Capítulo XXV

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Capítulo XXV

Annette veía increíble encontrarse allí, finalmente en aquella ciudad londinense. James le había consultado si quería ver un baile de sociedad, aunque ella ya no era una joven casamentera para querer ir a uno, como muchas jóvenes deseaban aquella temporada. Una sonrisa fue su respuesta. Jamás había esperado que James tuviese dicha consideración. O que recordase que ella jamás había asistido a uno y deseaba ver un baile de temporada en Londres.


Había elegido un vestido color verde con un listón color amarillo que resaltaba un poco sus ojos. Y hacía ver aquel bulto en su vientre. Y ella se sentía orgullosa al verlo, mientras se miraba al espejo.


— Sé que mi madre le hubiese gustado verme en la dulce espera...—cerró los ojos, deseando recordar al menos el rostro de su madre, su voz al hablarle o la forma en que la abrazaba. Pero solamente recordaba la leve impresión de haber sido amada por ella.


James tocó a la puerta de la habitación que compartían en aquella inmensa propiedad en Grosvenor Square. Y se encontró con una hermosa Annette, en la dulce espera.


— ¿Ya estás lista?— le preguntó con un tono suave y con una sonrisa en su rostro.

— ¡James! No te escuché...— se giró y lo encontró recostado en el umbral, antes de acercarse a ella.

— Estabas concentrada...—expresó al darle un beso en la frente— Estás hermosa. Seré un hombre envidiado esta noche.

— Y yo. ¿O has olvidado que me he casado con el soltero más codiciado de toda Inglaterra? Muchas jóvenes casamenteras me miraran con envidia y enojo, ya que soy la dueña de tu corazón.

—La única dueña...—sonrió con picardía, al rozar su mejilla derecha y luego besar sus labios.

— Una inglesa por nacimiento. Y de corazón escocesa... No lo olvides.

— Lady Cavendish, ¿acaso ha olvidado que soy escoces por nacimiento aunque haya sido criado como inglés?

— No, no lo he olvidado... Lord Cavendish.—sonrió con picardía, besando a su esposo en los labios—. Sólo que muchas no se referirán sobre tu lugar de nacimiento. Sino sobre el lugar de donde procedo... Y seré vista como la escocesa que se robó el corazón del futuro duque de Devonshire... Un hombre increíblemente guapo, varonil e inigualable...

— ¿Intenta seducirme antes de nuestra salida? ¡Lady Cavendish! No conocía eso de usted...

— ¿Es que acaso no se me permitiría?— expresó, sin evitar sonrojarse.

— Amo cuando te sonrojas...

— ¡James! No hagas que me avergüence más... Intento siempre conseguir cómo ganarte. Pero siempre logras hacerme sonrojar.

— Es parte de ser un Cavendish...— expresó a su esposa, antes de salir de aquella habitación, rumbo a la sala principal donde le esperaba su abuelo.


Lejos de allí, Robert Cartwright se encontraba bebiendo en un club londinense de caballeros de la alta sociedad. No sabía cuánto había bebido, pero sí la sensación que sentía cada vez que pasaba por su garganta. El ardor ya había pasado, volviéndolo inmune. Pero no les llenaban del valor de ir hacia aquella propiedad donde estaría su hija alojada o al baile al cual su nueva familia había sido invitada.


Y para colmo, el rumor de que se encontraba en espera, termino de abofetearlo, haciéndole enervarse a causa de todo aquello.


Su apellido y el de los Cavendish se habían unido. Y ahora el fruto de esa unión se encontraba en el vientre de Annette.


— Otro trago de whisky...— pidió al hombre que atendía en el bar.

— Ya ha bebido suficiente señor...

— Soy quien decide que es suficiente para mí... ¡Otro trago o me quejaré con el dueño!— expresó con firmeza y autoridad.


—Por supuesto señor.—dijo y le sirvió el trago pedido.


En el baile de lord Becker, la mayoría de los presentes no poseían títulos o eran simplemente hijos no herederos, al ser el segundo o el tercero. Sin embargo, si podía encontrarse algunos, como el duque de Devonshire que había asistido allí por aquella vieja amistad que tenía con lord Becker. O Joseph Ashworth, conde de Essex, quien no había podido resistirse a la posibilidad de encontrarse, frente a frente, con Annette. El simple hecho de haber sido rechazado por ella había enojado a su corazón. Y deseaba enfrentarse a ella.


Sin importarle que fuese la esposa del futuro duque de Devonshire.


Para Annette entrar a aquel elegante salón londinense revestido por tapices de seda, era realmente un sueño. Aunque debía admitirse que la propiedad del abuelo duque de Devonshire era aún más lujosa, sin embargo no tenía pensado organizar ninguna fiesta. No quería poner a Annette en plena faena de organización de un baile, cuando ella estaba en la dulce espera. Lo primordial para él era que ese bebé naciera en buen estado.


Annette apretó con fuerza su abanico en la mano derecha, preparándose para lo que se le avecinaba, que era tan inevitable para ella. Su presentación ante aquella sociedad inglesa como la esposa de James Cavendish. Del futuro duque de Devonshire. Su corazón se agitaba con fuerza, era algo en lo que nunca había pensado. Se recordaba más bien cómo había intentado huir de aquel compromiso con el conde de Essex, que ahora todo le parecía como una ironía de la vida.


No había huido y desaparecido de aquella alta sociedad... Pero sin embargo, había encontrado su libertad.


No se había convertido ni en institutriz ni en sirvienta... Pero había logrado abrirle el corazón a un hombre que no pretendía enamorarse, enseñándole lo que significa amar. Y aprendiendo ella misma, algo, que no esperaba encontrar: "Ser amada".


Lo que había pensado, no había quedado en una simple suposición. Muchas madres casamenteras le miraron con enojo, al ver con sus ojos, como ella les había quitado a sus hijas las posibilidades de conseguir a un esposo de buen linaje.


Y él más codiciado, sin aquellas mujeres saber que no había sido necesaria una temporada para cazar el corazón del nieto del duque de Cavendish.


Lejos de allí, el conde de Essex los observaba teniendo una copa de champagne en su mano derecha. Los miraban con odio, en especial a James Cavendish, porque él ahora era el dueño de lo que había sido suyo. Annette había heredado la belleza de su madre, y con ello, un parecido realmente innegable. Detestaba verlos tan felices. Aquello realmente le causaba náuseas y una sensación de amargura en el estómago.


Se terminó de beber su copa y se la entregó al lacayo que llevaba las bebidas, al colocarla en la bandeja de plata que llevaba en su mano derecha.


Observó a lo lejos como James se retiraba junto a su abuelo, dejando sola en un rincón un momento a Annette. Imaginando que se debía a un asunto de caballeros, que ameritaba ser atendido en ese instante.


Esa era su oportunidad y no lo pensó dos veces cuando se dispuso a acercarse a ella.

— Buenas noches, lady Cavendish... Tiempo sin verla...


Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora