Capítulo 8: Enclareciendo las Dudas.

253 45 29
                                    

Milo se quedó sin habla, atónico a lo que oía, pero es que eso tampoco tenía lógica

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Milo se quedó sin habla, atónico a lo que oía, pero es que eso tampoco tenía lógica. Aphrodita de Piscis vivo, ¿pero cómo?

—La noche en que desertaste y Athena envió a Aioros y Aphrodita tras de ti, bastó una hora para que todos observaramos caer el cosmos de Aioros y estrellarse, minutos después, el cosmos de Aphrodita le siguió. Así que no comprendo como es que eso pasó si me estás diciendo que él no murió como todos creíamos —explicó sin exaltarse como era su costumbre.

Camus esbozó una comprensiva sonrisa y le dio la espalda. Miró el cielo gris y opaco por la pronta lluvia y soltó para conmoción de Milo:

—Aioros está muerto porque Aphrodita lo mató con sus rosas por mi maldita culpa, y la armadura lo castigó rechazándolo como su portador y abandonándolo para siempre. Eso explica el porque su cosmos cayó también.

—¿Me estas diciendo que Aphrodita no...? Imposible —Milo sacudió la cabeza, aturdido de tanta información.

Camus se volvió hacia él con pesadumbre y mucho dolor no solo en sus ojos, si no en su alma y corazón.

—Él ya no tiene cosmos, Milo. Y ahora por mi causa tendrá que vivir como un humano cualquiera por mis estupideces —se responsabilizó con desprecio, lágrimas de remordimiento rodaron por sus mejillas y provocaron que el pecho del guardián de Escorpio conpartiese su mismo dolor.

Un relámpago iluminó el cielo, y un estruendoso trueno resonó, antes que la lluvia finalmente cayera despiadadamente y los mojara sin piedad alguna.

—No es culpa tuya, Camus. Aphrodita tomó su propia decisión, tú no lo obligaste a nada —intentó tranquilizarlo, pero Camus negó mientras se mordía los labios con tanta fuerza que sangraron.

—¡Pero fue por mi causa que se vio obligado a asesinar a Aioros! —gritó con la voz rota. Milo lo abrazó con desesperación y no lo soltó aun si Camus se revolvía entre sus brazos con furia—. ¡Por mi causa él tendrá que vivir solo a partir de ahora porque yo lo condené a la soledad eterna cuando preferí irme antes que verlo marchitarse y morir lentamente!

—Escuchame, Cam. Solo escuchame.

—¡No! —se rehusó y comenzó a golpearlo, pero Milo no lo soltó, en cambio, lo apretó con más cariño y preocupación.

—Hiciste lo correcto. Athena se ha vuelto una completa desconocida para todos, y a encarcelado a muchos caballeros, no solo por intentar desertar, si no por buscar excusas baratas con tal de abandonar el Santuario. Incluso el pobre Kiki cayó en desgracia, y el Patriarca ya no sabe que hacer para salvarlo no solo a él y a Mü, si no a los otros caballeros —informó rápidamente, queriendo aliviar su culpa de alguna forma.

Camus se quedó quieto.

—¿Death Mask está bien?

Confundido por aquel repentino interés hacia un caballero que jamás le cayó bien a Camus, respondió de mala manera:

—Temo decirte que él está en una de las prisiones de Cabo Sunión, se le acusa de cómplice a un desertor.

—Athena lo sabe —balbuceó, derrumbandose—. Sabe que él nos ayudó.

—Sí. Pero ahora eso no importa.

—¿¡Cómo no va a importar, Milo!? Nuestros compañeros están en graves problemas por mi culpa. Si tan solo no hubiese escapado nada de esto estaría pasando —la angustia que sentía le hizo sollozar, Milo lo arrulló como aquella vez que lo consoló por la muerte de su alumno, Isaac.

—Tarde o temprano pasaría, Camus. No seas tan duro contigo mismo. Ahora, hay que ir a refugiarnos, si no, temo que si enfermas no podrás curarte tan rápido, a menos que...

—Encienda mi cosmos —terminó, aferrándose sin saberlo en su mejor amigo—. Eso no va a pasar, Milo. Renuncié a Acuario por voluntad propia, y no estoy dispuesto a aceptarlo solo porque lo necesite.

—La armadura no renunció a ti, Camus, y a Hyoga lo rechazó varias veces cuando Athena lo llamó para nombrarlo el nuevo caballero de Acuario hace unas semanas. El pobre chico quería que se lo tragara la tierra porque, para asombro de la mayoría de los dorados, Acuario no lo vio digno de portarla —explicó en medio de una risa burlona.

—Lo... lo rechazó, ¿pero cómo? —se apartó de él y le exigió una explicación, parpadeando con intriga.

Milo sonrió al verlo mejor.

—Según Shaka y el Patriarca, Acuario vistió a Hyoga cada una de las veces que lo necesitó, no por voluntad propia, si no porque tú, su auténtico dueño, se lo ordenaste.

—Mm. Siempre creía que él sería mi sucesor —dijo con nostalgia. No odiaba a Hyoga, pero si era cierto que le guardaba cierta envidia por la preferencia que tuvo Athena en la batalla de las doce casas.

—Tal vez lo sea, pero todavía no ha llegado el momento adecuado —Camus asintió, empapado de los pies a la cabeza igual que él—. Hay que irnos de aquí, la lluvia se vuelve mas fuerte.

—Sí.

No obstante, Camus jamás se esperó el siguiente movimiento de Milo. ¡Era un atrevido!

—¿¡Pero que demonios haces!? Bájame —demandó, iracundo al verse en brazos de Milo.

—Al paso que vas, nunca vas a salir de aquí y terminarás cogiendo un resfriado —fue la escusa del guardia de Escorpio.

—¡No me importa! Bájame ahora mismo que no soy una dama en apuros para que me salves —chilló con el rostro todo rojo, pero Milo solo se alzó de hombros.

—No seas necio, Camus. Y agarrate fuerte, que no respondo si te caes —advirtió sin mirarlo.

—¿Porqué he de caerme?

La respuesta llegó demasiado pronto.

Lo último que se escuchó por esos lados, fue el grito histérico de Camus que había cerrado los ojos, atemorizado de viajar nuevamente a la velocidad de la luz, sin embargo. Cuando vio el rostro decidido y fuerte de Milo, protegiéndolo en todo momento con su cuerpo de la lluvia y el viento, su corazón latió de una forma que no lo había echo.

Nunca.

¿Qué es este extraño sentimiento que estoy sintiendo?, se preguntó, sin dejar de ver a Milo, embobado.

—¿Estás bien? —quizo saber Milo, consciente de esa atención que siempre soñó, pero lo ponía nervioso

—Ah, si. Estoy bien —respondió a duras penas.

—De acuerdo.

Escondió el rostro en su pecho y los latidos acelerados del corazón de Milo se sincronizaron con los suyos. Cerró los ojos y se durmió automáticamente, por primera vez en su vida se sintió, protegido.

•

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un capítulo más.

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma»

🍃Yessie.

𝑫𝒆𝒔𝒆𝒓𝒕𝒐𝒓 ❥ 𝑴𝒊𝒍𝒐 𝒙 𝑪𝒂𝒎𝒖𝒔 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora