camino que ella jamás pretendió, antes de casarse con él.


La gota gorda que había rebasado el vaso, derramándolo por completo, había ocurrido después de su retorno a Edimburgo aquella primavera de 1798. Londres había significado la peor pesadilla de su vida. Había visto a Scarlett, a los lejos, con ese pequeño niño que había podido ser su hijo. Y sin embargo, no lo era. Su actitud hacia Agatha fue más dura y cruel desde ese momento. Su amor no significaba nada para él, porque ella no había logrado hacerle olvidar a Scarlett. Sin jamás medir las consecuencias de sus palabras. Y lo que podía lograr con ellas.


Él había sido el causante de que ella le fuese infiel y buscara a alguien que realmente le quisiera, como él no le había querido nunca. De que mientras cumplía sus obligaciones como esposa, lejos de su presencia, tuviese otra vida.


Sin embargo, a finales de 1798 el empezó a pagar las consecuencias de sus propios errores...


Lord Cartwright, no sé cómo puedes vivir haciéndose el ciego... Todo lo que cree que será suyo, se terminará yendo de sus manos... le había dicho un hombre antes del nacimiento de Annette, con una sonrisa maliciosa.Su dulce esposa es tan deliciosa... ¡Qué lástima que haya quedado embarazada y no sepa quién pueda ser su padre! Nos dejará a sus amantes sin su cálido cuerpo, porque desde este momento, ninguno querremos a una mujer embarazada en nuestras camas.


El rostro de Robert Cartwright había enardecido ante aquel militar que se había atrevido a insultarle tras aquel comentario. No era ciego. Él sabía que había sido el único culpable del comportamiento de Agatha. Él la había empujado a los brazos de cada uno de los brazos de los hombres con lo que había estado.


Y ese bebé había nacido a mediados de 1799. Resultado ser una niña que ni siquiera se parecía a él.


Luego el dolor que deja una perdida, terminó de romper su corazón cuando en 1802 murió Scarlett. Siendo él, testigo de aquel funeral, aunque en la distancia. Recordándose que él tenía que soportar a una hija que no era suya y una mujer que no amaba. Ni amaría nunca.


Y ahora en su presente, la vida volvía a burlarse de él.

Annette ahora era una Canvedish.



Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora