Capítulo XVII - Agridulce amor.

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Ya era de mañana, el sol como de costumbre entraba por la ventana iluminando todo, despertando al osezno quién ya se había acostumbrado a aquello, levantándose casi en automático.

Hoy era el día donde verían a aquél dúo que conocieron en su viaje, salió de la habitación directo a la cocina. Allí se encontraban los otros dos argentinos pero no el francés.

— Buen día capos. — Saludó, yendo directamente a hacerse algo que desayunar para poder empezar bien el día. — ¿Saben dónde está el francés? Hoy teníamos que salir. —

— Creo que lo ví salir hace un rato, me parece que se fue a ver a su amiga. — Comentó el alfa argentino, cebando mate para luego dárselo al beta.

— ¿Su amiga? No me lo comentó, ¿dijo si volvía o no? — Pregunto algo desconcertado, no tenía conocimiento sobre aquella chica mencionada, raro teniendo en cuenta que solía contarle casi todo.

— En un rato seguro llega, ¿querés que lo busque? — Ahora hablaba Cris, el osezno terminó de prepararse unas tostadas, sentándose al lado de los otros dos.

— No, no. Ustedes descansen, ahí lo voy a buscar yo. — Habló tranquilo para luego comer de a poco, uniéndose a la ronda de mate.

Así se quedaron hablando cualquier cosa, hasta que el argentino se levantó para asearse y vestirse con su típica vestimenta. Se miraba al espejo con una sonrisa en sus labios, se sentía bien consigo mismo. Miró su cabello, analizándolo y decidiendose por recogerlo, cosa que rara vez hacía, buscó unas gomas para el pelo, robandole una a Cris. Acomodó bien su cabello y finalmente lo ató para luego salir de aquella casa.

¿Dónde puede estar?" Pensó, volteando a ver a los lados, viendo que su vecino se encontraba fuera, pensando en que podría preguntarle si vió algo.

— Eu Roier, ¿sabés dónde está el francés chupa pija? — Habló mientras se acercaba a la vivienda, obteniendo la atención del contrario.

— Déjame pensar… No, no lo ví ¿por? — Preguntó, le gustaba chusmear para luego hablarlo con sus amigos y reírse un rato.

— Se supone que hoy salimos pero el hijo de puta no aparece, lo voy a matar. — Se quejó, buscando con la mirada a los alrededores, esperando encontrarlo. — ¿Seguro que no viste nada? —

— No, mi amor. — Sus orejas se movieron ante el apodo, sabía que el mexicano solía usar apodos cariñosos pero no se lograba acostumbrar. — ¿Le preguntó al Mariana? Igual y si vió algo. —

— No, no… Dejá que lo busco yo. — Le regaló una suave sonrisa al mexicano, mirando sin saber qué hacer. — ¿Vos decís que lo esperé? Capaz que si lo busco no nos encontramos más. —

— La verdad, la verdad no sé. Pero puedo sacarte plática así te distraes un poco. — Propusó, sonreía levemente para darle confianza, el omega sabía que era de fiar.

— Bueno, mal no suena. — Terminó aceptando, soltando un suspiro derrotado al ver que el francés todavía no aparecía.

Pasaron varios minutos hasta que finalmente el francés llegó, viendo al argentino hablar tranquilo con el mexicano.

— Spreen, llegué. — El nombrado volteó a ver y no dijo nada, luego miró a Roier y sonrió apenado.

— Bueno capo, me tengo que ir, cuídate. — Se despidió, inclinándose para dejarle un beso en la mejilla y finalmente volver con el francés tomando la mano del mismo. — ¿Dónde andabas? Me dejaste re tirado… — No se lo escuchaba enojado, se molestó por la tardanza pero no lo suficiente como para hacer un drama.

Pasivo agresivo. - Shadreen Where stories live. Discover now