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No había hecho lo que quería, Jimin se había congelado al momento en el que cruzo su puerta, no sabía que es lo que haría, después de todo ¿que podría hacer?

Lo que Jungkook le había confesado era algo muy pesado de tragar, prácticamente le había acorralado para que se lo confiese y se sentía mal por eso. Culpa, vergüenza y tristeza eran las tres quienes nublaban sus pensamientos.

Así que antes de hacer cosas sin pensar, fue por su hija al kinder, fueron a almorzar a un restaurante cercano, hablo con ella y su tarde transcurrió de lo más normal. Eso se aparentaba, pero no lo era.

Jimin no podía disfrutar el momento con Yunjin, cada vez que veía a sus redondos ojos recordaba lo cruel y egoísta que había sido, cuando la escuchaba soltar risitas recordaba sus días de bebé y recordaba todos los momentos que le había arrebatado a Jungkook, por nada. Su vida se partió a la mitad y por nada.

Por un acto vil, sus vidas se habían arruinado por años.

Sentía pena por su pequeña familia de tres, garras afiladas la separo y capturo al amor de su vida.

Cuando el sol se oculto en el horizonte y sus helados se terminaron en sus copas, Jimin supo que tenía que llevar a Yunjin con Jungkook, a su hogar.

Y tras beber un litro de agua para calmar el infierno que sucedía en sus entrañas, decidió que era momento para dejar su cobardía y vergüenza, tenía que hablar con Jungkook, tenía que pedirle perdón por absolutamente todo.

Aunque, ni uno de ellos había sido el culpable de sus corazones rotos, solo habían sido culpables de los rasguños en sus rostros, más no.

Y después de tanta mala racha, se alegro al escuchar a su hija decirle que Minho-el compañero de su papá, como le decía ella— había salido de viaje, tendría privacidad para hablar con Jungkook sin aquella víbora agitando su cascabel cerca de ellos.

Tomaron el primer taxi, los minutos en el tráfico se volvieron eternos, sostenía a su hija en brazos mientras escuchaban la radio y contaban las estrellas, estancados en el tráfico Yunjin se durmió en sus brazos dejando solo a Jimin con sus pensamientos, observando a la luna que orbitaba a kilómetros de él, acompañado de las estrellas y de una que otra nube, se le hizo atormentante como es que esa misma luna los había acompañado todos estos años, ella había observado desde lejos como es que su infierno ardía, ella había estado ahí observando cada vez que ambos buscaban consuelo en las estrellas.

Ella había unido sus miradas que estaban a kilómetros del uno del otro, en sus noches de silencio y frío miraron a la luna solo para encontrarse con el otro muy lejos.

Pero la luna ya no tenía que unirlos a miles de kilómetros, ahora estaban cerca, a sólo unos cuantos pasos y a un sonido de campana.

"Hola, Jimin." Saludo Jungkook al abrirle la puerta, apresurandose para tomar a Yunjin en sus brazos. "Déjame cargarla." Susurro siendo cuidadoso de no despertar a su hija.

"Hola." Susurro Jimin. Sintiéndose mareado al sentir a Jungkook tan cerca de él, rozando sus manos con sus brazos para entregarle a Yunjin.

El corazón de ambos revoloteo al ver a su hija durmiendo en los brazos de Jungkook, sus mejillas enrojecieron cuando se encontraron mirándose. Se observaban porque lucían como aquel sueño que ambos tuvieron, ser una pequeña familia con una casa mediana y un jardín enorme, pasando sus días juntos mientras veían a sus hijos crecer en sus enseñanzas y amor.

Cuantas estrellas no habían escuchado aquel deseo, cuantas estrellas no habían oído entre sollozos su pequeño gran sueño roto.

Que ahora estaba ahí.

Entre abejas y espinas ; kookmin au omegaverseWhere stories live. Discover now