Capítulo III

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El argentino miró fijamente al francés, quién también volteó buscando con la mirada del otro. Se comunicaban con la mirada y gestos, algo que solían hacer cuando acechaban a alguien.

La cosa era, que ellos eran los que se sentían acechados ahora, se miraban pensando bien en qué hacer, si era buena idea responder y delatar su paradero o simplemente hacer oídos sordos y no responder. En ambos casos buscarían al dueño de aquella voz.

— Rubius, ¿eres tú? Cabrón, no me gusta que me asustes. —

El cuerpo de ambos se tensó, no era solo una persona, eran dos. No tardaron en darse cuenta de que estaban separados o parecían estarlo, se miraron fijamente y luego el más bajo hizo un gesto para ir con el desconocido.

El francés asintió y caminó hacía el lugar donde provenía la voz, detrás de él iba el argentino, atentó por si veía algo inusual.

— ¿Hola? ¿Hay alguien? — Habló el francés, provocando que el híbrido se estremezca, no esperaba que hiciera eso. — Disculpa, ¿dónde estás? Estoy solo y quiero algo de compañía, pensé que ya no había supervivientes. — Mintió.

Hubo un silencio extraño, el argentino escuchó ruido detrás suyo y rápidamente volteó a ver, encontrándose con la figura de un hombre algo más alto que él, un castaño híbrido de oso también, que se acercó con intenciones de atacar.

Spreen le dió un empujón a su compañero y rápidamente se puso en posición de ataque, mirando desafiante. — ¿Quién poronga sos? — Habló fuerte y claro, con las orejas bajas y enseñando sus colmillos, buscando intimidar más.

— Eso debería preguntar yo, ¿ustedes que hacen aquí? — Su voz tenía un peculiar acento español, se encontraba casi igual que el otro híbrido, ambos buscando imponer respeto.

— Que mierd- — Una mano se ubicó sobre su boca interrumpiendolo, gruñó por lo bajo mientras intentaba sacarse aquella mano, sabía que era su amigo quien le impedía hablar.

— No veníamos con intenciones de pelea, estamos siguiendo el mapa. — Habló el híbrido de demonio, sonrió suavemente queriendo ser amable. — ¡Auch! — Se quejó al sentir los colmillos del omega en su mano, soltandolo por reflejó.

El castaño los miró en silencio, sin bajar su arma ni mucho menos la guardía, de pronto una cuarta persona se hizo presente.

— ¡Cabrón! No nos sepa- — Se quedó callado al ver aquella escena, otras personas que no conocían y parecía que uno de ellos quería pelear, eso no le gustaba. — Aguas, cálmense vatos, no a la guerra. — Habló intentando relajar el ambiente, en el fondo tenía miedo, suspiró con pesadez y miró a su compañero para acto seguido hacer que este bajara la espada que tenía en manos.

  Shadoune se relajó un poco, sintió un aroma a miedo pero no parecía provenir de su compañero, más bien del pato del otro dúo. — Spreen, cálmate. — El nombrado movió sus orejas sin relajarse, el ente suspiró y se acercó a los contrarios. — Supongo que iniciamos con el pie izquierdo, me presento soy Shadoune. — Habló amable, el osezno castaño lo miró con desconfianza pero el híbrido de pato era mucho más confianzudo, por lo que se acercó de igual manera.

— Un gusto, soy Quackity y el es un puto. — Se presentó el mexicano, burlándose de su amigo mientras le ofrecía la mano al europeo, quién muy a gusto la aceptó.

Los oseznos se miraron entre sí y el primero en ceder fue el castaño quien guardó la espada en su mochila y miró con el ceño fruncido al mexicano.

— Rubius, me llamo Rubius. — Se presentó de mejor manera, con una sonrisa muy leve, tenía una mezcla entre pena y desconfianza. — ¿Puedes decirle a tu omega que se calme? Apesta a enojo — Dijo en total confianza mientras miraba al osezno azabache.

Pasivo agresivo. - Shadreen Where stories live. Discover now