Capítulo I - Dioses.

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El silencio reinaba en aquel mundo, un silencio abrumador que ponía tensos a todos los seres de ese mundo, no importaba si eran humanos, híbridos animales o seres mágicos. Todos los que aún seguían, los sobrevivientes.

No siempre fue así, de hecho todo había sido reciente y extraño.

Poco tiempo atrás, aquél lugar sufrió una serie de incontables desastres, comenzando con tormentas que se lo llevaban todo a su paso, a consecuencia también hubo inundaciones y la muerte de cientos de animales.

La cosa no se detuvo ahí, poco después hubo terremotos y nuevamente muchas más muertes, aquél mundo parecía ser el más hostil de un día para otro. Gran parte de la población, por no decir que la mayoría, había perdido la vida, ya sea por hambre, heridas o simplemente aplastados por algún techo que quedó destrozado después de todo.

Nadie entendía qué sucedía, la razón de porque su mundo se volvió tan hostil con los seres de ese planeta, los recursos escaseaban, no había lugares donde atender heridas, ya casi no había esperanzas. Pero un día todo el caos cesó, un día todos amanecieron con un mapa a su lado indicando una nueva zona, una zona que destacaba en el mapa.

En la parte de atrás del mismo se contraba un pequeño y simple texto, que les dió la respuesta a todas sus dudas.

“ Ustedes, seres ingratos, maltrataron este hermoso mundo como nadie más lo ha hecho. Por eso los hemos castigado, queremos ver quienes son realmente merecedores de seguir viviendo en armonía, de empezar de cero si es necesario pero principalmente ver si son merecedores de vivir.

Atentamente: Dioses. ”

Y ahora todo parecía tener sentido, los seres divinos los habían castigado, tal vez de un modo demasiado agresivo pero no podían quejarse o protestar contra la voluntad divina. Ahora debían ir a aquella zona nueva, su nombre brillaba en el mapa, destacando del resto.

“ La tierra prometida. ”

[...]

   Spreen se encontraba sentado sobre un tronco en medio de un bosque, mirando incrédulo el mapa, apretandolo con fuerza. No podía creerlo, le parecía innecesario todo aquello y no sabía por dónde empezar. Guardó aquel papel en un bolsillo de su pequeña mochila y levantó su mirada, encontrándose los ojos blancos de cierto ente.

Shadoune movía su cola de un lado a otro, una cola larga que se asemejaba a la de un demonio, su rostro reflejaba cansancio y ahora frustración, tragó en seco y rompió el silencio entre ambos.

— Entonces… ¿Debemos empezar a viajar? — Habló con duda, había sido repentino y no tenían nada, no habían provisiones o tan siquiera animales para cazar, cosa que complicaba el asunto. Tenían suerte de tener bebidas, unos cuantos litros de agua que posiblemente les sería útil.

— Supongo… Estamos re jugados, apenas tenemos armas chabón. Perdimos todo en la base… — Respondió el argentino, los dos eran conscientes de que tampoco tenían muchas más opciones.

El más alto, soltó un suave suspiro y revisó por última vez su mochila para acto seguido equiparsela. Se acercó al híbrido y sonrió levemente mientras le ofrecía la mano.

— No perdamos el tiempo, vamos. Necesitamos aprovechar la luz solar. — El francés tenía razón, así que el híbrido aceptó aquella mano que lo ayudó a levantarse, poco después miraron el mapa y se ubicaron para saber donde ir, a su suerte ambos sabían cómo leer los mapas y tenían un excelente sentido de la orientación.

Ya se encaminaron rumbo a su nuevo hogar, si es que llegaban. Sabían que sería cuestión de saber sobrevivir, de tener suerte de encontrarse con animales para cazarlos y comerlos o simplemente no comer nada, cosa que realmente no les agradaba, el no comer nada posiblemente los tendría agotados todo el día.

Pasivo agresivo. - Shadreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora